Harvey Weinstein, la mirada vitriólica de Emma Cline

Hace cinco años llegó a nuestras librerías una novela titulada Las chicas. La firmaba una debutante escritora estadounidense llamada Emma Cline (Sonoma, 1989). La novela está protagonizada por una adolescente insegura y solitaria en el verano de la California de 1969. La chica se encontrará con unas jóvenes que viven en una comuna a la que acabará uniéndose. La comuna, asentada en un rancho solitario, está dirigida por un gurú de las drogas psicodélicas, carismático y manipulador. Son los tiempos del amor libre. La novela estaba  inspirada en la historia de la comuna de Charles Manson que acabó en un baño de sangre. Era una historia repleta de aristas y bastante desasosegante. Cline ha decido con su nueva novela seguir deslizándose por el filo de la navaja para meterse en la mente de Harvey Weinstein, el famoso productor de cine actualmente encarcelado por violación y abusos sexuales, un auténtico depredador sexual que hubiera quedado impune, como muchos otros antes, sin el movimiento “Me Too”.

En Harvey Cline revive, imagina, el último día de libertad de Harvey Weinstein antes de que se conociera la primera sentencia en 2020 que le condenó a 23 años de prisión por violación. Si no conociéramos nada de la historia, nos imaginaríamos que estamos ante el acoso, seguramente por envidia, de un viejo productor de cine enfermo y cansado. Un hombre que no entiende la persecución que se ha montado contra él y que cree que no ha hecho nada malo. Cline nos presenta a Harvey viviendo en la mansión de su amigo el multimillonario Vogel  en Connecticut, a unas horas de Nueva York, atendiendo a su secretaria, la fiel Nancy, intentando hablar con viejos periodistas cómplices, que le han dado la espalda (especialmente Joan), siendo atendido por el mayordomo de la casa, el callado y solícito Gabe, y por un doctor y una enfermera rusa, Anastasia,  que atenúan sus dolores. Un Harvey que elude hablar con sus abogados, especialmente con el inefable Rory, porque “¿para qué va a hablar si todo el mundo sabe que le van a declarar inocente?”. Y que charla con su vecino, que no es otro que el famoso y esquivo escritor Don Delillo (o cree que es él) con el que fantasea llevar a la pantalla su famosa novela Ruido de fondo. Y que recibe la visita de su amada hija Kristin que viene con su nieta Ruby para darle ánimos. Todo entrañable, todo muy injusto con ese “pobre hombre”.

Pero entonces Cline va introduciendo pequeñas fisuras en ese marco idílico y melancólico. Harvey se encara con soberbia ante Gabe aunque rápidamente le pide perdón. Harvey reprocha su actitud a la periodista Joan, reproche que suena a amenaza. Harvey se insinúa cortésmente ante Anastasia, que recula con miedo. Harvey se muestra amoroso con su hija Kristin, mientras despotrica de Franny, su hija menor que dice le ha abandonado. Harvey sufre un arrebato de ira, del que se arrepiente rápidamente: “no puede presentarse así ante el mundo”. ¿Hipocresía? Y entonces nos damos cuenta de que el MONSTRUO está ahí, agazapado, esperando salir de nuevo cuando las circunstancias sean propicias, cuando “todo esto” sea olvidado. El Monstruo, que no sabe que el mundo ha cambiado, está cambiando, y que seguramente (aparentemente) no va a permitir actitudes como las suyas. A partir de ahora el Poder deberá ejercerse de otro modo, más cortes, menos agresivo, menos intimidante, más civilizado… Pero Harvey no lo sabe, es de otra época, y va a pagar por él y por todos los demás, por los que son como él, que no pagarán en vida.

Emma Cline ha construido una novela perfecta en la que se habla de abuso, corrupción y agresiones contra las mujeres, sin casi hablar de todo ello, pero desnudando a los agresores, despojándoles de ese hermoso ropaje con el que se pueden esconder gracias al dinero y al poder que facilita el dinero. ¿Ha llegado el momento del cambio? El tiempo lo dirá. Ojalá sea sí, pero el Poder es camaleónico y la misoginia también.

Enrique Martín

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