El tocho. Los problemáticos paraísos de John Cheever

Esta es una historia para leerla en la cama, en una vieja casa, en una noche de lluvia. Los perros están dormidos y se puede oír a los caballos de silla, Donbey y Trey, en sus establos, al otro lado del camino de tierra que hay más allá del huerto. La lluvia es suave y ha sido deseada, pero no con desesperación. Los colectores de agua están mediados, el río cercano va lleno, los jardines y los huertos –estamos a finales de la estación- están perfectamente irrigados. Están apagadas casi todas las luces del pueblecito que hay junto a la cascada, donde hace ya tantos años, la hilandería producía guinga.

Los muros de granito de la hilandería se alzan todavía en la ribera del ancho río y la casa del propietario de la hilandería con sus cuatro columnas corintias, corona aún la colina del pueblo”.

Así comienza ¡Oh, esto parece el paraíso! de John Cheever, la última de las novelas del narrador estadounidense, uno de los más apreciados de la segunda mitad del siglo XX, que se publicó en 1982, el mismo año de su muerte. Desde los años cincuenta Cheever se había ido acreditando como el mejor cuentista de su país, con piezas maestras como El nadador, y también como un novelista versátil y dotado.

¡Oh, esto parece el paraíso!, su breve testamento literario, comienza exhibiendo un tono bucólico, pero pronto se convierte en una historia sobre la búsqueda del amor y la pureza perdidos. Lemuel Sears es un hombre al borde de la vejez, profesional de éxito, que redescubre el placer de patinar, como en su juventud, en el lago Beasley, cercano a la pequeña localidad de Janice donde vive su hija. En ese mismo pueblo encuentra a una mujer mucho más joven con la que inicia una relación amorosa. Algún tiempo después, con el deshielo, se descubre que oscuros intereses han convertido el lago Beasley en un vertedero. Sears contrata, entonces, al ecologista Chisolm para investigar los peligros implicados en esta decisión e intentar evitar el desastre, algo que habrá de solventarse en un juicio oral. La vida de Sears se complica aún más cuando, abandonado repentinamente por la mujer, encuentra un amante masculino. Su sexualidad se vuelve entonces tan problemática como las posibilidades de salvar el lago Beasley, pero todavía queda margen para lo imprevisible…

Hasta aquí la síntesis de una obra inteligente y sutil, como todas las de Cheever, que trasluce las preocupaciones del autor, su culpabilidad ante una bisexualidad no asumida, que le impulsa a comparar la corrupción interior de su personaje con la del lago Beasley. Los lectores de esta novela disfrutarán con el “tono Cheever”, ese estilo tan característico que convierte los recuerdos en una nostálgica alegoría del paraíso perdido, y algunas vivencias cotidianas en experiencias de angustioso extrañamiento. Por último, ésta breve pero sustanciosa novela, les dará una idea de los retos a que hubo de enfrentarse la naciente conciencia ecológica en los Estados Unidos.

Encontrarán ¡Oh, esto parece el paraíso! de John Cheever, en ediciones Alfaguara.

Javier Aspiazu

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