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Andri Snaer Magnason, salvando el mundo desde Islandia

Es el autor de este libro un ciudadano sensato que, preocupado por el futuro del planeta, ha decidido escribir un libro para explicarnos por qué debemos cambiar de comportamiento. Me temo que es un esfuerzo vano, pero siempre aprecio las buenas intenciones. Andri Snaer Magnason había escrito artículos, reportajes en revistas especializadas, había participado en congresos, incluso había detectado en ellos cierta desidia por parte de los asistentes que inmediatamente después de haber escuchado, y tomado notas, sobre el calentamiento global, salían de allí en coches de alta gama para coger un avión que les llevara a la otra parte del mundo, quemando unos cuantos litros de combustible y emponzoñando, y calentando, un poco más el ambiente. Pero alguien le dijo que tenía que escribir un libro, que así permanecían más las cosas y que se conseguía mayor difusión de las ideas, y se puso a la tarea.

Como el mensaje ecologista le parecía escaso decidió repasar su árbol genealógico y descubrió que algunos de sus antepasados se habían recorrido los glaciares de Islandia, esos que, como todos los glaciares del mundo, están perdiendo volumen a una velocidad mucho más acelerada de lo que se pensaba. Y, además, uno de sus abuelos, médico, había operado al Sha de Persia  y a Andy Warhol, entre otros famosos, así que merecía la pena contar su historia y apuntar sus reflexiones, que el hombre estaba vivo en el momento en que se escribió el libro. Y una abuela de nuestro autor estuvo trabajando en la casa de Tolkien, justamente cuando empezaba a escribir El hobbit para su hijo Christopher. ¿Tienen interés estás biografías para el objetivo del libro? Pues seguramente no, pero queda muy chulo. Y luego como ha tenido un par de encuentros con el Dalai Lama, pues también recoge aquí sus conversaciones.

¿Cuál es la aportación entonces de este prohombre a la lucha contra el calentamiento global? Pues que apaga la luz cuando sale de una habitación y se ducha, no se baña. ¿Si hiciéramos todos lo mismo el planeta se salvaría? Casi con seguridad no, pero por algo se empieza. Bueno, ya veis por donde van las cosas en este libro, un texto amable, aclaratorio de algunas cosas que deberíamos conocer y preocuparnos mucho y que resulta bienintencionado como pocos. ¿Por qué no va a cumplir el objetivo de Magnason? Pues porque estos libros solo los leemos los ya informados, los que sabemos lo de la ducha y el baño, gente que no necesita saber más para hacer lo poco que puede hacer. El resto de la humanidad permanece fija en su intento por acabar con el planeta sin pensar en ello, sabedores de que siempre podrán decir después “Ah,  nadie me advirtió”.

Y bastantes incluso dirán que les importa un pimiento pero que con sus beneficios no se juega. Pero para calmar la conciencia Sobre el tiempo y el agua de Andri Snaer Magnason es estupendo. Te deja con el convencimiento de que estás haciendo lo correcto. ¿Quién necesita más? Este es, pues, un libro imprescindible. Y sirve la frase para ser pronunciada muy en serio, y también con ironía. Y, además, al final añade cuatro páginas sobre el COVID-19 y nos dice que en Islandia las decisiones médicas las tomaron científicos y no políticos, con lo que nos convence de que si de algún lugar debe llegar la salvación del planeta tendrá que ser desde Islandia.

Félix Linares

Los viajes físicos y metafóricos de Franco Chiaravalloti

Insular es el nuevo libro del escritor argentino Franco Chiaravalloti, que, desde 2005, reside en Barcelona, donde estudió Literatura Comparada. Hace más de una década que imparte clases de escritura en el Ateneu barcelonés. Anteriormente, había publicado los libros de relatos Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente y Esos de ahí fuera. Bien, hechas ya las presentaciones, se impone ahora hablar de Insular, una colección de relatos en los que las localizaciones cobran protagonismo. De Japón a Irán, de Guinea Ecuatorial a Tuvalu, de Buenos Aires a una remota isla llamada Tristán, a 3.000 kilómetros de suelo firme y sin aeropuerto. Esos son algunos de los escenarios por los que deambulan los personajes de Insular, visitantes en otras tierras, trabajadores eventuales más que turistas, a veces residentes, bastante solitarios, desamparados, en su mayoría, aunque algunos establezcan inesperadas relaciones.

En el primer relato nos encontramos con una joven que estudia japonés en Tokio y que recibirá allí una mala noticia. El segundo cuento nos describe un reencuentro amoroso en la ciudad iraní de Mahnaz; en Mundo seguimos a una madre y su hija huir de la guerra… Uno de mis relatos preferidos es King Tide. Nos cuenta la historia de una periodista que llega a Tuvalu una de las cuatro islas que forman la Polinesia con la intención de escribir un reportaje. Es un lugar idílico, pero es también el lugar del mundo más amenazado por el cambio climático, tanto es así que dicen que en cincuenta años desaparecerá. Los habitantes de Tuvalu están a la espera de una gran marea y Bruna, la protagonista, entabla amistad con una mujer polinesia. En este cuento, Chiaravallloti lanza algunas ideas sobre la narrativa que ha trabajado en este volumen: las investigaciones previas a un viaje pierden valor cuando se llega a destino.  Stella Polaris, el décimo y último relato, es también estupendo. El protagonista es un profesor que llega a la remota Tristán, y que cuando está a punto de abandonar la isla, agobiado, se entregará a una pasión.

El autor le ha dado a cada historia el color del lugar, el tono, la atmósfera necesaria, y esa variedad es uno de los potenciales del libro. Montaigne pensaba que viajar era una forma de escapar, de huir, y eso es lo que hacen muchos personajes de Insular, aunque, finalmente, las cosas no les salgan como cabía esperar o a pesar de que salgan exactamente como cabía esperar por no asumir riesgo alguno.

Insular juega además con la idea de que escribir también es explorar: “Hallar una idea inédita, descubrir una nueva estrella en el cielo, dar con la metáfora perfecta”.

Txani Rodríguez

Las infidelidades amorosas de Pilar Tena

Pilar Tena (Madrid, 1955) ha tenido una vida muy intensa. Licenciada en derecho y ciencias de la información, ha desarrollado prácticamente toda su vida profesional en instituciones, públicas o privadas, relacionadas con el mundo de la cultura. Ha vivido por todo el mundo, desde Madrid a Londres, desde Nueva York a Nueva Delhi, desde Dublín a Sidney, desde Estocolmo a Ginebra… Actualmente es directora del Instituto Cervantes en los Países Bajos, en Utrecht. Además de todo esto es una notable escritora que había publicado hasta el momento un volumen de relatos, Contratiempos, dos novelas La embajadora y Luciana, y una reflexión, muy cercana a su experiencia personal, sobre el mundo del trabajo, titulada Cómo sobrevivir a un despido… y volver a trabajar. Y, ahora, a todos estos volúmenes acaba de sumar esta novela publicada por la editorial Tres Hermanas, Fin de semana, que cuenta la relación entre dos matrimonios, uno británico y otro español, a lo largo del tiempo, desde los ochenta hasta casi nuestros días. Lo que nos cuenta la autora acontece, como bien indica el título del libro, durante distintos fines de semana en Inglaterra y Cataluña. Una novela en la que se habla de la amistad y del amor, y del deseo, el engaño y la lealtad.

Está claro que la literatura de Tena, aunque no tenga un carácter autobiográfico sí se nutre mucho de sus experiencias, sobre todo de sus viajes y de los lugares en los que ha vivido. Seguramente los matrimonios que protagonizan la historia son gente que podría vivir en su entorno. Son matrimonios de clase acomodada, alta burguesía podríamos decir, compuestos por un lado por Luisa y Toni y por otro por James y Anna. Aunque hay que señalar que la autora pone el foco de su interés en el matrimonio español, y especialmente en Luisa, que vive muy bien, pero que nunca ha encontrado su papel en la vida: salvo ser esposa de un gran empresario y madre sobreprotectora, no ha sabido encauzar, por ejemplo, una vida profesional.

La narración está repleta de reflexiones sobre la deslealtad matrimonial, y sobre la “infidelidad”, que si es cometida por el hombre es achacable a una “alegría” pasajera, pero ¡ay, si la cosa es al revés!, si la infidelidad es femenina… Estas familias podrían ser muy liberales, pero el machismo era y en muchos casos sigue siendo abrumador. Y hay muchas preguntas que sobrevuelan toda la narración, especialmente una muy significativa: ¿merece la pena desvelar todos los secretos de nuestra vida?, o dicho de otra manera ¿importa la verdad absoluta? No hay una respuesta clara al dilema.

Por cierto que aunque transcurre mucho tiempo en la historia, unos treinta años, no se le da mucha relevancia a los acontecimientos históricos o sociales. Quizás porque de lo que se pretende hablar es del interior de las cosas y no del exterior. Aunque hay una excepción en la novela por donde se cuela el exterior, la subtrama que protagoniza Flora, la hija de Luisa y Toni, y su desgraciada experiencia como lectora para una editorial, cuando sufre el acoso laboral de su jefa, algo muy actual. No deja de sorprender en todo caso este añadido porque si se eliminara prácticamente no afectaría a la historia principal. Y no decimos que no sea interesante lo que se cuenta, porque habla del dolor de vivir, de la presión de cumplir unas expectativas familiares y sociales, pero… En fin.

En todo caso que no se nos olvide señalar lo bien que está escrita esta novela, la fluidez en la manera de contar, la magnífica construcción de los personajes, lo medido que está el tempo, la habilidad de la escritora para irnos dando poco a poco los elementos necesarios para entender toda la complejidad de las relaciones que se establecen entre los protagonistas y los secundarios del libro. Da la sensación de estar todo muy trabajado, muy pulido, muy pensado.

Fin de semana una novela que seguramente te llevará con ansiedad a comprar el resto de la bibliografía de Pilar Tena.

Enrique Martín

La habitación propia de Xabier Lete, un caso de Ainhoa Urien

Cuando tenía catorce años,  Ainhoa Urien Telletxe recibió de manos de su madre un regalo que iba a tener una gran trascendencia: el poemario Egunsentiaren esku izoztuak. Para la joven, que había empezado también a volcar sus miedos y angustias en el papel, los versos de Xabier Lete supusieron un fogonazo, y prendió la fascinación por la obra del genial poeta de Oiartzun. Ainhoa emprendió así una investigación que ha durado diez años –imagino que, además, aún seguirá en marcha de alguna manera- y que ha tenido varias etapas. Por un lado, elaboró su trabajo de Fin de Grado de la licenciatura de Filosofía sobre la capacidad terapéutica de la creación, tomando la obra de Lete como base principal. Fue entonces cuando Joxerra Garzia la animó a llevar ese trabajo de “la academia a la plaza” y ahí empieza una segunda transformación de una misma obsesión porque Urien se matriculo en el máster de la Universidad de Mondragón sobre la transmisión de la cultura vasca.

La autora, que se interesó primero por la poesía de Lete y luego por el poeta y por la persona, absorbió todo lo que pudo de su legado, ya fuera en forma de conferencia, entrevista, disco o libro y se entrevistó además con varias personas que había conocido de cerca al autor de Xalbadorren heriotzean. Esas conversaciones van estructurando este segundo trabajo que ha sido publicado por Pamiela bajo el título Poesia, zaurien ukendu. Xabier Leteren arrastoan. Entre las personas con las que Urien se entrevistó cabe mencionar al músico Joxan Goikoetxea, al escritor Jose Angel Irigarai,  a los médicos del Hospital Donostia, Félix Zubia y Anjel Mendia, a Arantxa, la hermana de Xabier, y a Santiaga, Santi, que fue durante mucho tiempo empleada del hogar de Lete e Iriondo. Precisamente, su testimonio, impregnado de una poética involuntaria, ha sido uno de los que más me ha conmovido.

Poesia, zaurien ukendu aúna un conocimiento hondo de la obra de Lete con un acercamiento emocional a la persona, transmitido todo con un tono cercano, a veces confidencial, a veces memorístico, siempre con el respeto que da la admiración: “(…) ez diogu merezi duen besteko estimurik Xabier Leteren opariari. Bizitza argitzeko eta azaltzeko poesía erabili zuen; hitzak erregalatu zizkigun, eta hitzen bidez eraikitako mundo oso bat eskaini. Hor betirako finkatua dagoen Bianditz mendiaren moduko poetika bat da Letek uzten diguna: handia, solidoa, denboran iraungo duena”.

Txani Rodríguez

Las tumbas que visitó Mariana Enríquez

En más de una ocasión he dejado claro mi entusiasmo por los escritos de Mariana Enríquez, representante máxima del gótico andino, esa corriente fantástica que entrelaza géneros anteriores, sí también hereda algo del realismo mágico, y crea una nueva forma anclada mas en el cuento que en la narración larga. Es cierto que Mónica Ojeda parece abanderar el movimiento, pero siempre estará antes Mariana Enríquez que nos ha dado unos magníficos volúmenes de relatos y una novela mejorable. Ahora nos presenta la parte documental de su producción con estas visitas a cementerios que ya habían tenido una edición anterior, pero que ahora se ve incrementada con otros ocho recorridos funerarios correspondientes a los últimos años.

Sabemos que la visita a los cementerios, incluso a aquellos que nos son ajenos, en los que no está enterrado nadie cercano a nosotros, es una costumbre bastante extendida, sobre todo cuando hay famosos de por medio. Así, por ejemplo, todo el mundo habla del cementerio de Pere Lachaise porque allí yacen Oscar Wilde y Jim Morrison por citar dos extremos del famoseo. Mariana Enríquez prefiere otros lugares. No es que no haya ido a Graceland a ver la tumba de Elvis o haya buscado la de Bon Scott en un olvidado cementerio australiano, pero lo suyo son cosas menos mundanas, e, incluso, su propia biografía que aparece aquí entreverada con los paseos, desde el amor arrebatado por un músico en el primero de ellos, hasta las andanzas barcelonesas de una mujer que no sabe si exiliarse o quedarse en Argentina en los tiempos difíciles.

Seguramente lo que más buscarán los lectores en este libro serán las citas con mausoleos, estatuas, nombre famosos y peculiaridades de los cementerios visitados. Poco de eso se da en los recorridos por los cementerios de Donostia que visita la autora como con prisa y cierta desgana, con la idea de que no va a encontrar experiencias paranormales, ni nombres sonoros e incluso desperdicia la cita de “Vulnerat omnes, ultima necat” que ve escrita y sobre la que pasa sin mayor aclaración.

Enríquez escribe bien., y el asunto que trata es de su agrado así que, a veces se entusiasma y habla de la historia de los grandes nombres y de los artistas que ornamentaron sus tumbas. Está bien el libro, entretiene, permite la lectura fragmentaria, interesa hasta donde interesen estos asuntos al lector y quizá desate las ansias de viajar por las necrópolis del mundo. En mi no lo ha conseguido, pero es que yo soy muy de servirme de los referentes documentales y de mi imaginación. Y tanto joven y niño muertos cuando aún no habían tenido la oportunidad de vivir lo suficiente, acaba convirtiéndose en algo repetitivo. Espero con ansiedad el nuevo libro de relatos de Mariana. Que llegue cuanto antes. Mientras tanto podemos servirnos de estos libros que están bien, pero a los que les falta algo para la excelencia.

Félix Linares

Las andanzas del Giro contadas por el gran Ander Izagirre

Con Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey, el escritor donostiarra Ander Izagirre retoma la ruta que abrió con Plomo en los bolsillos, un apasionante libro sobre la historia del Tour de Francia. A través de estas nuevas páginas, sabremos que el Giro nació del impulso de La Gazzetta dello Sport y que fue un ciclista muy tramposo, pero muy seguido,  que se llamaba Giovanni Derbi el que precipitó la decisión del periódico de organizar la carrera. Era tan tramposo, como decía, que sobornó al guarda que controlaba la barrera de un tren por la que pasaba la carrera para que tras pasar él el primero bajara la barrera y los ciclistas quedaran atrapados a la espera del paso del tren, que no terminaba de pasar.

En las primeras ediciones del Giro, que arrancó en 1909, destaca la pobreza extrema de los ciclistas, que eran obreros o campesinos en su mayoría. La primera edición, la ganó un albañil que todas las mañanas pedaleaba sesenta kilómetros para llegar al punto en el que los capataces seleccionaban a los mozos. Tras diez horas en el andamio, recorría de nuevo los sesenta kilómetros de vuelta. Los ciclistas pasaban hambre también durante las carreras, y se las tenían que ingeniar porque, además, en aquella época la dieta era ingerir todo lo posible: huevos, pollos, vino, lo que fuera para afrontar larguísimas etapas. Algunos llegaron a beber la sangre de un buey que acaban de matar en un caserío. Alguno hubo que se alimentó solo de pan y queso durante la carrera para esconder la comida del avituallamiento en el maillot y poder, así, llevárselo a la familia.

Otra cosa que me ha llamado la atención ha sido la conformación de Italia. Cuando los ducados se unieron como reino en 1861 solo un 10% de la población hablaba italiano. Por otro lado, un abismo separa el rico norte del sur. Un dato: según el censo de 1901, en el norte de Italia se registraban 87.000 bicicletas; en el sur, 2.000.

Avanza el siglo, y la crónica se pone más política. Nos enteremos así de que las bicicletas no gustaban a los socialistas porque creían que distraían a los jóvenes de las cosas importantes; curiosamente, a los fascistas tampoco les iba el ciclismo, de hecho, los ciclistas le parecían figuras tristes. “Al fascismo lo seducía velocidad, la multiplicación entre músculos y motores”, leemos. Con Mussolini en el poder, el Giro, su trazado, incluso, fue utilizado como maniobra o propaganda política. Por aquella época, hay que ubicar a Gino Bartali, leyenda del ciclismo, enredado en rivalidades con Fausto Coppi. Bartali, durante la Segunda Guerra Mundial, siguió entrenándose para mantenerse en forma y para, esto es increíble, transportar documentación falsa en los tubos de su bicicleta. Era un héroe nacional, resultaba difícil sospechar de él, pero con esos papeles salvó la vida de 800 judíos italianos.

Otra etapa muy importante del Giro es la que se desarrolló bajo la dirección de Torriani, que encontró en los recorridos imposibles y en la climatología adversa aliados para generar algo que le interesaba mucho: espectáculo.

Después llegaron Eddie Merckx, y alguna gesta alucinante del equipo KAS y el inolvidable Marco Pantani. El nuevo milenio arranca con los escándalos relacionados con el dopaje que dejaron muy tocada –medio hundida- la credibilidad de este deporte, que volvió a vivir un gran momento en Italia con Vicenzo Nibali. Y la historia continúa porque acaba de terminar la edición de este año en la que ha dominado el colombiano Egan Bernal.

Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey tiene casi quinientas páginas, y abarcarlo en un breve comentario es imposible. Pero sí diré que el libro trasciende al ciclismo, que es una delicia y que Izagirre es un grandísimo escritor que tiene un encanto inusual para contar historias. Para mí, este es uno de los libros del año.

Txani Rodríguez

Las vidas secretas de Arantza Portabales

Arantza Portabales nació en Donostia en 1973 y es una de las escritoras en lengua gallega (aunque también escribe en castellano) más importantes del momento. Seguramente os extrañará lo de lengua gallega y nacida en la capital guipuzcoana. Pero es fácil de explicar. Sus padres llegaron a Euskadi como inmigrantes gallegos, aquí nació Arantza, y se volvieron otra vez a Galicia cuando nuestra la escritora tenía quince años. Portabales es abogada, trabaja como funcionaria de la Xunta, y comenzó a escribir hace bien poco, hace tan solo seis años. Pero fue empezar y no parar, y además con gran éxito. Se forjó en el microrrelato, publicando, en castellano, el libro A Celeste la compré en un rastrillo. Y a partir de aquí comenzó su producción en gallego: una novela negra titulada Sobrevivindo, que se publicó por entregas en un diario y luego en formato de libro, aunque no ha sido traducida al castellano; Deixe a súa mensaxe despois do sinal (Deje su mensaje después de la señal en castellano), una novela intimista construida a base de monólogos que habla del empoderamiento de la mujer, que ha sido un gran éxito y que se ha publicado en varias lenguas; y después otra novela negra, impresionante, Beleza vermella, que publicó Lumen en castellano como Belleza roja.

Ahora Arantza ha decidido recuperar a los protagonistas de aquella historia criminal, el torturado inspector de policía Santi Abad y su ayudante la subinspectora Ana Barroso, para hacerles protagonizar A vida secreta de Úrsula Bas. Si en Belleza roja investigaban el asesinato de una joven en la casa familiar, en La vida secreta de Úrsula Bas se adentran en los entresijos de un caso endiablado que comienza con el secuestro de una escritora famosa y se va complicando con el asesinato de otra mujer, acontecido en el pasado, y con la posibilidad de que estén ante un asesino en serie. En paralelo a la resolución del caso, los protagonistas tendrán que ir aclarando en qué punto está su relación, tras la ruptura provocada en el final de la primera novela, y solucionar sus problemas personales y de comportamiento.

Portabales es una entusiasta de los misterios derivados de la vida familiar, donde se esconden todo tipo de secretos, porque “nada es lo que parece” y donde los investigadores deben practicar el angustioso, y peligroso, ejercicio de “levantemos las alfombras y ya veremos”. La novela bucea también en el mundo editorial, y concretamente en el mundo que rodea a los escritores de éxito, donde tampoco es oro todo lo que reluce. Lo que viene a decir la escritora es que llegar cuesta, pero mantenerse en la cima mucho más. En este sentido los lectores no tienen que hacer grandes esfuerzos para identificar algunos perfiles de la novela con personajes reales. Especialmente interesante es cómo retrata la autora a los que están detrás de las escritoras de éxito, sus parejas y sus familias. Quizás sean una caricatura, en algunos cosas, pero más cercana a la realidad de lo que pudiera parecer. Por cierto que en la pareja protagonista ha introducido un elemento “tensionador”, la figura del comisario Alex Veiga, que tiene un papel más protagonista que el anterior comisario.

Por lo demás los diálogos de la novela siguen siendo electrizantes, lo que da un gran dinamismo a la narración. Hay que reconocer que Portabales tiene un gran oído y ella sabe que éste es uno de sus puntos fuertes. Hasta el extremo de que hay momentos que parece que estuviéramos ante guiones casi cinematográficos. Lo tendrían muy fácil los que quisieran adaptar las aventuras de Abad y Barroso a la pequeña o gran pantalla. Todo indica, tal como termina esta novela, que la serie no acaba y que habrá más historias ambientadas en Santiago de Compostela y alrededores de estos dos policías que se han convertido ya por méritos propios en parte de nuestro paisaje favorito de la novela negra. Entretenimiento con mar de fondo.

Enrique Martín

El mundo líquido de Nerea Arrien

Tras Hirutter, que fue su estreno en la narrativa para adultos, y después de publicar títulos de literatura infantil como Atrapa Eguna, Eskola hodeian o Etxegabetuak, la escritora lekeitiarra Nerea Arrien, regresa con Jende Likidoa. Se trata de un volumen de relatos protagonizados por personajes conectados entre sí, en los que el concepto de lo líquido, tanto literal como metafóricamente y también sociológicamente, cobra protagonismo. Una escritora que quiere escribir sobre una mujer de la limpieza que termina escribiendo sobre la escritora, un arquitecto aficionado al surf, un buzo, una pescadera, un empleado de un acuario son, entre otros, los protagonistas de unas vidas en las que, efectivamente, falta solidez. Los personajes, que parecen haber levado el ancla y navegar a la deriva, buscan en el sexo, en el trabajo, en distintas relaciones algún tipo de huida, algún tipo de consuelo o de asidero. Todos se entrecruzan:Nahiz eta ohiko parajeetan ez zituen lagunik ikusten. Ezta ezagunik ere ez. Bai, ordea, egunerokoak: bebarruak garbitzen zituen idazle hura, bebarrua zikintzen zuen bestea, arkitekto tatuatua, itsas hondoan plantxak ote zeuden galdetzera hurbildu zitzaion diseñatzailea… desagertzear zegoen Groseko biziklase hura: erdi maila likidoa”.

Todos los relatos transcurren en nuestro tiempo y están ambientados en Donostia. Cada una de las doce historias está precedida por un breve texto, de estilo más lírico que los relatos, que recorre distintos estados del agua: la condensación, la evaporación, la sublimación, así como otros conceptos igualmente acuáticos como las inundaciones o la navegación. “Maitasuna likidoa bada, politika likidoa bada, teknologia likidoa bada… nola ez da literatura izango?”, se pregunta la protagonista del primer relato, estableciendo así la premisa sobre la que se sostiene el libro. Los personajes, que podrían ser felices, que si no tienen todo sí tienen mucho, no resultan envidiables por la carga de frustración  y vacuidad que entraña un estilo de vida que, más o menos, todos conocemos, y en los que a veces, podemos reparar, como la niña del relato Zilar arraina, en la belleza de las cosas cotidianas, comunes, como pueda ser el brillo plateado de un chicharro.

Arrien demuestra una gran capacidad para idear tramas, pero, sobre todo, para profundizar en los personajes, en sus secretos y en sus partes oscuras.  También es destacable la capacidad de la autora para adaptar el registro de su prosa a la temperatura de las distintas historias. Con Jende likidoa nos reencontramos, pues, con la mirada y la voz de una escritora que, a buen seguro, seguirá proponiéndonos lecturas que nos pongan frente al espejo.

Txani Rodríguez

Houellebecq releyendo a Lovecraft; entre monstruos

Una reflexión inicial: debo estar haciéndome viejo. Dicen que cuando alcanzas una determinada edad, quizá la que ahora tengo, lees mas ensayo y menos narrativa. Y, últimamente, me he descubierto leyendo mas ensayo. Cierto que se trata de memorias personales y cosas relacionadas con la literatura, pero hay cosas que empiezan inadvertidamente y para cuando te quieres dar cuenta ya estás en otra dimensión. Anunciaba al final de mi comentario anterior que había empezado a leer el trabajo que Michel Houellebecq dedicó a Howard Philips Lovecraft hace ya treinta años, al que se añadió un prólogo de Stephen King en la reedición de 2004. Ahora vuelve a las librerías. Como yo antes no leía ensayos no lo había leído. Ahora que las cosas han cambiado le he clavado el ojo.

Es curioso como a los franceses les gusta reconocer casi como propias algunas cuestiones consideradas secundarias en el mundo de la cultura estadounidense. Lo hicieron con las películas de género, la novela negra, el jazz, la ciencia-ficción y hasta con el terror. Y lo hacen gentes que están en lo alto de la consideración cultural. Emmanuelle Carrere, por ejemplo, en aquella biografía de Philip K. DickHouellebecq con Lovecraft. Es cierto que en 1990 Michel no era tan conocido como ahora, de hecho no había escrito aquella primera novela, Ampliación del campo de batalla, que tanto llamó la atención de la crítica. El público esperó a la siguiente, Las partículas elementales, para aceptar que estaban ante un fenómeno literario.

Pero estábamos con Lovecraft, ese autor para adolescentes habitantes de mundos fantásticos poblados por criaturas amenazadoras, que tiene un innegable atractivo para los aficionados al terror. Tuve mi etapa Lovecraft, como todos. Hace siglos (en tiempo lovecraftiano). No todo es bueno, el propio Houellebecq reconoce que hay un grupo de narraciones que puedes disfrutar y el resto es accesorio y repetitivo. Pero el francés repasa la vida del autor de Providence revisando con lupa los acontecimientos que moldearon su carácter y su forma de vida. No fue una gran experiencia, Lovecraft llevó una vida perra, agobiado por la falta de dinero, con un matrimonio que no conseguía entender, deseando volver a vivir con su tía y sus gatos y escribiendo febrilmente, a veces sus relatos, a veces miles de cartas a amigos y colegas.

No se obvia su condición de racista. Tampoco de su desprecio de la vida y del mundo que le parece un lugar terrible. Pero muestra su carácter amable y poco dado a la discusión. Es enternecedor como relata sus relaciones con los médicos poco antes de morir. Lovecraft es un personaje del siglo XVIII, nacido en el XIX y que realizó su obra en el XX. Y su escritura así lo testifica. Es antigua en un sentido muy amplio de la palabra. Pero es, paradójicamente, un autor que ha resistido muy bien el paso del tiempo y ahora es muy seguido por gente de todas las edades. Como me consta he buscado en este libro la explicación al fenómeno. Seguramente está en el hecho de que todos, los lectores también, estamos volviéndonos cada vez más simples, cada vez tememos mas a los muchos peligros que nos acechan. Entre otros la edad. Y saber que esos peligros están allá lejos, en la costa este de Estados Unidos nos tranquiliza porque esa costa está muy lejos.

Michel Houellebecq es un autor discutido, pero casi todos aceptan que es un observador perspicaz y ese comienzo cuestionando la novela realista me parece  muy acertado. Así que sigues un poco y enseguida estás llegando al final. Puede que esta pseudobiografía no guste mucho a los seguidores de Lovecraft, pero estoy seguro de que será muy beneficiosa para poner las cosas en su sitio con un autor que corre peligro de ser mitificado.

Félix Linares

Najat El Hachmi y las mujeres musulmanas modernas

El lunes nos querrán es una novela que desde luego no deja indiferente y que con una carga de honestidad rotunda invita a la reflexión. Además, alumbra una realidad que a la mayoría nos puede resultar ajena-aunque en ciertos aspectos nos podamos ver reconocidas- como es la que asiste a las mujeres, hijas de emigrantes musulmanes, que han crecido en España. Es el caso de Najat El Hachmi, la autora de la novela que hoy vamos a recomendar. Nacida en Marruecos en 1979, a los ocho años vino a vivir a Cataluña, donde estudió  Filología Árabe en la Universidad de Barcelona. El Hachmi ha trabajado como mediadora cultural y técnica de acogida antes de dedicarse por completo a la literatura. Ha firmado libros como el ensayo Jo també soc catalana o la novela El ultimo patriarca, que mereció el Premio Ramón Llull. Con Los lunes nos querrán ha conseguido alzarse con el prestigioso Premio Nadal.

La protagonista de este libro es una mujer, hija de emigrantes marroquíes, que vive en la periferia de Barcelona y que recuerda su juventud en un relato que dirige a quien fuera su amiga intima, también de familia marroquí, pero educada de una manera más relajada en relación a los preceptos del islam. Por ello, la novela está escrita en segunda persona y adquiere un tono confidencial y honesto.

En las primeras páginas, la narradora explica por qué desea contar su historia y la de su amiga, una historia que versa sobre la conquista de una libertad que a las mujeres musulmanas les había sido tradicionalmente negada: “No lo haría, no hablaría de nosotras, si no fuera porque ahora me voy encontrando con chicas en todas partes que son como nosotras, chicas que me cuentan sus vidas, que son dolorosamente parecidas a las nuestras. Mujeres que escuchan el redoble de tambor y quieren escapar de la trinchera, de barrios como el nuestro, casas como la nuestras, familias y normas e infinidad de barreras idénticas a las que nos atenazaron a nosotras (…), pero, sobre todo, porque tienen derecho a recibir, si así lo desean, el legado de nuestra memoria”.

De este modo y con ese fin, la autora recrea el día en el que conoció a su amiga y a otra joven del barrio, Sam, que quería ser negra porque, decía, leo textualmente, las moras no somos nada, no salimos en videoclips, ni en películas, no existimos. Habla de su afición a la lectura, de su entrega a los estudios y de su lucha contra un entorno asfixiante y, en especial, de la relación compleja que mantenía con su propio cuerpo.

Muy crítica con el islam, El Hachmi, detalla ese camino hacia la libertad. “Nosotras éramos una nueva especie de hembras, nacidas y criadas en países que tenían la exótica costumbre de dejar que las mujeres adultas hicieran lo que les diera la gana, a  diferencia de lo que pasaba en la vida de nuestros padres”, asegura. El lunes nos querrán no representa solo un potente testimonio sino que, como novela, funciona de maravilla, las páginas vuelan.

Txani Rodríguez