Adolfo Madinabeitia. Regreso al Mundo Perdido de los tepuyes.

Adolfo Madinabeitia con el madrileño Jesús Gálvez fueron los primeros en escalar el Salto Ángel, una pared de 1.150 metros por donde se desprende la cascada más larga del planeta. Veinte años después de este logro legendario el alpinista alavés ha regresado al Mundo Perdido de los tepuyes. En compañía del venezolano André Vancampenhoud han ascendido al Acopan Tepuy. Durante ocho días permanecieron colgados de una pared, felices rodeados de vegetación y  molestados por las abejas. 

Adolfo Madinabeitia nació en Agurain (Araba) en 1959. Alpinista, Guía de Montaña titulado, monitor de la Escuela Vasca de Alta Montaña, constructor de rocódromos. 

Ha realizado una docena de ascensiones por rutas diferentes a las pared del Capitán en el valle de Yosemite, seis de ellas primeras estatales y tres en solitario. En 1990 realizo la primera ascensión mundial al Salto Ángel en el Auyantepuy situado en le parque nacional de Canaima en el estado de Bolívar. Es el mayor salto de agua de la tierra.

Adolfo continuo con escaladas en paredes del Karakorum (Pakistan) y participo en dos expediciones al Everest alcanzando la cota de 8.200 metros.

Desde hace tiempo añoraba volver a los tepuyes de Venezuela. El 15 de febrero voló a Caracas para encontrarse con Henry González, fotógrafo y guía de trekkings y escaladas por los tepuyes, y el alpinista André Vancampenhoud. 

Adolfo y André se fueron a escalar el Acopan Tepuy, uno de los lugares predilectos para cualquier escalador extremo. Tiene 2.200 metros, es uno de los diez tepuyes que componen el Macizo de Chimanta, cerca de la frontera con Brasil. Abundan las zonas inexploradas con mucho endenismo.

Después de varios días observando la pared se decidieron por una línea de 600 metros con un gran extraplomo. Portearon el material y alimentos. Los indígenas del lugar, acostumbrados a grandes expediciones, les hacia gracia que fueran solo dos personas. La filosofía de escalada de Adolfo es hacerlo de la manera más natural y autónoma, sin dejar apenas huella sobre la pared.

El 2 de marzo André y Adolfo, una vez terminado el último porteo, se colgaron en la pared en donde permanecieron durante ocho días. 

Durmieron en la primera reunión a una cierta distancia del suelo, a salvo de los animales que viven en la jungla y que Adolfo temía.

Pasaban las jornadas y André y Adolfo estaban solos al margen del resto del mundo. Ni tan siquiera tenían una baraja de cartas, juego, aparato musical o libro. Adolfo reflexiona: “Se me hacia ya rara la dependencia del móvil, todas las preocupaciones que hasta llegar aquí eran tan importantes para mi vida. Y todo de repente se volvió sencillo: había que escalar y hacer un trabajo fino, nada más, ese era el único objetivo”.

Según tomaban distancia del suelo todo se hacia más elemental. Antes del amanecer se oían los silbidos de diferentes aves, a los que se les iban sumando según aparecían los primeros rayos de sol, las guarachas, pájaro campana, el herrero, los aullidos de los monos y un coro de “tigres mariposa” que debían de estar en celo. Se les acercaban los colibrís y las abejas.

A mitad de la pared se fueron quedando sin agua, sentina un punto de deshidratación. Adolfo opto por recoger las gotas de agua que se deslizaban por unas grietas. Para alcanzarlas  paso a cuatro patas por encima de una vegetación de pinchos que amenazaba con irse abajo con él encima. Con suma paciencia lleno 10 litros.

Al octavo día de escalada llegaron a un punto donde la vegetación les superaba pero finalmente lo superaron. Una vez en la cumbre Adolfo grabo en video la llegas de André, sin darse cuenta tropezó y cayo cabeza abajo diez metros, todo quedo en un susto.

Adolfo Madinabeitia nos describió en Levando Anclas (25/4/2010) esta escalada y recordó la de Salto Ángel.

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