Sara Rosenberg. La Isla Celeste. La armonía de la naturaleza prevalece sobre la especulación.

La escritora Sara Rosenberg nos presentó en la Casa de la Palabra (12/8/2010) el libro “La isla Celeste” un cuento sobre la lucha de la naturaleza contra los  humanos depredadores. Sara nació en Tucumán en el norte de Argentina. Se exilio de su país en 1975 debido a la represión de la dictadura militar. Residió en Montreal, D. F.  Cuernavaca en México, en 1982 se instalo permanentemente en Madrid. La isla Celeste es un cuento que Sara le transmitió oralmente a su nieto Martín y le animo a que lo publicara.

 

La isla Celeste era de color azul al igual que sus plantas y animales. Pocos barcos se acercaban a sus costas y sus marinos contaban historias de viajes y hablaban de lugares que nunca vería y que sonaban tan bien como: Terranova, Veracruz, Bilbao Buenos Aires, Madagascar, Somalia, océano Indico. Son palabra mágicas que le hacían soñar con largos viajes. También nombraban otras islas lejanas: Madeira, Creta, Lanzarote, Rodas, Maldivas, Aruba, Seychelles, Martinica. Ella los escuchaba y después pasaba horas y horas imaginando cómo serían. ¡Cuánto le gustaría viajar y recorrer el mundo!.

El cormorán Leandro, que era un gran conversador, regreso de un largo periplo. Le hablo de otras tierras con árboles floridos con multitud de colores y perfumes. Celeste añoraba los colores, estaba harta de ser azul. Empezó a estar cada día más triste y ajena a lo que pasaba a su alrededor. La tristeza la contagió a todo lo que crecía sobre ella. La enfermedad de isla Celeste se llama melancolía: no ve lo que tiene cerca y desea aquello que no tiene. 

Los pájaros, las plantas y todos los animales, excepto la anciana tortuga Jacinta, votaron para traer los colores a la isla. Los pelícanos con sus grandes picos, excelentes para el transporte, recogieron semillas de una isla colorida y la depositaron sobre Celeste.

Se lleno de colorido y llamaba la atención. Un gran yate pilotado por un hombre que no parecía un pescador desembarco en la isla. Comenzó a medir todo lo que había con una céntrica métrica dorada. Midió la arena, las rocas y el ancho de las playas, la distancia entre las palmeras, la altura del pasto. Midió y siguió midiendo con su larga céntrica métrica dorada.

Su plan era levantar edificios de siete plantas, construir autopistas, supermercados, urbanizaciones con piscina. Pensó cortar los árboles para hacer un gran campo de golf. El hombre de la cinta métrica dorada clavó sobre la arena una bandera de color dorado con el emblema de una grúa.

La tortuga Jacinta alerto a todos los pobladores de la isla que aquel hombre había llegado para destruí la isla. Animales, plantas, la luna, una estrella y los elementos como el viento y hasta la niebla se unieron para echarle.

Sara Rosenberg escribe en uno de los últimos párrafos: “Isla Celeste se durmió tranquila. Nadie iba a talar sus árboles ni a construir edificios sobre la arena, ni campos de golf en el bosque, ni autopistas en sus playas. Y así, sus hermosos árboles y todos los animales vivirían tranquilos y contentos durante muchos, muchos años.”

“La Isla Celeste” es un cuento para leer a niños entre 6 y 12 años que hace reflexionar al lector adulto. Resalta valores como el fortalecer la personalidad, la solidaridad, el respeto a los refugios de la naturaleza, el falso progreso de la urbanización y la armonia que debemos compartir con los demás seres y plantas del planeta. 

Edita Siruela. www.siruela.com

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