Javier Salazar. Recuerdos de la selva de Perú.

 

El vitoriano Javi Salazar viajaba con su hermano en 1990 por Ecuador. Leía el libro “Crónica mágica de los Andes Perú y Bolivia” del navarro Jesús López de Dicastillo. El destino hizo que se cruzaran en la localidad de Vilcabamba (el valle de la eterna juventud) el lector con el autor. Entablaron amistad. Ambos tenia intención de quedarse a vivir en Perú. Idearon en crear un albergue para mochileros. Buscaron dos lugares, uno en los Andes al norte de Perú y otro en Puerto Maldonado en la selva. Javi se enamoro de este lugar y se quedo. Creo el albergue Iñapari. Mientras Jesús levanto el albergue Humboldt en Puerto Bermúdez. Durante una década el vitoriano a convivido con los nativos y explorado lugares inéditos de la jungla. 

Javier Salazar encontró la selva que imaginaba desde niño. Construyo el albergue Iñapari, situado a siete kilómetros de la ciudad de Puerto Maldonado. Con el tiempo conoció a Hilda Valcarcel y se casaron. Tiene dos niños. Javi se saco el titulo de Guía de selva y el de guía de turistas para operar en el río Madre de Dios y afluentes.

Después de años recibiendo a viajeros y abriendo rutas por la selva, en el 2003 vendió el albergue y regreso a Vitoria-Gasteiz. Desde entonces no ha roto la relación con Puerto Maldonado. En el último año ha estado en tres ocasiones.

Javi Salazar interviene en el programa de Radio Euskadi Levando Anclas el 31 de julio de 2011. Antes de su escucha os transcribo una anterior entrevista que data de octubre del 2000

 

JAVIER SALAZAR.

VOCACIÓN SELVÁTICA.

 

    Javier Salazar desde pequeño tenia vocación selvática. Coleccionaba todo lo referente a ese medio. Hoy, a sus 35 años, este gasteiztarra regenta el albergue Iñapari situado a siete kilómetros de Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, en la Amazonia peruana. Aquí su destino dio en la diana después de mucho recorrer América Latina. Fue en 1987 cuando aterrizo por primera vez en el Perú, estuvo dos meses, al año siguiente con su paisana y compañera – por aquel entonces – Isabel Rueda visitaron Centroamérica. Vuelta  a Gasteiz a ahorrar dinero y de nuevo al camino, esta vez para realizar un largo periplo de dos años desde México a Bolivia. Disfrutaron tanto que aquello no tenia marcha atrás. Debían de hallar un hueco en la selva que tanto les privaba. En 1994 se fueron definitivamente para montar el albergue que se inauguro en agosto de 1995.  Desde entonces recibe a mochileros que por unos días quieren sentir la intensidad de la jungla tropical. Javi se caso con una nativa y tiene una niña, Conversamos con él, a través del teléfono, un domingo de tantos en Iñapari, donde las horas pasan lentas y dichosas.

 

–         ¿Cómo te sientes después de seis años de residencia en el Perú y la Amazonia, eres un selvático más?.

     J.- Quiero mucho a esta tierra que me parece espectacular. Los amaneceres y atardeceres, los sonidos del bosque todo ello me ha cautivado y si, me considero un selvático más. Oficialmente tengo doble nacionalidad, he creado una familia, mi hijita nació aquí hace un año, como ves me he asimilado al medio.

 

–         ¿Lleva un largo aprendizaje desenvolverse en la floresta?.

    J.- Tengo un conocimiento mínimo de ella,  nunca la llegare a conocer tan a fondo como Pancho, indígena chama que es mi compadre, trabaja conmigo de guía. Pero – y es lo primero que advierto a los turistas que se acercan – la selva no es tan agresiva como nos la pintan en la literatura o las películas. La norma fundamental  es saberla respetar.

 

    -¿Qué tipo de contactos mantienes con los animales?.

J.       Siempre nos visitan al albergue bastantes animalitos, monos de todos las clases y tamaños, oso perezoso y venados. Este año he tenido la suerte de avistar dos jaguares jugando en una playa del rió. Es difícil de verlos  pero no imposible. También he tenido la suertaza de ver dos boas, dos anacondas, en un mismo día en diferentes lugares. Cuando los animales  se acercan por casa o cuando navegamos durante una semana por el río las Piedras y vemos caimanes y otros seres para mi eso es  lo máximo, con eso tengo bastante para que merezca la pena cualquier esfuerzo.

 

–         ¿Cómo es tu vida en el albergue Iñapari?.

     J.- No hay un día que se parezca a otro. No hay tiempo para el aburrimiento. Siempre hay cosas que hacer en la casa. Esta mañana me he levantado temprano para machetear la maleza y dejarlo limpio para plantar yuca y plátanos, esto lo hago hasta las once de la mañana porque luego el calor es insoportable. La siesta nunca falta, por este motivo en Puerto Maldonado a las dos de la tarde nunca encuentras a nadie. En la ciudad nos abastecemos de víveres y realizamos los tramites. Cuando me satura estar aquí me voy al monte con Pancho. Tengo planeada una excursión para la semana que viene. Un antropólogo que trabaja en Puerto Maldonado me presto un CD- room que muestra un mapa satélite de esta región de Madre de Dios. Con la computadora aumente los detalles y hemos descubierto unas cuantas lagunas de las que no existía conocimiento en el río Las Piedras. Trataremos de explorarlas porque  en donde hay un lago hay fauna. Estoy seguro que daremos con alguna sorpresa.

 

–         Ese es tu futuro inmediato pero Javi, retrocedamos en el tiempo ¿por qué te dio por el viaje y como has terminado en Iñapari?.

    J.- Después de haber viajado casi 10 años por América me llego a cansar eso de volver a Gasteiz, encontrar un trabajo para costearme el siguiente viaje. Para solucionar el problema decidí quedarme en América. Pensamos en Ecuador en donde teníamos amigos pero por cosas del destino nos juntamos con el navarro Jesús López de Dicastillo en Perú, que tenia la misma idea de crear un albergue y nos trajo a Puerto Maldonado. Vimos las posibilidades y nos quedamos, Jesús opto por irse y monto otro más al norte, en Puerto Bermúdez.

 

–         ¿Cómo fue la construcción del hotelito?.

     J.- Lo más costoso fue ubicar el lugar que más nos interesaba, tanto que estuvimos a punto de tirar la toalla, fue un proceso de bastantes semanas en bici o en moto en busca de un terreno. Finalmente dimos con uno, de media hectárea, que nos ha hecho felices. Lo hemos edificado sobre pilotes para evitar la humedad del suelo y hemos empleado materiales de la región, diferentes tipos de  maderas y hojas de palma.

 

    -¿Qué rutas organizáis?.

    J.- Aquí el turismo esta en auge pues nos encontramos cerca del parque nacional de Manu, sin embargo nosotros nos apartamos de totalmente de las rutas turísticas. Solemos navegar  por el río con nuestra embarcación, acompañados de un motorista, un cocinero y un guía. Dormimos en las playas, cocinamos con leña al aire libre y nos internamos en la selva. Es vivir  la Amazonia tal como la has soñado antes de salir de casa.

 

    -¿Un momento álgido de las excursiones es la visita a las collpas de guacamayos?.

    J.- Es uno de los espectáculos más bellos que te puedes encontrar en las selvas amazonicas. Es exclusiva del área de Madre de Dios. Son unos promontorios de arcilla que están a las orillas de los ríos donde todas las mañanas acuden decenas de guacamayos a comer las sales que allí se producen para purgarse de los frutos verdes que han comido el día anterior. El contraste entre el color verde de la vegetación, las paredes rojizas de arcilla y la vistosidad de estas aves conforman un cuadro lleno de color. Nosotros les observamos desde un escondite preparado a cuarenta metros.

 

–         ¿Has tenido algún encontronazo con los animales salvajes?.

    J.- La vez que corrí más peligro fue en 1998. Viajaba en balsa por el río las Piedras y se cruzo una víbora jergona que son venenosísimas. Mi  compadre Pancho me dijo que le diera con el remo, le arre un palazo y se sumió en el agua, cuando lo levante resulta que estaba enroscada, se soltó y nado directamente hacia mi, la balsa no flotaba bien y el agua me cubría el pie, la tenia a cinco centímetros del tobillo, grite, estaba inmovilizado, tenia mucho miedo, sin saber porque se hecho para atrás y se coló entre los equipajes. Fuimos a la orilla y la matamos.

 

–         ¿Qué hubiera sucedido si te llega a picar?.

    J. Todavía quedaban dos jornadas para Puerto Maldonado y hubiera muerto pero gracias a que siempre me acompaño de  Pancho del que tengo gran confianza pues conoce las plantas medicinales, entre otras los remedios naturales contra las picaduras. Él me ha enseñado cantidad de secretos de la selva.

 

–         ¿Te han hablado de los espíritus que pueblan la jungla, seguro que hay muchas historias sobre los mismos?.

     J.- Por supuesto, la selva es caldo de cultivo para todo tipo de leyendas, la gente es muy supersticiosa. Esta el chullachaqui, es una especie de duende que cuida de las criaturas de la selva, esta el tunche que son almas que penan. Por mi cultura soy escéptico pero te cuento que a veces pasan cosas raras, extrañas. En cierta ocasión estaba en un lago con mi compadre y dos turistas. Era de noche y mientras dormía sentí que unas manos se metían  debajo de mí y me agarraban del cuello, quería chillar pero estaba sumido en una pesadilla y no podía hablar, trataba de golpear con mi pie al turista que dormía a mi lado pero era imposible. De repente escuche un grito y por fin desperté. Era Pancho que salió del mosquitero y me explico: “el chullachaqui ha venido y me agarrado del cuello”, sorprendido exclame “no puede ser, a mi me ha sucedido lo mismo”. Pancho sé reía mientras me soltaba: “tu que nunca crees en estas cosas, ¿ahora que me dices?”.}

 

–         ¿Pesadillas en el paraíso?.

    J.- Vivir aquí cada día es tan gratificante. Desde que te levantas y escuchas cantar a los pajaros, todo es naturaleza en movimiento. Ahora florece un árbol y tal animal viene a comer sus frutos, escenas de este tipo se suceden, es todo tan cambiante que la observación se te amplifica. La selva fascina, tiene un atractivo que merece la pena venir para conocerla.

                                                 ROGE BLASCO.2 DE OCTUBRE 2000.

3 thoughts on “Javier Salazar. Recuerdos de la selva de Perú.

  1. Pingback: Javier Salazar. Recuerdos de la selva de Perú. | El blog de Roge | Blogs GooPeru

  2. Eva

    Conocí a Javier en el albergue, pasamos varios días con él y Pancho. Son personas magníficas. Creo que pasé una de las épocas más maravillosas de mi vida. Ese lugar es un sueño, es vida.
    No tiene precio. Aún me acuerdo de el lugar como si no fuese realidad de tan maravilloso que es.
    Si Javier lee esto, soy Eva, fui con Itxaso, hace muchos años. Te mando millones de abrazos.

    Responder
  3. Jon

    Acabo de encontrar esta entrada del blog y simplemente quería comentar que conocí a javier y Pancho junto con mi pareja Belén en octubre del 2000.

    Acabamos no sé muy bien como en el Iñapari (eran tiempos de poco Internet) y la verdad la estancia estuvo muy bien, las conversaciones con Javier y Hilda al anochecer.

    Pero sobre todo guardamos un recuerdo muy muy especial de Pancho. Pancho era otro mundo, sabiduría pura. Sus aventuras como cauchero por ejemplo hacían volar tu imaginación.

    Estuvimos una semana con Pancho y su hermano una chica francesa que nos encontramos ahí, Belén y yo por el rio Piedras, hacia un lago con lobos de río. Acampando donde se podía y subiendo subiendo subiendo el río todo el día.

    Una experiencia inolvidable la verdad.

    Lo mejor para Javier y sobre todo para Pancho que nos enseño tanto en tan poco tiempo.

    Responder

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *