Ruth Muñiz con el águila harpía en Ecuador.

El águila harpía es una de las cuatro águilas más grandes del mundo y la mayor de América. Además, es el águila más poderosa, la que más fuerza tiene en las garras. Para diferentes comunidades indígenas forma parte de su cosmovisión, está considerada como un espíritu del aire. La bióloga Ruth Muñiz lleva 13 años dedicada a la conservación de esta rapaz en la selva y la costa de Ecuador. Investiga su forma de vida además de tratar de salvarle de la extinción.

 

Ruth Muñiz es bióloga. Nació en Galicia y se crió en Andalucía. Siempre le gustaron las rapaces. A los 15 años descubrió su vocación por las aves migratorias. Con sus padres se instaló en el estrecho de Gibraltar, una zona de paso de las aves de Europa hacia África y viceversa. Tenía al lado de casa una joya para la observación de fauna que le fascinó.

Cuando terminó la carrera universitaria se fue a Irlanda a trabajar en un proyecto de aves marinas. Posteriormente estuvo con las tortugas en Costa Rica y en Panamá- en un programa sobre el águila harpía-  donde conoció a Karla Aparicio, bióloga panameña comprometida desde 1994 con esta ave rapaz. Esto le abrió las puertas a su estudio. Pidió una beca y se fue a Ecuador.

La mayor parte de los nidos están en la Amazonia. Trabaja especialmente en el norte de Ecuador, frontera con Colombia, en una área protegida que se llama Cuyadeno. El acceso es en canoa.

El último trabajo lo desarrollaron más al sur, en la provincia de Pastaza, en el territorio Achuar. Es la selva mejor conservada de unas 700.000 hectáreas. Se llega tan solo en avioneta.

No se tiene mucha información sobre el águila harpía. Lo que sí sabemos es que la pérdida del hábitat es una de las razones que les está afectando en su conservación. Es una especie que necesita un espacio muy extenso y bien conservado para sobrevivir. Como cada vez hay más presión humana, estas águilas son las que más sufren.

El águila harpía cría en árboles grandes llamados ceibos, sobresalen por encima del dosel y esto le permite a un  águila tan grande hacer una plataforma donde el polluelo se pueda desarrollar. No abandona el nido hasta que tiene cinco meses. El nido lo siguen utilizando durante los siguientes dos años y medio.

Ruth Muñiz nos comenta la forma de localizarlos: “Es como buscar una aguja en un pajar. Se puede escuchar pero es muy difícil verlas. Siempre trabajamos con la gente local que son los que nos ayudan a encontrar las áreas de cría.”

¿Cómo es la vida del águila harpía una vez que remonta el vuelo?.

Ruth.- “En realidad no se conoce nada. Nosotros fuimos los primeros en el mundo que pusimos unos rastreadores satelitales en polluelos para saber qué sucede cuando éstos abandonan el nido. Hasta ahora sabemos que son águila monógamas, crían un polluelo cada tres años. Comen sobre todo osos perezosos y monos de gran tamaño. Son como un azor gigante, se posa de árbol en árbol escuchando a sus presas. En el último momento realizan un vuelo rápido y los enganchan por la espalda. Quiebran la columna vertebral del primate o hacen un hueco en el cráneo y lo matan en el momento.”

Ruth Muñiz ha tenido “el tremendo lujo” de estar al lado del águila harpía. Construyen unas torres en forma de andamios camuflados, como si fuera un árbol más. Se sitúan cerca de los nidos – tienen unos 35 o 40 metros de altura – para hacer las observaciones.

Ruth Muñiz intervino desde Quito en el programa de Radio Euskadi “Levando Anclas” el  jueves 1 de mayo de 2014.

 Puedes escuchar el audio del programa:

http://www.eitb.tv/es/radio/radio-euskadi/levando-anclas/1411324/2238340/aguila-harpia-en-ecuador/

 

 

 

 

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