Martín Ibarrola en la selva del oro sin ley.

Martín Ibarrola publica su primer libro como cronista de aventuras. Se trata de “La selva herida” en la que describe una incursión a la Amazonia de Perú en la compañía del explorador alavés Miguel Gutiérrez Garitano. La excusa era seguir a Juan Álvarez de Maldonado quien, a mediados del siglo XVI, fue en busca del mítico reino de Paititi, donde -según algunas leyendas-se habrían refugiado los últimos incas tras la llegada de los conquistadores españoles. Una tierra de oro y tesoros escondidos.

Martín y Miguel viajaron con un presupuesto limitado que no les permitió adquirir más que un par de kayaks hinchables con los que ingenuamente se dispusieron a remar por el indomable río Alto Madre de Dios. Tenían la intención de acercarse a comunidades indígenas mashco piro, una de las últimas etnias aisladas del planeta. La siguiente etapa los llevó a adentrarse en el corredor minero para documentarse sobre el terreno de la explotación ilegal de oro. Fueron testigos de la degradación ecológica unida a la social: pueblos sin ley ni justicia. La tercera y última fase, tenía como objetivo encontrar antiguas ruinas en la selva colindante con la triple frontera de Perú, Bolivia y Brasil. En su intento se perdieron por la jungla, quedaron a expensas del calor, la falta de agua y la presencia cercana de un jaguar.

Martín señala en la primera página de “La selva herida” que el lector se enfrenta con una historia de belleza, aventura y devastación.

Para hablar de la “Selva herida” del sur de Perú, Martín Ibarrola nos acerca al caserío familiar en el valle de Oma. De allí, ascendemos a uno de sus lugares predilectos, Koba Ederra. Amante de la espeleología, las cuevas son su cobijo ideal.

Hace una mañana soleada en un ambiente frondoso, lleno de silencio, muy apropiado para que Martín Ibarrola nos cuente los entresijos de “La selva herida”.

¿Por qué nos has traído a las puertas de Koba Ederra para llevar a cabo esta entrevista?

Aquí se está a gusto.

¡Y tanto que sí! Es un paraje especial ¿Forma parte de tu infancia?

Infancia, juventud y presente. Suelo venir aquí a dormir a la intemperie, también cuando hace frío polar. Es un refugio en el que desde dentro de la cueva ves llover. Para mí es un lugar paradisiaco, esto es un lujo.

Si te parece vamos a trasladarnos del valle de Oma a la Amazonia peruana, al río Madre de Dios que serpentea por los bosques tropicales del parque nacional de Manu. ¿Cómo se plantea una expedición al encuentro de la ciudad legendaria del Paititi y los pueblos mineros fuera de la ley?

Miguel Gutiérrez Garitano estaba obsesionado con el conquistador Juan Álvarez de Maldonado que fue uno de los primeros que trajo noticias del Paititi, una especie de reino mitológico muy al estilo de Eldorado pero en la vertiente peruana. Se dice que los incas se refugiaron con tesoros ante el avance de los españoles. Lo que realmente le interesaba a Miguel era la parte histórica, de cómo se crea el mito, además de emular la expedición de Maldonado.

Me gustó la propuesta y le dije: “¡Quiero ir contigo!” Además, me parecía el viaje perfecto porque la intención era ir de manera lenta que es como a mí me gusta, pues me permite conocer la zona, las diferentes problemáticas y hacer reportajes.

Miguel me respondió: “Pues perfecto”. A otros no les interesó la idea porque había que remar en kayak.

Adquiristeis dos kayaks hinchables. En el libro “La selva herida” escribes que un anciano del pueblo Atalaya -del cual zarpasteis- al observar que ibais a remontar el río Madre de Dios lanzó un funesto augurio en voz alta: “En esas balsas cabe el cajón de un muerto”.  ¿No era muy expuesto remar en unas embarcaciones tan frágiles ante tales corrientes, rápidos imprevistos y troncos a la deriva?

Los locales conocían bien el río y sabían lo que decían. Pero tuvimos mucha suerte con la climatología, se abrió una ventana de buen tiempo. Después de varios días, cuando dejamos el río, vimos a lo lejos unas nubes con rayos y comenzó a llover torrencialmente, en cuestión de unas horas el caudal arrastraba troncos. Imagínate la fuerza del Amazonas ante unos kayaks hinchables. Tuvimos suerte.

Vendimos los kayaks pues no podíamos continuar en esas condiciones.

¿Antes visitasteis comunidades indígenas ribereñas?

Bordeamos el territorio de los mashco piro. Me interesaban mucho porque es un fenómeno antropológico a analizar ya que están muy aislados y sin embargo colindan con otras comunidades indígenas que han empezado a sumarse al mundo tecnologizado. Estábamos en un lugar de choque entre unos seres que hablan una lengua olvidada, que van desnudos pero que, por otro lado, empiezan a desear machetes, ropa y otros objetos coetáneos. Me atrae cómo se gestiona ese contacto.

Ahora mismo las autoridades peruanas practican una política de no contacto, pero son los propios indígenas los que están saliendo. Se da este dilema que es muy complejo y difícil de abordar. Cuando fuimos nosotros habían matado a tres personas a flechazos.

Es fantástico el Paititi, la Amazonia tan deslumbrante, el río Madre de Dios, la historia de Juan Álvarez de Maldonado, pero os topasteis con una cruda realidad, las ciudades mineras. ¿Es como pasar del paraíso al infierno?

Lo que más me llamaba de la expedición de Miguel Gutiérrez Garitano es que la ruta coincidía geográficamente con un montón de conflictos y realidades, todas muy sugerentes. O sea, en la misma región coinciden las comunidades indígenas y el choque con la modernidad, científicos que investigan en los últimos resquicios de selva virgen, con lo más salvaje de los pueblos mineros, corrupción, trata de personas y deforestación.

¿Cómo fue la visita a la ciudad minera de Boca Colorado? ¿Qué tipos de personajes se refugian en este lugar?

Dormimos en un alberge en donde las prostitutas llevaban a sus clientes. Tuvimos una nana de gemidos terribles toda la noche. Para evitar asaltos hacían barricadas con muebles encadenados.

En Boca Colorado se mezclaban soldadores escuchando reguetón a fuego, con vendedores de oro, con trata de blancas camuflada con prostitución y todo ello sin policía.

Por la carretera Interoceánica llegasteis a una población sin nombre conocida como La Pampa.  Escribes: “Entre los kilómetros 98 y 117 había una ciudad hecha de chapa, oro y sangre”.

El máximo exponente de la minería descontrolada es La Pampa. Los mineros ilegales fueron haciendo asentamientos que ni tan siquiera están registrados, son territorios fuera de la ley sin ningún tipo de autoridad, sin censos, con desapariciones, asesinatos, fosas comunes. Tuvimos la “suerte” de que el ejército estaba interviniendo en un campamento minero cercano y las calles estaban bastante tranquilas, pero comprobamos el desastre social que supone, unido a la devastación ecológica. Donde debería haber bosque espeso y lleno de vida, hay desierto en kilómetros y kilómetros de arena, aceite y gasolina.

¿El oro saca lo peor del ser humano?

La minería mueve muchísimo dinero. Perú se encuentra entre los primeros productores de oro de Latinoamérica, el 30% proviene de la actividad ilícita, es decir, de la minería ilegal. Esto crea epicentros de delincuencia, corrupción, explotación sexual. Básicamente todos los instintos bajos del ser humano coinciden con esa búsqueda del oro.

Es curioso que muchos buscan el Paititi en esta zona, realmente el mito tenía razón.

Siguiendo los pasos de Juan Álvarez de Maldonado llegasteis hasta la triple frontera de Perú, Bolivia y Brasil. Fue la última parte de la expedición en la que intentasteis encontrar unas ruinas incas.

Estuvimos 3 días caminado 10 horas diarias por la selva. Nos deshidratamos, fantaseábamos con bebidas azucaradas y Miguel tenía los pantalones hechos jirones. En la parte brasileña se acercó un jaguar. Acabamos perdidos, pero fue una aventura maravillosa.

¿Alguna vez tuvisteis la sensación de estar al límite del mapa?

Constantemente, pero no tanto desde el punto de vista romántico del vacío del mapa sino de estar en un lugar remoto habitado por gente olvidada.

¿” La selva herida” es la crónica de una expedición a la Amazonia en busca de la belleza y el encuentro con la desolación?

No quería que el libro expresara pura devastación, pero irremediablemente el río te arrastraba hacia un territorio sin ley ni justicia. Sin embargo, el último capítulo lleva el título de “La canción de los mineros sensibles”. Conocimos a dos de ellos que hubieran cambiado todo el oro del mundo por cantar en un estadio y por escribir unas poesías a sus musas.

“La selva herida”, edita Pepitas de Calabaza.

Esta entrevista se encuentra traducida al euskera y publicada en la revista de viajes Bidaiari de abril 2023.

También hemos realizado un video en el que entrevisto a Martín Ibarrola. Este es el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=Eu6nXs-WNI8&t=51s

Si queréis ver más entrevista a viajeros este es mi canal de You Tube: https://www.youtube.com/channel/UCUKdNTuwc7_M1xAl3JwyE5g

 

1 thought on “Martín Ibarrola en la selva del oro sin ley.

  1. Ignacio J. March Mifsut

    Me llamo Ignacio y he escuchado varios de tus programas del Podcast Levando Anclas. Fantásticas historias. Soy un gran fan de todo lo que tenga que ver con el mundo de la Exploración a través de los siglos.

    Te comparto un artículo que escribí sobre mi Tio Bisabuelo, el explorador vasco Enrique de Ibarreta, y que pienso puede ser de tu interés.

    https://we.tl/t-JFBJFoCJSD

    Un abrazo desde México y mis más sinceras felicitaciones por tu gran programa.

    Ignacio.

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