José Eladio Santacara, en la carretera sin fin.

José Eladio Santacara era un gran trotamundos originario de Carcastillo (Ribera Navarra). Cantidad de veces le entreviste para los programas de Radio Euskadi “Levando anclas” y “La casa de la palabra”. Algunas de ellas eran conexiones desde los lugares más variopintos mientras recorría mundo con su furgoneta “Ibiletxe”. Otras muchas veces tenía la gentileza de visitarnos al estudio. Siempre amable, sonriente, algo tímido y reservado, pero con una sensibilidad a flor de piel. Autor de dos libros en el que recoge sus andanzas de cientos de miles de kilómetros cruzando todos los continentes, algunos de ellos varias veces. Residió en China donde aprendió el idioma. Sus mayores aventuras las realizo después de jubilado. Antes de las pasadas navidades, salió en los medios de comunicación que había desparecido mientras conducía la furgoneta. Apareció sin vida en Madrid. Dormía plácidamente en su cama. Quise recordar a José Eladio, me fui a Carcastillo para compartir con su familia. Grabe un video y publique en la revista “Bidaiari” de este mes de mayo (2023) un artículo que lo transcribo en El blog de Roge.

José Eladio Santacara partía del portal de su casa en Carcastillo -Ribera navarra- para conducir por carreteras sin fin. Dio tres vueltas al mundo, dos de ellas con su fiel camioneta a la que llamo “Ibiletxe” y otra con mochila. Además, con esta furgoneta bordeó el continente africano, visitó toda Europa y en otra ocasión fue hasta Ulán Bator (Mongolia) para regresar a Carcastillo.

También pasó largas estancias en China aprendiendo el chino mandarín. Hizo tres veces el Camino de Santiago en bicicleta e innumerables salidas de menor cuantía.

José Eladio Santacara era ingeniero de telecomunicaciones, profesor de tecnología y políglota. De joven condujo un automóvil Morris hasta Escandinavia y la Unión Soviética. Una vez que se jubiló emprendió la primera vuelta al mundo en la que empleó 1059 días entre 2003 y 2006. Fueron 150.000 kilómetros al volante por 59 países.

Al proyecto lo denominó “Los cinco continentes a través de la música”. Se acompañó del txistu, un acordeón y el trombón de varas. Recopiló, grabó y archivó ritmos y melodías de infinidad de culturas.

También autoeditó dos libros de sus aventuras: “Efectivamente, la tierra es redonda” (2018) y “África, madre olvidada y maltratada” (2020).

José Eladio falleció por muerte natural con 77 años en diciembre de 2022 en Madrid. Se encontraba durmiendo en el interior de Ibiletxe mientras realizaba un nuevo viaje por la península Ibérica.

Para recordarle nos fuimos a Carcastillo con el fin de compartir con su familia, hermanas y sobrinos, y rememorar momentos fundamentales de su vida aventurera. Asimismo, tuvimos la oportunidad de conocer a Ibiletxe, protagonista junto a José de increíbles viajes sin fin.

Al día siguiente de nuestra visita, el 19 de marzo, le brindaron un homenaje amigos y amigas llegadas de todas las geografías, no faltó un aurresku y vibrantes jotas.

A José le he hecho muchas entrevistas a lo largo del tiempo para el programa de Radio Euskadi Levando anclas. Recupero por escrito un par de ellas, que hacen referencia a la publicación de sus dos libros.

En 592 páginas recoges tu primera vuelta al orbe con Ibiletxe, de Carcastilo a Carcastillo ¿Sabías a lo que os exponíais para verificar sobre el terreno que, efectivamente, la tierra es redonda?

Ahora estamos acostumbrados, pero al principio no sabíamos lo que iba ocurrir y sucedieron muchas cosas impensables. Trabajo y penalidades no me faltaron.

¿Han sido muchos kilómetros?

Una barbaridad, normalmente se suelen hacer vueltas al mundo de 100.000 o 120.000 kilómetros, pero la mía fue de 150.000 kilómetros más 30.000 que hice mientras Ibiletxe se embarcaba en cargueros y yo aprovechaba para moverme con la mochila. Solo en Australia fueron 20.000 kilómetros, que se dice pronto.

¿Por qué has sentido la necesidad de escribir un libro y dejar constancia de tu primera vuelta al mundo?

Digo en la contraportada que nadie nos exige ser viajeros, pero sí se debe tener la obligación, al menos moral, de dar a conocer lo que hemos visto, vivido y a veces sufrido.

¿Has tenido muchos percances?

Varias veces daba a Ibiletxe por perdida. En Paquistán la metí en la nieve sin estar preparada y rompí el embrague. Como son viajes de aventura y supervivencia eres consciente de a lo que te expones. Si Ibiletxe desaparece pues ¡qué le vamos hacer! Habrá que buscar un plan b. Gracias a Dios Ibeletxe sobrevivió.

Si, pero tuviste buenos sustos como por ejemplo cuando te metiste en una playa en Costa Rica y subió la marea.

Las puestas de sol son maravillosas en todos los sitios, especialmente en Costa Rica. Estaba en una playa virgen, desierta y sin pensar dije: “¡A por ella!” La furgoneta se hundía en la arena entre hojas de palma, saqué las fotos y para estos casos me ayuda recordar el refrán vasco “gero gerokoa” (“el luego después”). Comencé a actuar poniendo dos gatos en las ruedas delanteras, pero como mucho avanzaba medio metro. A duras penas conseguí avanzar 6 metros. Se hizo de noche y la marea avanzaba. Pensé amarrar a Ibiletxe a un árbol. Había muchos cangrejos que me pasaban por la cara cuando estaba tumbado levantando las ruedas. Tras 8 horas en esta operación nos pudimos salvar, pero terminé destrozado. Es parte de las exigencias de un viaje de estas características.

En tu primer tour por el mundo y más tarde con la prolongación de la vuelta a África llevabas el proyecto “Los cinco continentes a través de la música” ¿Por qué te interesó recopilar sonidos del mundo?

Soy músico aficionado. Me llevé el txistu, el acordeón y el trombón de varas, quería darle un contenido musical y decidí hacer un archivo de músicas populares. Cuando dejé Grecia creí que ya estaba hecha la mayor parte del trabajo, pero me confundí porque lo mejor estaba por llegar, por ejemplo, en Siria, descubrí a la cantante libanesa Fairuz.

¿Querías desprenderte de la cultura europea para que te entraran otras músicas y ritmos?

Llevaba en la cabeza quitarme el eurocentrismo. Cuando estás en el extranjero te percatas de que es estúpido e idiota. Quería revindicar otras culturas, que nadie es más que nadie. Por resumir, era un europeo que va desmitificar a Europa y decirle al mundo “no somos más que vosotros”.

¿Cómo te fue por América?

Así como en Asia aparcaba para descansar en donde me daba la gana, en América no sucedía lo mismo, tenía que andar con mucho cuidado y por eso buscaba gasolineras, lugares con muchos camiones o incluso al lado de cuarteles de policía, aunque a veces temía que podía ser peor.

No me robaron, pero en Argentina me aconsejaron que no parara en los semáforos en rojo pues me podían atracar. Sí, Sudamérica y Centroamérica se hacen duros, y en Norteamérica según les dé. Por ejemplo, no tuve ningún problema para pasar la frontera de Tijuana y en cambio en la de Canadá a Estados Unidos me registraron todo sin el más mínimo respeto, me trataron como cualquier cosa.

En tu libro “África, la madre olvidada y maltratada” recoges 14 meses rodando con Ibiletxe – tu querida furgoneta Volkswagen Transporter de 2002- atravesando 32 países entre 2007 y 2009 ¿Cómo llegas a la conclusión del título que das al libro?

Resume mi pensamiento sobre este continente que es en donde están los orígenes del homo sapiens. Cuando el hombre blanco llegó en el siglo XV no reconoció a su madre y se dedicó a maltratarla con la trata de esclavos y más tarde con la colonización. Lo he podido comprobar porque mis viajes son muy a ras del suelo. Suelo decir que la mayor desgracia de África es que no es dueña de su destino.

Escribes en la solapa del libro que no se te ocurriría aconsejar a nadie que diera la vuelta a África.

En las condiciones que yo fui es tener todos los boletos para no volver a casa. La camioneta no estaba en condiciones. Es de tracción delantera, las ruedas no están muy elevadas y son relativamente pequeñas. Pero bueno, me pudo el corazón. Me dije: “Voy a África” y me fui.

Es una experiencia tremenda. Es casi todo tropical, con dos estaciones, una época de lluvia y otra seca. A veces las carreteras no existen y te embarras. En el Congo puse las cadenas de nieve en las ruedas delanteras, di por perdida a Ibiletxe en numerosas ocasiones.

Luego esta el tema político, hay algunos gobiernos que no controlan todo el país. Por ejemplo, en el Congo Brazzaville pasé un control del ejército y no me cobraron, pero me advirtieron que a 40 kilómetros había otro de la guerrilla que sí lo hacía. Cuando me acerqué, aceleré y les dejé con la metralleta en la mano.

Lo último que un viajero quiere encontrarse en la selva son los niños de la guerra. A mí me tocó y, a dar gracias porque pude salir. Lo de pagar el dinero fue lo de menos. Sí, África es una aventura constante y seguirá siendo por mucho tiempo.

¿Relatas que el único accidente que has tenido en tu vida fue en Tanzania?

Conducía tranquilo por un camino de tierra y de repente se me echó encima un coche que venía de frente, fue imposible evitarlo. Ibiletxe quedó bastante destrozada. Cuando hice el atestado, los policías me aseguraron que el dueño del coche era pobre y no me podía pagar la avería. Pero de pobre no tenía nada, llevaba las dos manos llenas de anillos y el coche era bueno, pero posiblemente no llevaría seguro. Así que tuve que pagar todo.

Llevé la furgoneta al taller en Dar es-Salam. El local era curioso porque de día reparaban coches y a la noche se reconvertía en un restaurante. Tengo un buenísimo recuerdo de aquel sitio pues les ayudaba a pelar patatas y preparar pollos que estaban riquísimos. Hay que meterse en la mentalidad africana y en su forma de vida y ¡tirar para adelante!

Texto: Roge Blasco

El video lo podéis ver: https://www.youtube.com/watch?v=BxSE1Waimbg

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