Archivo por días: 3 mayo, 2010

El Barcelona y el Atlético de Madrid, entre la muerte por éxito y la gloria agonística

El fútbol, además de metrosexuales en pantalón corto, estarlettes de pechuga neumática y colegiados sin arbitrio, tiene estas cosas.

Con estas cosas me refiero que el mejor equipo del mundo hace dos meses puede entrar en crisis absoluta esta misma semana y que otro que estaba para apuntillarse en el descenso hace un trimestre puede convertirse ahora en el único con acceso a dos trofeos de prestigio.

Si, el Barcelona es ahora mismo, tras la enorme erección de la pasada temporada, un equipo futbolísticamente pitopausico. A pesar de su reciente resultado ante el Villareal, exhibe últimamente un juego morcillón, flaccido, se les ve que han leído el KamaSutra del balón, pero que les falla fuelle para ponerlo en práctica. Es como si tras tanto éxito hubieran perdido estímulo y estuvieran ya dispuestos a probar otras cosas: por ejemplo, la derrota. Guardiola se va a ver obligado de aquí al final de la liga a llenar el vestuario blaugrana de pornografía del éxito, muestras de gloria hardcore y sadomasoquismo goleador. Porque está claro que a sus chicos ya no les pone una victoria sin más. El riesgo es el hundimiento total bajo las ruinas de sus propios récords de hace menos de un año.

Y lo peor de todo. El obstáculo más duro al que les resta enfrentarse es el Valladolid de Javier Clemente. El Víktor Von Frankestein de Baracaldo ha logrado, con su chispa, que el cadáver pucelano ande. En las noches de tormenta, la afición blanquivioleta puede ver a Clemente en el balcón de su casa a orillas del Pisuerga, gritando con los brazos en alto: “Viveeeeeee, viveeeeee”.

El Vlladolid, la criatura revivida del dr. Frankenstein de Baracaldo, amenaza el futuro del FC Barcelona

El Valladolid, la criatura revivida del dr. Frankenstein de Baracaldo, amenaza el futuro del FC Barcelona

Claro que Clemente no es solo un Víkctor Von Frankestein del fútbol. Es también Mourinho antes de Mourinho. Es un experto en tácticas defensivas, en concentrar la presión mediática sobre su persona o su figura salvando a su plantilla, el inventor de las declaraciones explosivas, el amo de calentar un partido de manera que sirva para motivar a sus chicos. Mourinho es un cadete comparado con Clemente. Y si algo necesita Javi ahora es salvar al Valladolid, ganar al Barcelona y reverdecer su prestigio. Y gritar “Viveeeeee” pero en referencia a su propia carrera. Lo puede hacer.

El caso contrario es el del Atlético de Madrid. Los colchoneros han vivido al filo del abismo. Como les gusta. Y ahora, apesar de su derrota liguera ante el Sevilla, están en dos finales a las que han llegado de manera agónica: la de la UEFA y la de la Copa. Agonizando en cada partido. Tras tanta agonía están más vivos que nunca.

Estás, además de los metrosexuales en pantalón corto y las estarletes de pechuga neumática, son las cosas del fútbol. Otro día les contaré del Fulham, el equipo inglés que se enfrentara al Atelético por la UEFA y que cuenta con Bobby Zamora, el Gaizka Tokero británico.

El Barcelona-Inter, la victoria del nihilismo balompédico frente al vitalismo futbolítico

Aunque ya no toque, permítanme que escriba del Barcelona-Inter de la Champions. Partido, por decir algo, porque en realidad fue entero. Entero en lo que a coñazo como a espectáculo se refiere y en cuanto a dominio del Barsa también.

Ocurrieron varias cosas sorprendentes durante el Barcelona-Inter. La primera es que la falta más reiterada que el árbitro pitó contra los defensas del BarÇa fue…el fuera de juego. O sea, cuando los defensores del Barcelona retrocedían, la mayoría de las veces fue por no quedar en fuera de juego.

Con eso se lo digo todo. Y les añado que los defensas centrales azulgranas dispararon más veces contra la portería rival, que los dos delanteros centros del Inter.

Todo el partido de vuelta de las semifinales de la Champions se disputó en una franja de terreno de 3 metros de largo y 50 metros de ancho. Si, han leído bien, 3 de largo y 50 de ancho. Nunca he visto nada parecido. El Inter dispuso una empalizada sobre la línea frontal de su propia área grande, y tres metros más adelante cavó un foso. Todo el juego, con la pelota del Barcelona y sin ella del Inter, se desarrolló, por decir algo, en ese foso minado.

Eso si, Mourinho compuso una alineación con dos delanteros centro peligrosísimos: Diego Milito y Etoo. Dos hombres gol, expertos en jugar de espaldas o de cara a la portería. Y lo hicieron. Se pasaron todo el encuentro a escasos metros de la línea de gol…que guardaba su portero. La posición de Etoo y Milito fue la de laterales defensivos. De manera que Zanetti y Maicon se posicionaban como centrales, Lucio de libre y Samuel de marcador.

El central argentino del milanista, Walter Samuel, posicionándos en el centro de su área durante el Barcelona-Inter

El central argentino milanista, Walter Samuel, posicionándose en el centro de su área durante el Barcelona-Inter

Estaban los del Inter tan concienciados en la defensa, en el catenaccio, la pérdida de tiempo y el mantenimiento del dispositivo de retaguardia que la primera vez que Diego Milito se vió con la pelota y espacios…corrió a buscar el banderín de córner para perder tiempo. Y eso fue como en el minuto quince de la primera mitad. Sin, embargo el hecho de que los dos laterales defensivos del Inter llevaran escrito en la espalda de sus camisetas los nombres Milito y Etoo, obligó a Guardiola a mantener muchas precauciones defensivas durante demasiado tiempo. Quizá durante 75 minutos. Etoo y Milito fueron en realidad cuatro futbolistas, dos defensas reales y dos atacantes virtuales cuya única amenaza era su prestigio. Fue por este motivo por el que la expulsión de Thiago Motta prácticamente no se notó. El Inter seguía con 10 futbolistas reales y dos virtuales sobre el terreno: total, doce.

Pero el verdadero jugador ofensivo del equipo lombardo disputaba el partido fuera del rectángulo. Jose Mourinho ganó a su tocayo Guardiola varios desafíos: el táctico, el estratégico y el filosófico. De los dos primeros ya he hablado, y del filosófico cabe señalar que el nihilismo del portugués desarmó el vitalismo del catalán. El no-fútbol es también fútbol. Hay que conocer a fondo el fútbol para plantear un no-fútbol.

Mourinho no expuso un partido de presión, patadas y pelotazos. Fue aún más minimalista. No hubo presión hasta esa franja de 3 metros de largo por 50 de ancho. No hubo patadas, sencillamente porque los Interistas no llegaron a disputar el balón a los azulgranas hasta dentro de su área, y ahí no valen las patadas. Y no hubo pelotazos por la simple razón de que no había a quien mandar esos pelotazos. Así que los milaneses salían con la bola corriendo fuera del campo. O se caían al suelo, repentinamente atraídos por la ley de la gravedad.

Así fue como el mejor equipo de fútbol del mundo, que contaba sobre el césped de su estadio con varios de los más determinantes jugadores del universo, se aburrió de atacar a una barrera móvil.

El no-fútbol, el nihilismo balompédico de Mourinho y su Inter, pasó por encima del club más alabado de la última década. El no-fútbol planteará su discurso silencioso en la final del campeonato por clubs más prestigioso del momento.

Guardiola hasta hace poco orinaba colonia. Desde lo del Inter es vinagre. Y puede ir a peor. Queda la lejía de la liga. Durante tres partidos más.

Volvemos al campo base chino

Ayer bajamos desde el Campo Base Avanzado (6.400 m.) al Campo Base Chino (5.200). Ya tenemos una serie de campamentos y depósitos de material a lo largo de la ruta. Se supone que estamos razonablemente aclimatados después de haber dormido a 7.600 m. Ahora vamos a estar unos días abajo recuperándonos antes de intentar l a cumbre.

El día de descenso amanece con una nevada de 20 cts., nevando y con viento. El CBA está intratable y más bien parecíamos ratas abandonando el barco. El descenso es una especie de demencial porteo inverso. Bajamos con un mochilón en un día lo que a la subida habíamos hecho en dos días con ayuda de yaks. Ir bajando con ese mochilón, de espaldas a la montaña produce una sensación extraña, como de estar volviendo a casa, como que se hubiera acabado la expedición.

Parece mentira pero llevamos 12 horas en el CBC y el cuerpo ya ha notado un poco más de oxígeno y un poco más de calor. Hacía tres semanas que no me encontraba así de bien. Ahora es cuando te das cuenta hasta que punto cada día en el CBA te estás consumiendo, te estás muriendo cada día.

Debo reconocer que estaba equivocado. Yo pensaba que quizás no merecía la pena bajar. Una caminata de un día entero de bajada y otro de subida para bajar sólo 1.200 metros… pero es evidente que merece la pena. Cada día aquí renaces. Hay que cargar las baterías.

De hecho, si los 7.600 metros del Campo 2 hubieran sido la altura de una montaña, hubiera vuelto a casa, me hubiera tomado un mes de descanso deportivo y me hubiera dedicado a engordar. Así que eso es lo que vamos a hacer ahora durante una semana, descansar y engordar después de una altura de 7.600 metros, y antes de intentar el Everest.