Andoni Gago, Otxarkoaga en los puños

Andoni Gago, con su barrio al fondo (Foto de David de Haro para DEIA)

Andoni Gago, con su barrio al fondo (Foto de David de Haro para DEIA)

Andoni Gago no es un tipo de aspecto fiero. Ronda los 61 kilos de peso y no pasa del metro sesenta y cinco de altura. Su cuerpo no muestra una tremenda masa muscular, ni está cubierto de tatuajes. Lleva un corte de pelo normal y viste como un chico de barrio. Si se parece a algún personaje famoso es a Andrés Iniesta. Menudo, pálido, liviano…

Pero a Andoni Gago le conocen como “El Macho”. Es uno de los escasos boxeadores profesionales vascos en activo y casi el único vizcaíno. En realidad hay alguno más, pero boxea muy poco. Andoni, en cambio, debutó hace un año y ya acumula 6 combates que ha saldado con cuatro victorias y dos nulos muy discutidos. No conoce la derrota como profesional. Hace unos días se subió de nuevo al ring. Era uno de los platos fuertes de la velada que tuvo lugar en el Frontón Bizkaia de Bilbao. Cruzó guantes con Iván Ruiz Garrido “El Trueno”, un púgil de Barcelona que precedía a Andoni en el ranking nacional. Venció el boxeador bilbaíno, que se encuentra ya a las puertas  de los puestos de honor del escalafón. Y eso abre el futuro a nuevos retos.

Trabajo duro

Gago entrena antes y después de trabajar en un almacén de distribución de licores. Las 16 cuerdas no dan para ganarse el pan. Pero cuando entrena, sobre todo cuando se encamina al ring la noche del combate, algo cambia dentro de Andoni. El trecho hasta el cuadrilátero lo salva Gago a pasitos cortos y rápidos, cadenciosos. Y ya no para hasta que vuelve a entrar al vestuario. Solo avanza, finta y lanza manos, avanza, finta, lanza manos, avanza… Sus rivales saben que eso es lo que les espera. Y, de momento, ninguno ha sabido pararle.

 Andoni Gago, sobre el ring el pasado 1 de febrero (Foto de Iñaki Mendizabal)

Andoni Gago, sobre el ring del Frontón Bizkaia el pasado 1 de febrero (Foto de Iñaki Mendizabal)

El motor de Andoni Gago está más allá del entrenamiento, los abdominales, las pesas, la nutrición, la mentalización y todo eso. A Gago le importa poco sufrir sobre la lona. A él no le asusta el sufrimiento. Lo conoce bien.

Nació hace 27 años en Otxarkoaga. Entonces ese barrio de Bilbao ya había dejado de ser la favela del Botxo para empezar a tener condiciones urbanísticas y de equipamientos más o menos decentes. Pero seguía siendo una de las zonas más duras de la península. Cada primavera los descampados florecían de jeringuillas y de esqueletos quemados de coches que habían sido robados en cualquier sitio. Un cuajado vecino del Bronx neoyorquino, o un nativo de las afueras de Carabanchel, hubiera tenido que estar muy curtido para no pasar sus apurillos en las calles de Otxarkoaga.  Y ahí le salieron los dientes a Andoni Gago. Algo en su mirada cuenta que también se le pelaron los nudillos en las plazoletas del barrio mucho antes de saber que iba a ser boxeador profesional.

Gago se lanza al ataque ante Kiko Amarillo en Barcelona

Gago se lanza al ataque ante Kiko Amarillo en Barcelona

Andoni Gago es ahora un orgulloso padre de familia, trabajador y deportista profesional. Un tipo tranquilo, liviano y discreto que recuerda a Andresito Iniesta. Pero cuando se dirige al ring la cosa cambia. En ese trayecto a Andoni Gago se le llenan los guantes. Se le llenan de Otxarkoaga. Y con Otxarkoaga en los puños pegas como si tuvieras un yunque en cada mano. Otxarkoaga no se entrena, ni se  puede mentalizar, ni asimilarlo al hacer pesas. Lo has vivido o no.

Por eso Andoni Gago dice de si mismo que, entre las cuerdas, es un guerrero. Alguien capaz de repetir como un mantra que no hay dolor y que la única alternativa es seguir adelante, con pasitos cortos, sacando esas manos cargadas de Otxarkoaga, sin parar, hasta que el árbitro te levante el puño.

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