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Arjen Robben, el diamante que confundieron con cristal

Alguien en las oficinas del Bernabeu debe estar masticando ceniza.

Tres años buscando un abrelatas y a estas alturas está más que claro que el abrelatas era holandés y lo vendieron al inicio de esta temporada. El florentino Real Madrid hace esas cosas.

Arjen Robben descoyuntó él sólo a los 10 atletas del Olimpique de Lyon, esos que juegan delante del gran portero llamado Llorís y que fueron un muro para los blancos en la Champions. Robben, el futbolista duro como el cristal, fue un martirio en el partido de ida de la Champions para el Olimpique hasta cuando su equipo, el Bayern de Munich, se quedó con un jugador menos en el primer tiempo por la expulsión de Ribery.

Decían la pasada temporada en Madrid que sólo había una cosa en el club más frágil que el cerebro de Guti: las piernas de Robben. Y eso es mucho decir. En esa premisa, y en la necesidad de recaudar, justificaron el traspaso del tulipán. Así, casi en helicóptero y untado en una rebanada llegó el delantero a Munich.

El siempre positifo Louis Van Gaal ha montado una estructura de nueve percherones, con sus raíles, sus orejeras y sus bridas, en torno a Robben. Los percherones tienen la misión de guardar las espaldas del holandés, de transportar el balón hasta sus pies y de desbrozarle el camino por delante. Por ejemplo, una y otra vez, los dos laterales del Bayern suben la banda, sin esférico y con pocas esperanzas de olerlo, su misión consiste casi exclusivamente en llevarse un defensor hasta el banderín de córner para que Robben tenga un cono menos en su ruta al área.

El diamante cuando era de cristal. Está claro que algo le pinchaba

El diamante cuando era de cristal. Está claro que algo le pinchaba

El resto lo hace este tipo que decían que era de cristal y que resulta un diamante. Es capaz de cortar cualquier defensa. Dibuja tajos diagonales, verticales y hasta horizontales. Por esos tajos se desmoronan los rivales. Nadie es capaz de adivinar si diblará hacia la portería, si disparará de lejos o si pondrá un esférico meloso entre la línea de gol y el corpachón de alguno de los percherones sin herraduras que le acompañan.

Es el sacacorchos perfecto. Una broca con punta de diamante que confundieron con vidrio en Madrid. A esto se añaden dos efectos sicológicos. El primero el de la confianza plena de sus compañeros: todo el Bayern sabe que puede apoyarse en ese diamante mientras esté en el césped. El segundo el del pánico de los rivales: se vuelven de cristal cuando la punta de la bota de Robben contacta con el cuero.

Por lo que vi ante el Olimpique, y corriendo el riesgo de equivocarme, creo que los de Munich son firmes candidatos a llevarse la Champions. Se comportan como la clásica maquinaria pesada de acero de Krupp con el añadido del destello del holandés. Son un acorazado que lleva delante un berbiquí con punta de diamante. Y no tienen miedo, porque el mejor abrelatas juega en su equipo.

Ahora sigue habiendo en el Real Madrid una cosa más frágil que el cerebro de Guti: y es el prestigio de la Dirección Deportiva del Club.