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Salvemos el Arco de San Mamés

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“¿Has oído hablar del fútbol?” Quiero pensar que un viejo minero preguntó esto su joven ayudante hace muchas décadas al fondo de una mina de hierro. Quizá en Gallarta. O en Galdames.

minerosEl chaval pudo no escuchar la cuestión de veterano debido al fragor del trabajo en la veta. En la galería suenan los picos arrancando el mineral de la tierra, suenan las palas levantándolo a los vagones, suenan los caballos al arrastrarlos. De vez en cuando suena la dinamita abriendo una brecha en alguna galería gemela. Pero, sobre todo, suena la respiración de los mineros, sus canciones, los juramentos, las toses…

En el calor del túnel huele al ocre óxido, que es un olor parecido al de la sangre, y a sudor, a carburo ardiendo, a ropa sucia de mahón y a boñigas.

Allí abajo se ve poco a pesar de las lámparas. Los pottokas que arrastran los vagones se quedan ciegos pronto y nadie lo lamenta. Si alguno se despeña, habrá asado de caballo para cenar. Porque a los pocos días de cobrarla, la paga se ha olvidado. No hay para carne, ni para vino. Solo para pan. Poco. Y para bacalao seco del que roban los estibadores del puerto y patatas.

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Al volver a la penumbra del anochecer, fuera de la galería, el viejo minero vuelve a preguntar a su ayudante: “¿Has oído hablar del fútbol?”. La gente en las minas juega a los naipes, a los bolos y a lanzar la palanca. Para encontrar un frontón hay que bajar al valle. Y no sobra tiempo.

El chico mira al veterano picador y le responde que si, que ha oído hablar del fútbol. Que algún sábado ha visto jugar a los ingenieros ingleses y a los peritos en una campa allanada cerca de la bocamina. Y que le han llamado para jugar, de portero lo llaman, con ellos. Bajo unos palos. Es fácil, explica el chico, sólo hay que agarrar una pelota grande.

Le han dicho que en Bilbao lo juegan en un césped que se cuida para eso. Y que vienen gentes de otros sitios, de Irún, de Asturias y de más lejos, para disputar partidos.

Al chico le gustaría ponerse algún día bajo los palos allí.

A mi me gustaría, y perdonen que me ponga sentimental, que ese chico lo hubiera conseguido. Y también que el hierro que extrajo de la galería esos días terminara formando parte de la matería prima de la que se forjó, mucho después, el arco de San Mamés.

imagesQué quieren que les diga. Si el hierro para el acero del Arco de San Mamés no lo sacó este chico, seguro que lo extrajeron otros muchos como él. Y lo fundieron otros en los altos hornos. Y forjaron el acero unos terceros. Y lo colocaron otros más.

Sólo por eso, se debiera conservar el Arco de San Mamés. Y porque el hierro que vuela es un símbolo del Athlétic. Porque es el puente que une el pasado y el futuro de San Mamés. Porque se trata de un icono de Bilbao. Y también del fútbol.

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Salvemos el Arco de San Mamés

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“¿Has oído hablar del fútbol?” Quiero pensar que un viejo minero preguntó esto su joven ayudante hace muchas décadas al fondo de una mina de hierro. Quizá en Gallarta. O en Galdames.

minerosEl chaval pudo no escuchar la cuestión de veterano debido al fragor del trabajo en la veta. En la galería suenan los picos arrancando el mineral de la tierra, suenan las palas levantándolo a los vagones, suenan los caballos al arrastrarlos. De vez en cuando suena la dinamita abriendo una brecha en alguna galería gemela. Pero, sobre todo, suena la respiración de los mineros, sus canciones, los juramentos, las toses…

En el calor del túnel huele al ocre óxido, que es un olor parecido al de la sangre, y a sudor, a carburo ardiendo, a ropa sucia de mahón y a boñigas.

Allí abajo se ve poco a pesar de las lámparas. Los pottokas que arrastran los vagones se quedan ciegos pronto y nadie lo lamenta. Si alguno se despeña, habrá asado de caballo para cenar. Porque a los pocos días de cobrarla, la paga se ha olvidado. No hay para carne, ni para vino. Solo para pan. Poco. Y para bacalao seco del que roban los estibadores del puerto y patatas.

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Al volver a la penumbra del anochecer, fuera de la galería, el viejo minero vuelve a preguntar a su ayudante: “¿Has oído hablar del fútbol?”. La gente en las minas juega a los naipes, a los bolos y a lanzar la palanca. Para encontrar un frontón hay que bajar al valle. Y no sobra tiempo.

El chico mira al veterano picador y le responde que si, que ha oído hablar del fútbol. Que algún sábado ha visto jugar a los ingenieros ingleses y a los peritos en una campa allanada cerca de la bocamina. Y que le han llamado para jugar, de portero lo llaman, con ellos. Bajo unos palos. Es fácil, explica el chico, sólo hay que agarrar una pelota grande.

Le han dicho que en Bilbao lo juegan en un césped que se cuida para eso. Y que vienen gentes de otros sitios, de Irún, de Asturias y de más lejos, para disputar partidos.

Al chico le gustaría ponerse algún día bajo los palos allí.

A mi me gustaría, y perdonen que me ponga sentimental, que ese chico lo hubiera conseguido. Y también que el hierro que extrajo de la galería esos días terminara formando parte de la matería prima de la que se forjó, mucho después, el arco de San Mamés.

imagesQué quieren que les diga. Si el hierro para el acero del Arco de San Mamés no lo sacó este chico, seguro que lo extrajeron otros muchos como él. Y lo fundieron otros en los altos hornos. Y forjaron el acero unos terceros. Y lo colocaron otros más.

Sólo por eso, se debiera conservar el Arco de San Mamés. Y porque el hierro que vuela es un símbolo del Athlétic. Porque es el puente que une el pasado y el futuro de San Mamés. Porque se trata de un icono de Bilbao. Y también del fútbol.

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