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Del mail-runner al Thuraya

Por Ramón Olasagasti

Juan, Alberto y Mikel recuerdan con nostalgia aquellas primeras expediciones de principios de los 90 en las que los mail-runners corrían valle arriba y abajo con la correspondencia que llegaba de casa o salía del CB camino de los hogares de familiares y amigos. En muy pocos años, los mail-runners han desaparecido a la misma velocidad en la que los e-mails surcan el ciberespacio. Los primeros ordenadores llegaron a los Campos Base a finales de los 90 y todo cambió: la inmediatez acabó con la sensación de aislamiento y el viejo dicho de “no news, good news” pasó a la historia.

De la mano de los avances tecnológicos la relación entre sponsors, medios de comunicación y expediciones cambió radicalmente. La posibilidad de establecer conexiones telefónicas, de poder enviar noticias en el momento trajo consigo un replanteamiento total. Al principio los equipos eran muy pesados. Alberto tiene los datos en mente: “En el 93, cuando fuimos al K-2 por el norte, llevábamos una terminal que pesaba 15 kilos, la antena 28 y un generador de 40 kilos solo para el teléfono”. Poco a poco los equipos se han ido aligerando hasta llegar a los Thurayas actuales, terminales algo más grandes que un móvil que permiten incluso enviar textos y fotografías a través de un ordenador. Los propios móviles ofrecen cobertura cada día en sitios más remotos. Sin ir más lejos, en este CB disponemos de cobertura con China Mobile. Increíble. Otra cosa son las tarifas. La política de las autoridades también ha cambiado: “Antes, si intentabas meter un teléfono por vía legal, igual te cobraban 3.000 €. Hace unos años te cobraban por los talkies, las cámaras de video…”.

Hoy día, sobre todo a partir del 2002, gracias a las terminales Inmarsat (equipos preparados para el envio de datos vía satélite), las cámaras digitales y los portátiles es perfectamente factible enviar textos, fotos, incluso imágenes desde cualquier sitio. Lo que ocurre es que esa tecnología que en casa no da ningún problema, en la montaña deja de funcionar por mil motivos. Basta con un simple generador viejo que de al traste con todos los cargadores de portátiles, teléfonos, etc. tal y como nos ha ocurrido a nosotros en esta expedición al Everest.

Uno de los grandes retos de los últimos años ha sido retransmitir la llegada a cima en directo a través de imágenes. Juan recuerda, por ejemplo, que en el 2001 lo intentaron en el mismo Everest para TVE. “Llevábamos cámaras, una antena portátil, un repetidor y logramos transmitir en directo del C-3, pero desde la cumbre fue imposible”.

De todos modos, la mayor revolución de los últimos años ha sido, según Alberto, poder recibir los partes del tiempo. “Antes salías con buen tiempo, pero igual al atardecer o al día siguiente entraba malo, y te tenías que dar la vuelta”. Alberto recuerda que recibió las primeras previsiones en el 2001 “y ya en el 2002, en el Annapurna, Jean Christophe Lafaille recibía partes cada tres horas desde Chamonix”. Gracias a las previsiones ahora es posible ir más sobre seguro, pero el tiempo en alta montaña nunca es fiable del todo.

La forma de organizar las expediciones también ha cambiado mucho a lo largo de estos años. “Antes tenías que pedir los permisos con un año de antelación. Casi toda la comida se compraba en casa porque en Katmandú no había cantidad de cosas y prácticamente toda la organización recaía en tus manos. Poco a poco, las agencias de Katmandú se han ido profesionalizando cada vez más y hoy día es posible obtener el permiso con pocas semanas de antelación y organizar todo. Normalmente ahora se compra el paquete completo, y la agencia se encarga del permiso, comida, transporte, contratación de cocinero y ayudante, infraestructura del CB, etc. Hoy todo es mucho más sencillo”, explican Juan y Mikel. Existe un número cada vez mayor de agencias y en la pugna por ofrecer el mejor servicio esta la comodidad que pueda disfrutar una expedición.

Es decir, paulatinamente los avances tecnológicos y comodidades de nuestra sociedad se han ido incorporando a las expediciones. Lo único que no ha cambiado es la propia montaña. Al margen de todos los avances en la forma de organizar y acometer una expedición, el reto de subir el corredor Hornbein, por ejemplo, sigue siendo tan salvaje, difícil y atractivo como antaño.

El tiempo empeora

Crónica de Ramón Olasagati

Las previsiones en alta montaña nunca son de fiar. En el CB el cielo esta totalmente cubierto y a partir del mediodía la nieve arrecia por momentos. Unos 3 o 4 centímetros de manto blanco cubren en estos momentos nuestro campamento. Esta siendo el peor día desde que llegamos a las faldas del Everest. Parece que en altura las condiciones han sido algo mejores durante la mañana, y Alberto, Juan y Mikel han podido llegar sin grandes problemas al emplazamiento del C-II (7.200 m), pero según las conversaciones que hemos mantenido, ellos también están con la mosca detrás de la oreja ya que no esperaban este tiempo. Habrá que ver la evolución durante las siguientes horas.

Los tres expedicionarios partían hoy sobre las 5:30 de la mañana, con las primeras horas de luz. Gracias a la cuerda instalada ayer, superaban sin mayores dificultades la rimaya e iniciaban su andadura en el corredor de los japoneses, una canal de nieve de 50º-60º muy tiesa y mantenida, sin ningún descanso.

Cerca del CB existe una especie de mirador desde donde se divisa prácticamente toda la pared pero hoy la niebla y las nubes han impedido observar el avance de los tres expedicionarios. Alberto comunicaba al filo de las 12:00 que ya se encontraban en el emplazamiento del C-II, a unos 7.200 metros, 50 metros más arriba del campamento instalado hace tres años. “En la subida hemos encontrado nieve de todo tipo, dura en algunos momentos, polvo en otros… El tiempo a pesar de no ser muy bueno tampoco ha sido tan malo para escalar. Chispeaba algo de nieve pero la temperatura ha sido buena”.

Físicamente la pendiente les ha exigido dar lo mejor de cada uno. A base de clavar las puntas de los crampones, Mikel tenía “los gemelos a punto de reventar”. De todos modos, en comparación al intento de hace tres años, Alberto subrayaba que en el 96 tardaron cuatro horas en tallar la plataforma para instalar el campamento y hoy en una hora tenían preparada una base lo suficientemente amplia como para montar la tienda. “Además, hace tres años el primer día tuvimos que abrir huella durante muchas horas y ayer no”. En ese sentido, las dos primeras jornadas han resultado de menor desgaste.

A las 14:00, en la segunda comunicación, estaban instalados en la tienda, hidratándose todo lo posible y recuperándose del esfuerzo. La meteo, la previsión del tiempo es lo que realmente les inquieta. Para mañana y pasado el parte habla de buen tiempo, pero para hoy tampoco daban malo y…. Nunca se sabe. “Si nieva mucho, el corredor se vuelve como una especie de ratonera. Empieza a colar nieve de arriba y no queda más remedio que escapar”, remarcaban los tres expedicionarios. Habrá que estar pendientes de la evolución.

Si el tiempo acompaña, mañana continuarán ascendiendo sobre el corredor de los japoneses hasta la entrada del corredor Hornbein, esa cicatriz de roca tan característica de la parte alta del Everest e instalarán el campamento sobre los 8.000 metros, protegidos bajo una roca. Esperemos que el tiempo mejore

Más información

Un pueblecito de lona bajo el Everest

Ramon Olasagasti (blog de la expedición):

Bajo la impresionante mirada de la vertiente norte del Everest, unos 4 kilómetros por encima del monasterio de Rongbuk y a 5.000 metros de altura, se levanta un pueblecito provisional, dos hileras de aproximadamente 30 tiendas cada una cerrando un gran escampado de piedras. Es un pueblecito de lona dispuesto para albergar a los turistas que llegan ansiosos por fotografiar y contemplar la majestuosa estampa del Everest. En total, las tiendas pueden albergar a unas 300 personas, 6 en cada una.

Las tiendas de lona son sorprendentemente acogedoras. Todas ofrecen comida y alojamiento y en el exterior venden también fósiles de cuando el Himalaya se encontraba sumergido en el mar. Incluso un pequeño puesto de correos chino ofrece la posibilidad de sellar y enviar una postal desde la mismísima base del Everest

La mayoría de los que gestionan estas tiendas son tibetanos, como Yika, un chaval de unos 15-16 años, todo amabilidad, que lleva con esmero una de las tiendas. Yika pasa 10 días arriba, bajo el Everest, y otros 4 en Zhaxizong, su peblo natal. A su corta edad, se nota que es uno de los más apreciados del lugar. Recibe infinidad de visitas a lo largo del día para charlar un rato y matar el tiempo. La verdad, aquí no hay mucho más que hacer. Lo que perciben del alojamiento (40 joanes, unos 4 euros por noche) se lo tienen que entregar al Gobierno chino, que es el dueño de todas estas tiendas. Ellos sobreviven con lo que puedan sacar de las comidas. Cada atardecer, cuando el sol se oculta, Yika enciende una pequeña chimenea donde pone a calentar dos enormes teteras. “Black tea or milk-tea?”, pregunta. Después, muestra un viejo cartón donde se detallan los platos de un menú bastante elemental.

La llegada de grandes Toyotas es incesante. La mayoría llegan de Lhasa, completando un tour o trekking a través de la meseta tibetana en el cual la visión del Everest es uno de los máximos atractivos. Muchos son chinos -turismo interno, vaya- que llegan armados con sus trípodes y grandes cámaras dispuestos a inmortalizar el momento. Pero el Everest a veces se muestra esquiva. Es cuestión de suerte. A las mañanas es más fácil observarlo y admirar su silueta.

Para los tibetanos, para los moradores de este pequeño pueblo de lona, el Everest es también la Diosa Madre de la Tierra, es el reclamo y la razón por la que están aquí. Ellos y ellas ya no se impresionan con su figura; viven con una cotidianeidad resignada el hecho de que los turistas lleguen, pasen un día, fotografíen a su Chomolungma y se vayan. Ya que ven como la montaña sigue ahí, y ellos también.

Hotel Rongbuk

Unos cuatro kilómetros más abajo de este pueblecito de lona, en frente del antiquísimo monasterio de Rongbuk, se encuentra el hotel del mismo nombre. Se trata de un hotel que en cualquier ciudad resultaría sencillo, pero que aquí, a 4.800 metros, llama poderosamente la atención. Mimetizada con los ocres del lugar, no es su aspecto lo que resulta chocante, sino el propio hecho de levantar un hotel a estas alturas. Y porque no? cabe preguntarse. En Europa tenemos varios ejemplos de teleféricos, hoteles y demás infraestructuras de montaña que no ponemos en tela de juicio.

Dentro del hotel, suntuosos murales y cuadros del Everest y del palacio de Potala decoran la entrada y la recepción. En el piso superior se encuentra el amplio comedor del hotel, donde nos recibe uno de los responsables. Sabe algo de ingles, pero más bien poco, lo que resulta llamativo para gestionar un lugar así. Según lo que nos ha contado, el hotel lleva seis años en marcha, cuenta con 40 habitaciones y capacidad para albergar a más de 100 personas. Los precios son realmente asequibles: 300 joans (30 euros) cuesta la habitación. Habrá caprichos más caros por ese dinero que levantarse a la mañana y contemplar el Everest desde la misma habitación. Como no, el hotel es propiedad del Gobierno chino aunque lo gestionen los tibetanos. Cientos de turistas, sobre todo europeos y chinos, se albergan aquí a lo largo del año. Respecto a las tiendas de lona es otro nivel de confort, pero a pesar de todo, nada parece alterar la convivencia en este valle de Rongbuk.

Los miembros de la expedición Naturgas Hornbein'09, satisfechos tras su primera salida

Alberto, Juan y Mikel volvieron ayer de su primera incursión en el valle que da acceso a la vía normal de la cara norte para ir así completando la fase de aclimatación. Han dormido una noche a 6.000 metros y otras dos a 6.500, en el Campo Base de la vía normal.

Partieron de nuestro CB el jueves al mediodía y en escasas cuatro horas llegaron a 6.000 metros donde instalaron su pequeña tienda. El viernes, prosiguieron su marcha hasta el CB de la arista noreste o vía normal donde llegaron en escasas dos horas. Allí se encuentra una macro-expedición japonesa que lleva días equipando y abasteciendo la ruta del Collado Norte.

Alberto, Juan y Mikel colocaron su tienda a unos cuantos metros de distancia del campamento de los japoneses y dedicaron el día a habituarse a esa altitud que ya es una cota considerable para el organismo. El sábado se acercaron a la vía de acceso que da al Collado Norte y contemplaron asombrados el gran surco que han abierto los japoneses y sus sherpas.

Tras dormir una segunda noche a 6.500 los expedicionarios volvían ayer al mediodía, cansados, hambrientos y satisfechos de esta primera salida. “Hemos notado los efectos propios de la altitud, pero nos hemos sentido bien. Todo va según lo previsto. La siguiente salida será ya más dura, con más peso y material y habrá que estar atentos a las previsiones”, relataban a su vuelta. En esa siguiente incursión pretenden subir ya al Collado Norte (7.000 m), dormir allí, colocar un campamento superior a 7.500 metros, pasar una noche o dos a esa altitud y volver. Con eso habrán completado ya la fase de aclimatación.

Los miembros de la expedición Naturgas Hornbein’09, satisfechos tras su primera salida

Alberto, Juan y Mikel volvieron ayer de su primera incursión en el valle que da acceso a la vía normal de la cara norte para ir así completando la fase de aclimatación. Han dormido una noche a 6.000 metros y otras dos a 6.500, en el Campo Base de la vía normal.

Partieron de nuestro CB el jueves al mediodía y en escasas cuatro horas llegaron a 6.000 metros donde instalaron su pequeña tienda. El viernes, prosiguieron su marcha hasta el CB de la arista noreste o vía normal donde llegaron en escasas dos horas. Allí se encuentra una macro-expedición japonesa que lleva días equipando y abasteciendo la ruta del Collado Norte.

Alberto, Juan y Mikel colocaron su tienda a unos cuantos metros de distancia del campamento de los japoneses y dedicaron el día a habituarse a esa altitud que ya es una cota considerable para el organismo. El sábado se acercaron a la vía de acceso que da al Collado Norte y contemplaron asombrados el gran surco que han abierto los japoneses y sus sherpas.

Tras dormir una segunda noche a 6.500 los expedicionarios volvían ayer al mediodía, cansados, hambrientos y satisfechos de esta primera salida. “Hemos notado los efectos propios de la altitud, pero nos hemos sentido bien. Todo va según lo previsto. La siguiente salida será ya más dura, con más peso y material y habrá que estar atentos a las previsiones”, relataban a su vuelta. En esa siguiente incursión pretenden subir ya al Collado Norte (7.000 m), dormir allí, colocar un campamento superior a 7.500 metros, pasar una noche o dos a esa altitud y volver. Con eso habrán completado ya la fase de aclimatación.