Archivo de la etiqueta: Pistola eléctrica

El beisbol en Filadelfia, un deporte cargado de momentos electrizantes

En los Estados Unidos no se andan con chiquitas. Y, si no, que se lo pregunten a Steve Consalvi que todavía irá por ahí pegando chispazos a las manillas de las puertas.

Consalvi fue con su padre, sus palomitas, la gorra y su camiseta de los domingos a ver el partido de béisbol que se disputaba en el estadio de Filadelfia, ciudad famosa por su industria del queso para untar y en lonchas, tanto que a sus habitantes no se les conoce como filadelfienses o filadelfinos, sino como “tranchetes”.

Mediado el partido, Steve le dijo a su papi que iba a saltar a la cancha a hacer monerías. Papá se opuso, pero él chico respondió que “yes, we can” y se lanzó sonriente, agitando una banderola del club local. El juego se detuvo mientras Steve, con la inocencia de sus 17 años, hacía el cabra.

En un campo de fútbol de por aquí hubieran salido corriendo una veintena de guardas de seguridad, resbalando sobre el césped y echando el bofe, tras el adolescente que, seguramente, se había pasado con la zarzaparrilla o se había quedado corto con la medicación. O ambas cosas.

En Filadelfia no. Apareció un tipo más bien pasado de kilos. Se acercó a Steve tranquilamente. Y lo dejó frito. Le arreó 50.000 voltios con una de esas pistolas eléctricas. Era tal que si Steve estuviera ganando el partido y quedará poco tiempo para el pitido final. Cayó redonda la criatura. Si aún hubiera llevado las palomitas en la mano, hubieran hecho plop-pop-plop los últimos granos de maíz, esos que se quedan enteros al fondo del paquete.

Ahí la tienen, el antídoto contra el beisbol. En Filadelfia no le llaman "chispazo" a unas gotas de anís del Mono en el café, sino a esto

Ahí la tienen, el antídoto contra el beisbol. En Filadelfia no le llaman "chispazo" a unas gotas de anís del Mono en el café, sino a esto

Eh, y ni ambulancia, ni médicos, ni florituras de esas. El guarda se arrimó, le puso unas esposas y lo levantó como a un fardo. Steve se fue por su propio pie. Vamos, apuesto a que su padre temió que se acercarán por ahí los jugadores y le dieran una tunda al chico con los bates.

Ya saben ustedes que soy de la opinión de que es feo andar saltando a los campos a hacer monerías. Pero me da que en esta se han pasado un poco. Un menor, que podía tener un soplo al corazón, un marcapasos o un aparato en los dientes. No se, me parece excesivo, aunque ejemplar fijo que resultara un rato.

Me juego tres euros contra uno a que en el próximo partido de béisbol en Filadelfia salta al césped un tipo de esos que llevan encima 50 piercings y otros tantos tatuajes, pero no para hacer el mono, sino para que le arreen una descarga gratis. Por otro lado se comenta en Valladolid que un tal señor Clemens está llamando a todas las tiendas del ramo para hacerse con un alijo de pistolas eléctricas, para ver si así puede parar a un par de adolescentes que saltarán a su campo un día de estos, chavales melenudos y de esos venidos de fuera, un tal Lionel y otro apellidado Krkic.

Bromas aparte, de momento al muchacho este Filadelfia se han dado con queso, bien dada. Y le han untado. Vaya si le han untado. Si quería vivir un momento electrizante, lo ha conseguido.