Vascos en el mundo

El triunfo de ‘Nomadak Tx’ en el festival de cine de Columbia contado por una investigadora


Hace un par de años en la Eusko Etxea de Nueva York se recibió un e-mail en el que una persona me buscaba. Lo firmaba una tal María Kontel. Resultó ser una antigua compañera mía del Instituto Ermitagaña de Pamplona-Iruña, Ermitagaña (Navarro Villoslada) siempre fue uno de los centros de enseñanza de mayor tradición cultural de la capital navarra.

Cuando estudiaba el bachiller, mi amigo Xabi Ibáñez y yo, ayudados por la profesora de literatura Mercedes Garraleta -hoy buena amiga mía- fundamos la revista “Ronda sin número”. Quiso ser una de esas revistas al estilo de las que se editan en los institutos estadounidenses y es que ya entonces mis miradas estaban puestas en este país. Allí publicamos entrevistas, artículos y reportajes de todo tipo; también publicábamos los cuentos y poesías ganadores de los concursos literarios del Instituto.

  

María Kontel ganó muchos de esos concursos y siempre pensé que estudiaría periodismo y un buen día se convertiría en una escritora conocida. Durante años no supimos nada el uno del otro hasta que recibí ese mensaje en el que me contaba que iba a venir a Nueva York para llevar a cabo una investigación en un laboratorio federal. Me contaba que era Química y que pertenecía a la primera promoción del programa Ramón y Cajal, un sistema de contratos de cinco años iniciado en 2001 para evitar la fuga de cerebros en el estado español.

Tras su breve estancia en Nueva York, María decidió que ésta era la ciudad en la que le gustaría vivir. Hoy es profesora de Química orgánica e inorgánica en Brooklyn College y está encantada en la ciudad. Hace unos días me comentó que iba a ir a un festival de cine independiente en Columbia, Missouri, en el que se iba a proyectar la película vasca “Nomadak Tx” e inmediatamente, y “con muy mala intención”, le pedí que escribiera una crónica sobre el mismo.

Dos años después de nuestro reencuentro y aún no me acostumbro a estar con la “Doctora” Kontel, aunque sigue siendo un placer estar con María. María no es la típica investigadora aunque se tome su trabajo muy en serio. Me refiero a que no da esa imagen de señoritinga relamida que, casi con toda seguridad de manera totalmente errónea, identifico con la de una investigadora. Y aunque no me atrevo a decírselo, todavía conservo la esperanza en que, un buen día, decida colgar los tubos de ensayo y las probetas y vuelva a coger la pluma para deleitarnos con aquéllos maravillosos cuentos que publicamos en la revista del instituto e interpretamos en una emisora radiofónica. Hoy son tan solo los recuerdos personales y sueños de un adolescente que hace ya muchos años soñaba con comerse el mundo.