Elizabeth Edwards, la mujer vasca y el cáncer de mama

Me decía hoy una amiga mía que mi blog está últimamente muy trascendental. Quizá por ello, aunque de manera totalmente inconsciente, iba a escribir sobre los típicos buzones de correos estadounidenses -esos de color azul que siempre vemos en las películas y en televisión- ya que el Servicio de Correos ha decidido “disfrazar” a 400 de los 280.000 existentes en todo el país en “R2-D2”, el popular robot de “La guerra de las galaxias” con motivo del lanzamiento de un sello conmemorativo del 30 aniversario del estreno de la película dirigida por George Lucas.

  

El caso es que acabo de enviar mi crónica al informativo “Boulevard Crónica de Euskadi” sobre el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, John Edwards, que ha decidido mantener su campaña electoral a pesar de que a su mujer, Elizabeth, que fue diagnosticada con cáncer de mama en 2004, le ha retornado el cáncer, que no tiene cura porque le ha llegado a los huesos, y he preferido hablar de este asunto.

Me he acordado de mi madre, a quien le diagnosticaron un cáncer de mama a principios de los 90. Fue un golpe terrible para toda la familia. Le afectó a un solo pecho, la operaron y al parecer, todo salió bien. Yo vivía en Madrid y volvía todos los fines de semana a Pamplona-Iruña para estar con ella. Creo que fue a partir de entonces cuando, cada noche, me sentaba en una silla al lado de su cama y hablábamos de casi todo. Me contó que después del tratamiento y durante sus frecuentes visitas al hospital, siempre faltaba alguna mujer de las que se había hecho amiga. Al principio preguntaba a otras mujeres y la respuesta siempre era la misma: “no, fulanita murió”. Mi madre me comentaba que el resto de mujeres estaban animadas y nunca pensaban en que, en la próxima visita, quizá fuera alguna de ellas la que faltara. Sin decirlo claramente, ella mostraba su preocupación y se preguntaba si la siguiente en no acudir a la revisión sería ella.

Mi madre, Araceli, así es como la llamábamos mis hermanos y yo, no ama, ni mamá, murió hace unos pocos años de una enfermedad que nada tenía que ver con el cáncer de mama. Araceli sobrevivió al cáncer.

Desde entonces, siempre me he mostrado partidario de las campañas preventivas, y gratuitas, para detectar el cáncer de mama en las mujeres y solidario con quienes lo padecen. No es fácil encontrar dentro de uno mismo el valor para enfrentarse a una enfermedad que afecta a una parte tan importante del cuerpo de una mujer, pero hay que hacerlo. Las mujeres necesitan el apoyo de sus maridos, de sus mujeres o sus novias, y de sus familias.

Terminaba de redactar mi crónica para la radio pensando en las mujeres que en Euskadi se han visto afectadas por el cáncer y he querido enviarles un mensaje de esperanza. En casos como el de Elizabeth Edwards, que creía haber superado la enfermedad pero que ha vuelto llegando hasta los huesos, muchas mujeres sobreviven durante muchos años. No lo digo yo, lo dicen los médicos.

John Edwards expresó durante la rueda de prensa, celebrada ayer jueves en su ciudad natal, el optimismo de la pareja. “Después de haber superado muchas pruebas en el pasado” (se refería a la muerte en un accidente de automóvil de su hijo de 16 años) “sabemos que la clave es mantener la cabeza en alto”. Hoy entiendo que eso es lo que hizo mi madre y todas las mujeres que cada mes, acudían a la consulta del hospital para sus revisiones, lo mismo que tantas y tantas otras mujeres vascas hacen cada día, con la cabeza en alto.

0 pensamientos sobre “Elizabeth Edwards, la mujer vasca y el cáncer de mama

  1. Ines Medina

    Koitz,

    Me estás sorprendiendo mucho en esta faceta última tuya de escribir en el blog.

    Creo conocerte bien en tu faceta profesional: minuciosidad, concreción y limpieza en trasnmitir la noticia. Curiosidad y originalidad en tus fotos. Pero aqui, te presentas transparente. Tu sabes que para mi esto es muy importante, porque defiendo y me gusta la comunicación más directa y real posible.

    También admiro en tus escritos la selección de los temas, humanos y culturales.

    Un abrazo,

    Inés Medina

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