Queridos todos,
Mi último viaje de trabajo me llevó al Norte de Potosí para visitar proyectos de Políticas y Públicas y Protección de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia. Si bien comprobé in situ que el trabajo más que menos está funcionando, me di cuenta también, de la cooperación que ahí trabaja aún no ha encontrado el modo de abordar los problemas que existen, y que hacen que el círculo de la pobreza sea en el Norte de Potosí, más que vicioso.
Durante toda mi visita estábamos continuamente a más de 4.000 metros. Queridos, como bien sabéis, a esa altura crece poco, por no decir nada, salvo papa o cebada. La principal actividad económica es la minería, que ahí se ejerce en unas condiciones laborales cercanas al infierno. El derecho a la educación se anhela. La salud de las personas es frágil, endeble. Y las condiciones climáticas no tienen desperdicio: decir que el frío es insoportable es un eufemismo.
De hecho, durante la semana que estuve por allí pasé tanto frío que hasta las ideas se me congelaban. Enfermé. Me sentía débil. Había poco aire. La comida… ¿qué puedo deciros de la comida? ¿Y de todo lo demás, en general? Pues eso, que el Norte de Potosí es muy hostil. Pues eso, que las gentes que ahí habitan tienen todo mi respeto.
Y es que los andinos del Norte de Potosí son dignos. Incomprensiblemente apegados a su tierra. Generosos. Modestos. Muy orgullosos al mismo tiempo. Valientes. Férreos. Duros. Y pobres. Muy pobres.
En el Norte de Potosí, queridos, he sabido que la pobreza es perversa.
Buen día y mucha suerte a todos!