Chaki de buen gobierno

Queridos todos,

El pasado domingo Bolivia celebró elecciones para designar a los más altos magistrados del poder judicial. Los resultados han sido contundentes; 6 de cada 10 bolivianos han votado nulo o en blanco a modo de protesta, porque creen que el Presidente Evo, que ha sido quien ha impulsado todo esto, trata con ello de forjar una justicia a su medida. Desde hacía semanas, los medios de comunicación de todo el país ya planteaban esto como algo serio. Y grave. Perdonen la osadía, y la superficialidad, pero a mí, que soy muy facilona, lo que me preocupaba iba por otros derroteros…

Resulta que en Bolivia, al igual que en otros países de América Latina, en vísperas de elecciones se decreta Auto de Buen Gobierno (y si no, que se lo digan a Pato en nuestro viajecito al Cuzco). Lo que esto supone, para entendernos, es que 48 horas antes de la jornada electoral y para promover una reflexión meditada y serena sobre el ejercicio del voto, es lo siguiente: Prohibida la venta y el consumo de alcohol. Prohibido reunirse. Prohibidos los espectáculos públicos. Y durante la jornada de votación, que por cierto, es obligatoria, prohibido el tránsito de vehículos no autorizados. Todo acompañado de sustanciosas multas. Casi nada, vamos.

Dicho esto, lo que rondaba mi cabeza de chorlito era esto: cómo ser transgresora y evadir la ley. Y dicho y hecho. Así lo hice. El sábado, al igual que la mayor parte de los vecinos de La Paz, organizamos una fiestecilla en casa, con llama incluida. La bautizamos como la Cagoteparty. Y ahí estábamos unas diez personas infringiendo la ley: parecía como si el alcohol fuese a terminar esa noche y el fin del mundo estuviese cerca. Además, he de decir que las timbas de parchís en clandestinidad saben a teta. Grandioso!

IMG_6813Al día siguiente, como esto no nos había parecido poco, mis amigas las Maripilis, sus Donjuanes y algún que otro acoplado más, decidimos que era un día fabuloso para hacer barbacoa. Así que, moribundos por los estragos de la noche anterior, salimos a la calle en busca de un vehículo, para llegar a casa de Jotita, el anfitrión de la parrillada.  Además, nos dijo insistente: Tranquilos, he salido esta mañana y hay “hartos” taxis. Mentira cochina. No pasaba ni un alma. Y los pocos que lo hacían, iban caminando. Finalmente y después de dar más vueltas que un tiovivo, conseguimos subir todos en un coche, que desde ese momento, también se saltaba la ley. No importaba, estábamos a punto de alcanzar la misión barbaque anti buen gobierno.

La cosa se puso feíta (bueno, me gusta exagerar un poco), cuando por la autovía vimos que una moto de la pasma nos seguía. El taxista se puso de todos los colores, parecía un arco iris. Y reaccionó: iba a lo loco. Nosotros, muy agachaditos, para evitar que nos vieran. Y lo esquivamos. Diez minutos más tarde la suerte nos jugó otra mala pasada: Nos paró un control. El taxista, que era más que un manojo de nervios, le dijo al poli: “Les desplazo porque están llevando refrigerio”. Y yo pensaba: Refrigerio? A dónde? Y para quién?. El poli se emputó y decidió cumplir con su papel: “Debe usted tener cuidado. Conduce de una forma temeraria. Puede poner en riesgo la vida de sus pasajeros y la de los peatones. Ha de tener más cuidado”. Se le olvidó un pequeño detalle sobre el que no nos regañó: Dentro del coche íbamos 7. Unos encima de otros.

Muy grande.

Buen día y mucha suerte a todos

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