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La vieja historia de AMÁLURRA contada por los árboles más ancianos del planeta.

Pudimos disfrutar de unas horas con uno de los árboles más grandes y ancianos del planeta, los Redwoods del norte de California

Amálurra significa Madre Tierra en euskera, la lengua de los baskos.
Domingo trece de Octubre del 2013, Columbus ya anda por aquí y nosotros también. Hemos pasado la noche en un motel de Willits un pequeño pueblo que cruza la mítica Route 101, ruta que utilizaban los hippies en su ruta hacía el norte de California. Pasamos todo el día trabajando en la evolución de Sirimiri en SynkroMedia. Un robot reportero que continúa luchando duro para mostrar el mundo tal y como es.
Comiendo fish&chips nos dedicamos a estudiar sus novedades tanto en piezas como en programación y montaje.
Más tarde, paseando por el pueblo tuvimos la suerte de conocer a Susan. Es una artista modista y guapisisisima pelirroja que realiza una ropa muy original y divertida iluminada con luces leds de colores. Muy amablemente le arregló un chaleco a Sirimiri muy American Style . Luego, hemos tenido un día y una noche mágicas compartiendo cósmicos momentos con éstos viejos gigantes, los Redwoods…
Gracias a la invisibilidad en la que hemos vivido y las experiencias como homeless durante la última semana que ya os contaré en otro post, tuvimos el Synkrodestino de reencontrarnos con nuestros ancianos más sabios los Gigantes RedWoods de las montañas de North California.
Antes de seguir nos gustaria recordar a PJ de Philadelphia, guitarrista, fan de la música de Gary Moore y nuestro colega de la carretera durante unos días como nuestro humilde homenaje a los homeless que se quedaron desgraciadamente atrás del camino.
Los sequoias milenarios inmunes al fuego ubicados en Humboldt County en las montañas del antiguamente salvaje oeste americano nos fascinan.
Ésta mañana, tras pasar mucho frío por la noche en un pequeño pueblo llamado Artonville y gracias a la generosidad de llevarnos en su coche, un joven y un folk de Lagette nos hicieron llegar hasta el lugar donde hace casi dos mil años nuestro abuelo decidió plantarse.
Pasamos varias horas disfrutando con Él, abrazándole y escuchando sus kuentos. También estuvimos con las personas a las que acompaña todos los días. Estuvimos con Maggie de ojos como las turquesas engarzadas en las piezas de joyería realizadas por indios de diferentes lugares de Norteamérica y que vende en su tienda al lado del árbol gigante, el Gran Father Tree. También estuvimos con Ronda, una señorita madura y muy simpática que nos guió por su tienda llena de artesanía muy original y realizada por diferentes artesanos con madera encontrada en los bosques de Redwoods.
Nos dirigíamos a casa de Peter y Katie haciendo hickchiking, auto-stop, pero nos costò horas. Invisibles otra vez, se nos hizo de noche. Un agradable señor de Washington nos terminó de acercar al pueblo de mis amigos aunque muy tarde para molestarlos.
Hartos de moteles de carretera y pasar frío en la caseta nos fuimos al supermercado para comprar ropa de abrigo, dos mantas por 10$, ya que dejamos el saco de dormir en casa de los amigos, unas chelas Pacífico, unas galletas de chocolate y decidímos, Sirimiri y yo, perdernos por el bosque. Al principio, el bosque tan silencioso entre esos gigantes nos imponía mucho respeto. Un poco de miedo por los animales del lugar, osos, pumas y quizá hasta un Big Foot que dice la leyenda que fue visto por éstas montañas. Acampamos rodeados de más abuelos milenarios y nos plantamos pegaditos al más grande. Protegidos del viento por su tronco, del frío rocío por sus majestuosas ramas que se funden entre la noche estrellada y la luz de media luna. Para más regalo, un suelo mullido por sus finas hojas secas. Nos dieron seguridad y tranquilidad, aunque eso sí, con la caseta bien cerrada, sin comida en el exterior, la navaja, la linterna a mano y a dormir con las botas puestas por sí hay que salir corriendo delante de un puma hambriento.
Como sí un consejo de ancianos se tratara pasamos toda la noche escuchando la historia de AMÀLURRA. Fieles compañeros de vidas anteriores nos comentaban el daño, irreversible ya, que hemos hecho al planeta. Me hablaban de la armonía en la que convivían con los antiguos habitantes de las montañas hasta que llegaron los ciegos por el oro. Con sus herramientas cortaban de cuajo miles de años de vida y sabiduría junto con el hábitat de las personas que allí habitaban desde desde el inicio de los tiempos. Pasamos toda la noche conectados con nuestros queridos abuelos mientras nos contaban entre sueños historias lejanas de cuando convivían en paz con todos los seres de las montañas. Hasta algún espíritu creo que nos visitó mientras dormíamos. Suena Carlos Santana “Ear me” casualmente dos veces en el mismo día y en diferentes estaciones de radio y las únicas en cada lugar????.
Pronto os contaremos más historias.
Peio

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