Joan Jané: “Hay que tener dignidad para decir adiós muy buenas”

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Quiere irse con elegancia y la cabeza alta: “A mis años, no necesito batallitas…”.

– Joan Jané regresará a China para entrenar a la selección femenina

El tono de su voz es agridulce. Joan Jané admite que el verano “ha sido algo duro” tras conducir a la selección femenina de waterpolo a un modesto octavo puesto en los pasados Mundiales de Roma.

En lo que duró esa competición, se desmoronaron buena parte de sus ilusiones y emergieron las tensiones. No lo ha pasado bien Jané, en cuyo currículo figuran los títulos mundiales del equipo absoluto masculino en 1998 y 2001 y un oro olímpico en Atlanta’96. En la capital italiana se dio de bruces con algunas jugadoras talentosas pero poco dispuestas al trabajo y al sacrificio. La situación empezó a chirriar. Mejor dejarlo en ese punto: “el circuito masculino tiene una cultura de exigencia altísima. Los chicos saben que para lograr sus objetivos tienen que trabajar duro en la piscina. En el conjunto femenino encontré a muy buenas jugadoras –las define como solistas– pero sin ese plus de disciplina que se precisa para llegar a lo más alto. Y el nuestro es un deporte de equipo, no lo olvidemos”.

Su experiencia en China, también con el equipo femenino, le hizo recapacitar. En los Juegos de Pekín logró un éxito sin precedentes al frente de un conjunto que apenas era conocido en el concierto internacional. Donde no alcanzó la capacidad de sus jugadoras lo hizo su entrega y dedicación. Jané aún recuerda sus desvelos para arrancar a las chicas del agua. Nada que ver con lo sucedido aquí. “A mis años, ya no estoy para batallitas y mucho menos, para rajar de alguien. No sirve de nada”, explicó a este periódico. Ante la falta de sintonía, dejó al equipo y la semana próxima regresará a China, para vincularse otros cuatro años con aquella selección. “Me siento orgulloso de que se hayan acordado de mí”, matizó.

Hilvana sus palabras con sumo cuidado. No quiere abrir ninguna brecha con su pasado porque “hay que tener dignidad para decir adiós muy buenas cuando las cosas no salen bien. No quiero guerras ni rencor; sólo, marcharme con elegancia y la cabeza bien alta”. Reconoce que “si la clasificación en Roma hubiera sido mejor, no habría pasado nada pero no fue así y empezaron los problemas. El octavo puesto nos dejó tristones, empezando por mí. Algunas jugadoras discreparon de la idea que tengo de lo que es el waterpolo. Tenía contrato hasta el 2012, pero presenté la dimisión.

Me siento orgulloso de tener una personalidad y cuando percibo que no soy bien aceptado, prefiero marcharme”. Ha constatado una gran diferencia “entre lo que es el waterpolo masculino y el femenino. Siempre he creído que a un deportista de elite –y las chicas lo son– se les podía exigir al máximo, pero a la que la pelota dejó de entrar, los roces se fueron agudizando. Algunas se sintieron discriminadas. Fue desagradable. Dejarlo fue lo mejor para ambas partes, créame”.

Desea lo mejor a la selección femenina española: “espero que hagan un gran papel dentro de dos años, en los Mundiales de Shanghai’11 y, por supuesto, en los Juegos de Londres’12. No nos hemos entendido demasiado bien pero hay que dar la oportunidad a la Federación Española para que encuentre otro entrenador que saque el máximo provecho de esas grandes jugadoras…”.

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