El Mundial de Barcelona, por AJD (parte II): ‘En el waterpolo masculino primó la igualdad’

En el waterpolo masculino primó la igualdad. Lo mismo quedas primero (Hungría) que séptimo (Serbia). En el grupo los balcánicos ganaron a los magyar 13-10. Otro ejemplo: el octavo clasificado Australia estuvo a punto de eliminar al campeón olímpico Croacia (tercero) en los cuartos. Con empate los aussies, entrenados por un técnico serbio, tiraron al poste de hombre mas en el último segundo del tiempo reglamentario. El sexto Grecia superó al finalista Monte Negro en el grupo con un claro 6-4, después de ir ganando 6-1. Es decir que cualquiera podría ganar a cualquiera y un solo gol te dejaba por el camino. Como fue el caso de los chicos de Rafa Aguilar. Su inicio titubeante en el grupo – derrotas contra Grecia y Monte Negro con serios problemas en la definición hirió su autoconfianza y atenazados por los nervios marcaron solo 3 goles ante Italia en los cuartos (3-4). Faltaba el líder. Dudas en la portería. Episódicas apariciones de los boyas. Huerfanos de gol. El equipo se soltó en los cruces para 5-8 lugar, aunque sus rivales (Serbia y Grecia) ya no se jugaban nada.

El campeón Hungría, dirigido por el debutante Tibor Benedek, mantuvo la tónica ganadora: iba de menos a más. La derrota inicial contra uno de los grandes favoritos Serbia no fue aceptada como drama. La nueva generación húngara (solo Norbert Madaras (34) quedaba del equipo campeón del mundial Barcelona 2003) confirmó el pedigree de la escuela magyar. Una extraordinaria preparación física, gran orden e intensidad defensiva, juego combinativo con gran atrevimiento e imaginación en ataque y un segurísimo portero Victor Nagy (29, le sobraban algunos gestos, pero era su manera, y muy efectiva, para motivarse) fueron las claves de su éxito. El otro finalista Monte Negro hizo una hazaña ganando a su gran rival, la vecina Serbia y todo el pueblo montenegrino (750.000) pequeño, pero bravo, se movilizó para la final. Muchos montenegrinos que llegaron a Barcelona no pudieron entrar en Picornell por falta de entradas. Los que estaban dentro apoyaron con mucha pasión a su equipo, cantando con gran sentimiento patriótico: “Ti si nasa prva ljubav Crna Goro, volimo te” (Tu eres nuestro primer amor Monte Negro, te queremos). Salvando las distancias me parecía al público de Athletic en la final de Bucarest. Mucha ilusión, gran pasión y demasiados nervios en esta cita con la historia. Toda esta presión les pudo. Vencer a Serbia les colocó como favoritos a ganar el título. Además Monte Negro es un equipo con jugadores alrededor y por encima de los 30, solo dos por debajo de 25 años y para muchos era su gran oportunidad de hacer algo grande en el waterpolo. La renovada Hungría se metió contra pronósticos en la final, la consideraban una selección, aunque con mucho talento y presencia física, todavía en formación y con un entrenador Benedek, aunque fue una leyenda como jugador (3 veces campeón olímpico), sin experiencia. Esta generación que coge el relevo de Tamas Kasa, Gergely Kiss, Biros y su propio técnico, todavía tenía delante de sí muchos años para lograr títulos. En sumo un equipo que no tenía la presión de los balcánicos, no tenía nada que perder, ya había colmado sus aspiraciones llegando a la final. No obstante Hungría es una icónica referencia en el waterpolo mundial que juega con mucha autoestima y aspira siempre a lo máximo, apoyándose en el glorioso historial de sus antecesores (Hungría ha ganado 6 títulos olímpicos en su historia).

Los húngaros triunfaron gracias a su atrevimiento, a su creatividad e imaginación en ataque. Su inicio fue ciclónico. Dos goles del boya Balazs Harai (25 – 202 cm) y uno de Daniel Varga (201), una defensa feroz e inarrugable y 5 paradas antológicas de Nagy pusieron una losa a las aspiraciones de Monte Negro 3-0. Mi entusiasmado y bullicioso vecino montenegrino en la tribuna de Picornell , encantado de su visita a Bilbao apoyando al equipo de baloncesto “Podgoritza”, se quedó mudo . Para animarle le dije que Hungría no sería capaz de mantener esta intensidad en defensa y sus paysanos entrarían poco a poco en el partido. Así fue, empataron 3-3, pero nunca pudieron ponerse por delante en el marcador. Los húngaros que suelen desplegar su mejor waterpolo precisamente en las finales (lo mismo pasó en 2003 en San Jordi contra Italia), habilidosos, escurridizos y con más ideas en ataque, ofrecieron un espectáculo. Marton, el representante más joven de la saga de los Szivos (el abuelo Istvan Szivos y el padre Istvan Szivos Jr. fueron campeones olímpicos) marcó el gol de la victoria empalmando en el palo un pase milimétrico desde el arco y no era el único gol de los magyar conseguido de esta manera espectacular. Lo que faltaba a Monte Negro fue claridad en ataque, más imaginación y atrevimiento. Necesitaban algo distinto de sus intentos de filtrar balones a su boya y provocar uno más o recurrir a los remates exteriores. Los estellos del gran tirador Aleksander Ivovic no fueron suficientes. Nagy seguía luciéndose ante los trallazos de los hermanos Yanovic, que no mojaron en todo el partido. Uno de sus más experimentado defensa Darko Brguljan cometió errores graves en el centro de la defensa. Fueron las claves de la derrota montenegrina. A mi vecino a penas se le oyó susurrar al final: “Tejko, tejko” (Duro, duro). Muchos de vosotros seguro que os acordáis del viaje de regreso de Bucarest. Al pobre hombre de Podgoritza le esperaba este calvario, junto con un millar de sus paysanos, aunque no hay duda que tienen que estar orgullosos de su selección.

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