Control emocional: maneja el tiempo de partido

Queremos que los jugadores jueguen concentrados, que no protesten, que no discutan decisiones del entrenador, que no se distraigan con la gente de la grada, que no olviden los sistemas de juego y que, sobre todo, rindan al 100% en cada acción del partido.

Parece ser que se está empezando a confiar en la preparación psicológica del jugador como un plus del entrenamiento pero, ¿tiene en cuenta esta disposición mental el entrenador sobre su propia actuación?

A lo largo del partido, tanto jugadores como entrenador van experimentando un intenso viaje por el mundo de las emociones: euforia, enfado, miedo, confianza, ambición, responsabilidad, inseguridad, frustración, relajación… Cada acción y reacción ejecutada va acompañada por una emoción sentida en cada individuo.

Si se da por hecho (erróneamente) que los jugadores deben ser capaces de afrontar de una forma eficaz este gran vaivén emocional, el entrenador debe ser el primero que sea consciente de que a él/ella también le afectan las emociones conforme va avanzando el partido y debe estar preparado para ello porque su rendimiento con el equipo también estará supeditado al autocontrol emocional que muestre.

Como ser humano que somos no podemos evitar sentir las emociones que nos llegan en cada momento y además, tampoco debemos ir en contra de ellas. Lo que sí debemos es aprender a canalizarlas y controlarlas. Tanto la euforia desmedida como un enfado exagerado pueden sacarnos del partido durante unos minutos en los que se estará dejando de ver la realidad de una manera objetiva de lo que está pasando e incluso, en algunas ocasiones, podrá cambiar el rumbo del partido sin que sea el entrenador el que esté controlando ese cambio. No se trata de no mostrar emociones sino de enseñar aquellas que nos interesen en cada momento y además hacer que se muestren bajo nuestro control.

 

CANALIZAR LAS EMOCIONES. En un momento determinado es posible que interese mostrar enfado con el equipo para provocar una reacción en los jugadores. Hasta ahí, bien. La eficacia de esta emoción se obtendrá en función de que ese enfado esté controlado por el entrenador y se esté usando como estrategia.

IMG_1008Algo totalmente diferente y erróneo sería dejarse llevar por el calentón del momento y mostrar malas formas y palabras provocadas por un enfado espontáneo y desmedido.

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Otra situación habitual potencialmente alarmante puede llegar cuando la actuación del equipo está siendo mejor de lo esperado y la euforia momentánea sube por las nubes al equipo cuando todavía queda partido por delante. Quizás la pasión del corazón pide dejarse llevar por la alegría tras el esfuerzo realizado hasta ahora. Ahí debe entrar en juego el autocontrol para poner los pies en la tierra y no perder la perspectiva del partido.

Especialmente importante es cuando el equipo está decaído y necesitan una dosis de energía desde el banquillo que les active. No bastará solo con teoría. La expresión corporal, los gestos faciales y la fuerza del discurso (volumen, tono, velocidad…) deben ir en consonancia con lo que se pretende provocar en el equipo.

Cuidado con el cabreo contra el árbitro que es capaz de sacar tan rápido del partido a un entrenador. Si aparece la sensación de impotencia que provoca pensar que se está siendo maltratado injustamente las consecuencias negativas pueden ser irremediables.

 

CONTAGIAR LAS EMOCIONES. La excusa “yo soy el entrenador y sé lo que hago” no engaña durante mucho tiempo ni al equipo ni al público. El entrenador dirige a sus jugadores tácticamente pero también les contagia sus emociones y estados de ánimo. Y esto, además, no solo lo hace con sus palabras, sino también con sus gestos y postura corporal.

El jugador busca un refuerzo de su entrenador constantemente; espera su felicitación o su corrección, la busca con su mirada. En ese momento, el entrenador debe cuidar que una cara “no controlada†o la ausencia de un gesto de aprobación envíen un mensaje erróneo al jugador/a y le hagan sentir una emoción no apropiada para ese momento. ¡Cuidado! Que esto pasa en numerosas ocasiones sin que el entrenador sea consciente de ello…

Haciendo autocrítica, el entrenador podrá analizar cómo se escapan puntos e incluso partidos por no haber sabido controlar estas situaciones. Y decimos que los jugadores se han venido abajo o que se han confiado demasiado. O justificamos que han entrado en el juego de los árbitros, cuando no se ha dejado de protestar desde el banquillo…

 

ENTRENAR LAS EMOCIONES. ¿El protestón nace o se hace? Se hace y puede deshacerse entrenando:

Estímulos precedentes
• Observarse y pensar en qué momentos se pierde el control en la dirección de un partido.
• Analizar qué es lo que se siente justo antes de perder el control.
• Identificar qué señales pueden ayudar a darse cuenta de que uno está a punto de dejarse llevar.

Conducta
• Describir qué es lo que se hace y se dice en ese momento (mensajes, gestos, actitudes…).

Consecuencias
• Anotar cuál ha sido el efecto provocado en el equipo con la reacción, tanto en partido como en posibles entrenos.

Si las consecuencias no han sido las deseadas o crees que pueden mejorarse, es el momento de ponerse a trabajar en ello. ¡Ãnimo!

About anamermejo 9 Articles
Especialista en Psicología deportiva

2 Comments on Control emocional: maneja el tiempo de partido

  1. Gracias, Enrique. Es un tema muy interesante el del control emocional porque da para hablar y trabajar numerosas ocasiones que todos nos encontramos en algún momento. ¡Un saludo!

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