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La cúpula sería única de no ser por su copia, el cielo

Con estas palabras se refería el historiador de corte de Tamerlán en relación a una de los más bellos edificios de Samarkanda, la mezquita de Bibi Khanoum, construida y nombrada en honor a la favorita del rey.

Tamerlán vivió en el siglo XIV y fue el último gran conquistador nómada de Oriente. Al frente de sus ejércitos de arqueros, Tamerlán cabalgó durante treinta y cinco años desde la India hasta Moscú, construyendo un imperio que, aunque menor que el mongol, fue el mayor conquistado por un solo hombre.

De entre todas las ciudades de sus dominios, convirtió a Samarkanda en su capital y allí mandó construir algunos de los más bellos monumentos que aún pueden visitarse en el lugar. Entre ellos la Mezquita de Bibi Khanoum.

Cuenta la leyenda que la princesa de origen chino Bibi Khanoum, la esposa favorita del rey, ordenó construir la más espléndida mezquita para sorprender a Tamerlán al regreso de sus campañas. Una mezquita cuyas cúpulas rivalizaran con el mismísimo cielo. Los trabajos progresaban con rapidez pero un arco permanecía sin cerrar. Y cuando la princesa preguntó al arquitecto los motivos de este retraso, él le declaró su pasión por ella y le pidió un beso. Ella se negó al principió pero ante su insistencia le concedió un beso en la mano. La suerte quiso que aquel beso dejara una marca indeleble en la mejilla de la princesa y que, al regreso de Tamerlán, siendo éste testigo de la indiscreción de su esposa, el rey ordenara su muerte, dejándola caer desde lo alto de un minarete. El arquitecto corrió mejor suerte y, con el ejército de Tamerlán pisándole los talones, consiguió huir hasta la Meca.

La mezquita de BIbi Khanoum sigue siendo testigo de esta historia propia de Las Mil y Una Noches. Por encima de las moreras se levantan las inmensas cúpulas. Los mosaicos de azules y verdes lo invaden todo, nos transportan a otro mundo y, por un instante, nos dejan vivir un sueño.

Itziar Martija: