X

El Cortile del Belvedere

Gran parte de la fama obtenida por la colección del Cortile del Belvedere se debió a la proliferación de grabados de las esculturas que la formaban.

De entre todas las colecciones de antigüedades que podían verse en Roma, en el siglo XVI, la más completa y la que mayor fama adquirió en toda Europa fue la reunida por el Papa Julio II en el Cortile del Belvedere.

A finales del siglo XV, en 1485, Inocencio VIII decidió construir una nueva residencia en la zona alta, situada tras el palacio Vaticano. Algunos años más tarde, Julio II accedió al solio pontificio y decidió encargar a uno de los artistas más notables del momento la incorporación de la villa de Inocencio VIII al conjunto del viejo palacio pontificio. Bramante se ocuparía de realizar esta intervención en la que, por medio de diversos patios y galerías, se enlazaban ambos conjuntos arquitectónicos.

De todos los espacios creados por el arquitecto, el denominado Cortile del Belvedere fue el proyectado por Julio II para albergar su recién comenzada colección de esculturas clásicas. El patio, decorado por hileras simétricas de naranjos, tenía en su extremo una loggia, con una fuente para regar los árboles. En el centro del mismo Julio II mandó instalar dos esculturas de mármol que representaban a los ríos Tíber y Nilo y que eran utilizadas como fuentes que decoraban el conjunto. Las esculturas pertenecientes a la colección del Papa se exhibirían en hornacinas situadas en las paredes perimetrales del patio, tanto en las esquinas, como en el centro de cada una de ellas.

La forma en la que Julio II decidió mostrar su colección de antigüedades clásicas fue absolutamente novedosa para la época y se convirtió en el estándar por el cual se regirían otras colecciones del momento y de siglos posteriores.

El diseño original del patio contemplaba la creación de más de cinco hornacinas destinadas a la exhibición de esculturas, aunque por aquellos años la única antigüedad en posesión de Julio II era el Apolo, conocido actualmente como Apolo Belvedere. Pocos años más tarde, en 1506, se produciría el hallazgo del grupo del Laocoonte que pasaría a convertirse en la obra maestra de la colección papal y, de hecho, sería la primera en ser colocada en una hornacina, en el propio cortile.

Poco tiempo después, se unirían a estas dos obras el Cómodo, la Cleopatra o la Venus Félix, completando así un programa iconográfico que, basado en la Eneida de Virgilio, bajo el lema procul este profani, intentaba hacer a Julio II heredero del pasado troyano, remontando sus orígenes a un pasado mítico, ligado de modo inseparable con los emperadores romanos. Julio II declaraba así al papado como la institución heredera del glorioso Imperio Romano.

Itziar Martija: