Degas no podía soportar a las mujeres que habían pasado sus días de gloria pero seguían insistiendo en vestirse como jovencitas. Durante una cena de gala estaba sentado al lado de una mujer mayor ataviada con un vestido con los hombros al descubierto y un marcado escote. El hororizado Degas no poidía apartar los ojos de aquella visión. Parece ser que la señora notó que la observaba. De repente se giró hacia él y le preguntó: ¿ Me está usted mirando ?. ” Por el amor de Dios, señora- replicó él-, ojala tuviera otra elección “.