Para empezar a conocer el complejo Mediceo-Laurenciano debemos decir que es un conjunto que comprende diferentes monumentos: la Basílica de San Lorenzo junto con la Sacristía Vieja, el museo de las Capillas Mediceas, la Biblioteca Laurenciana, los Archivos Capitulares y algunos monumentos a adyacentes como los claustros y las criptas.
De todos ellos, hoy visitaremos la Basílica de San Lorenzo. Los primeros testimonios que se recogen con respecto a una iglesia, dedicada a San Lorenzo, en este mismo emplazamiento, datan del siglo IV. Parece ser, que una adinerada mujer de origen judío contribuyó a la construcción de una iglesia dedicada al santo, en una elevación, al norte de la muralla, conocida como monticulus Sancti Laurenti. Este primer templo fue consagrado, en 393, por el obispo Ambrosio de Milán.
Durante el siglo XI, la primitiva iglesia fue reconstruida en estilo Románico y fue vuelta a consagrar, en este caso por el obispo Gerhard de Borgoña (futuro papa Nicolás II).
Ya en el siglo XV, se solicitó permiso a la Signoria para acometer una nueva reforma en la iglesia que, en esta ocasión, implicaba una notable ampliación que conllevaba el derribo de algunas casas vecinas. Giovanni di Bicci de’ Medici tomó la iniciativa del proyecto, implicando a las familias más importantes del área de San Lorenzo, para que contribuyesen a la renovación, por medio de la construcción de capillas familiares en el nuevo templo. Fue también él quien encargó las obras del nuevo proyecto a Filippo Brunelleschi.
El nuevo proyecto para la Basílica de San Lorenzo se convertiría en un hito decisivo tanto para los Medici como para el propio Brunelleschi. Para los primeros porque la Iglesia se convertiría en su mausoleo familiar y en uno de los monumentos florentinos más importantes ligados a la historia de la dinastía. Para el segundo, porque a pesar de que su muerte, en 1446, le impidió completar su obra, creó en la Sacristía Vieja una de las obras más importantes de la arquitectura renacentista.