X

Dante Gabriel Rossetti

Gabriel Charles Dante Rossetti, más conocido como Dante Gabriel Rossetti, fue, sin duda, el pintor más diferente y personal de la Hermandad Prerrafaelita.

Hijo de un expatriado italiano, profesor del King’s College de Londres, su carrera artística se vio muy influida por la educación que le proporcionaron sus progenitores. En 1845, tras pasar varios años en la Academia Sass, ingresó en la Royal Academy, en la que permanecería hasta 1848, año en el que se formó la Hermandad Prerrafaelita.

Durante sus primeros años como miembro de la Hermandad, Rossetti se ocupó de temas religiosos, plagados de un simbolismo más bien superficial. A esta época corresponden sus obras La doncellez de la Virgen María y Ecce Ancilla Domini. En esta segunda pintura puede observarse una de las características más llamativas de la obra de Rossetti, su dificultad a la hora de construir sus pinturas espacialmente. Las figuras parecen flotar en un espacio que poco o nada se corresponde con la realidad. Esta forma de trabajar la composición se tradujo con el tiempo en la creación de espacios cerrados en sí mismos, casi claustrofóbicos, en los que todas las figuras parecen encajar en módulos cuadrangulares distribuidos por el cuadro, de tal modo que los ojos del espectador deben saltar de uno a otro, siguiendo el hilo de la narración.

1850 fue una fecha clave en la evolución de Rossetti como pintor puesto que fue en este año cuando conoció a la que sería la musa indiscutible de las pinturas de toda una etapa de su vida: Elizabeth Siddal. En 1852 se fue a vivir con ella y, a partir de ese momento, la relación entre ambos se hizo tan dependiente e intensa que apenas mantenían relación con nadie más. Fue durante estos años cuando Rossetti comenzó a sentir una fascinación especial por las figuras de Dante y Beatriz. Pero este pequeño mundo de dos se vería despedazado por la muerte –posiblemente el suicidio- de Lizzi en 1862. Tras su fallecimiento Rossetti pintó uno de sus cuadros más célebres, Beata Beatrix, en el que Elisabeth y Dante quedaban unidos en un fascinante universo alegórico y simbólico.

A partir de este momento la salud de Rossetti fue empeorando poco a poco, mientras su carácter se alteraba y todo él se sumergía en el alcohol y las drogas. Aún y todo, la última etapa de su vida estaría marcada por una nueva musa, Jane Burden. De ella supo extraer su extraña belleza, melancólica, lánguida y poderosa al tiempo, de cuello robusto y labios muy carnosos, con una ondulante melena derramada sobre los hombros. La que fuera mujer de William Morris inspiró a Rossetti la obra cumbre de la etapa final del pintor, la Astarté Siríaca, un cuadro en el que Rossetti supo combinar todos los motores de su carrera artística, la leyenda, la religión y el Amor.

Itziar Martija: