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La Tumba de Ciro

Ciro el Grande creó una nueva capital para gobernar su recién conquistado imperio. Al norte del territorio de Anshan, el núcleo persa por excelencia, en una fértil llanura regada por el río Pulvar, presumiblemente en el emplazamiento de la batalla definitiva contra Astiages, se levantó Pasargada.

Para los ojos de los visitantes, normalmente no muy habituados a visualizar conjuntos arquitectónicos a partir de ruinas, quedan en Pasargada algunos restos diseminados de lo que fue, hace más de 2000 años, la primera capital del imperio aqueménida. Pero entre todos esos restos de columnas, muros semiderruidos y fragmentos de relieves, destaca, por su imponente presencia, la tumba de Ciro el Grande.

La sepultura se conoce desde la antigüedad gracias a las fuentes griegas y romanas, en especial a la descripción hecha por Aristóbulo quien acompañó a Alejandro Magno en sus campañas, en el siglo IV a. C.

Al contrario de lo que sucederá con los sepulcros posteriores de la dinastía aqueménida, excavados en la roca, la tumba de Ciro es una edificación exenta que llegó a alcanzar los 11 m de altura. Construida con enormes bloques de piedra labrada, puede describirse como compuesta por dos elementos. El primero un podio formado por seis hileras de piedra. Y, sobre él, una cámara sepulcral cubierta con un tejado a dos aguas.

Tanto la parte inferior como la superior dan la sensación de estar divididas, a su vez, en dos secciones visuales que se han conseguido reduciendo progresivamente el tamaño de los bloques de piedra. Así, las tres primeras hiladas de la parte inferior tienen el doble de altura que las tres superiores. El mismo esquema se aplicó a las cuatro hiladas que forman las paredes de la cámara sepulcral y a las tres que componen el tejado.

La decoración está prácticamente ausente del conjunto y, en realidad, se limita a elementos arquitectónicos centrados, a su vez, en la zona del acceso al interior de la cámara. El único elemento decorativo que no hace referencia una estructura arquitectónica es una roseta, situada sobre la entrada, muy deteriorada por la erosión.

La tumba de Ciro, igual que la arquitectura de su capital, Pasargada, combinó formas constructivas traídas de todos los rincones del imperio. Tanto la forma de labrar la piedra como el modo de unir cada uno de los bloques entre sí recuerdan a las técnicas constructivas que se utilizaban en Asia Menor hacia el siglo VI a. C. La forma del conjunto puede recordar a los zigurats mesopotámicos pero, sin embargo, la cámara pudo inspirarse en los túmulos anatolios de la época o, incluso, en los sepulcros con tejado de madera que aparecen en la arquitectura frigia desde finales del siglo VIII a. C.

La combinación de todas estas formas y elementos es una expresión perfecta del concepto imperial de los aqueménidas. Las técnicas constructivas y los detalles decorativos son predominantemente occidentales pero el diseño, en su conjunto, ofrecía y ofrece un impacto visual único y muy novedoso que se completaba con la inscripción que, según arriano, podía leerse en la tumba:

“Hombre, yo soy Ciro, el que fundó el imperio de los persas y fue rey de Asia. No me envidies por este monumento”

Itziar Martija: