Frans de Waal es especialista en comportamiento animal; sus trabajos con monos y primates han tenido una gran importancia y difusión. En el número de noviembre de New Scientist al que aludí en la entrada anterior ha escrito una pequeña colaboración que me ha llamado la atención y a la que me referiré aquí.

En estudios realizados con monos capuchinos por él y por una estudiante de doctorado, han descubierto un comportamiento que da cuenta de la existencia de “aversión a la inequidad”, un rasgo que había sido denominado de esa forma por economistas. Todos hemos experimentado alguna vez esa aversión a la inequidad cuando hemos creido ser tratados peor que otro semejante estando en las mismas condiciones que él, o creyendo haber hecho los mismos o más méritos que él.

En la misma Biblia hay una parábola que describe un caso en el que unos vendimiadores que empiezan a trabajar desde primera hora de la mañana se quejan ante el dueño de la viña porque va a pagar lo mismo a otros que empezarán más tarde; el dueño responde diciendo que a ellos, mientras les pague lo acordado, no debieran quejarse. Pero se quejan, porque tienen aversión a la inequidad.

El que se haya observado en monos ese mismo rasgo indica, a juicio de Frans de Waal, que se trata de un carácter con raices biológicas profundas y que, seguramente, se trata de un carácter necesario para que se produzca cooperación entre los individuos de un mismo grupo. Por eso, sostiene que quizás sea común a todas las especies sociales. Según de Waal, además, la aversión a la inequidad lleva emparejado el rechazo al gasto y la ostentación excesiva.

La verdad es que yo tengo mis dudas al respecto, porque suele ocurrir que los que son bien tratados no se quejan y los que más tienen no suelen ir repartiendo sus bienes a los demás. Por eso, me cuesta aceptar que exista una “aversión a la inequidad” innata; más bien me parece que lo que no nos gusta es que tengamos menos o se nos trate peor, aunque no sé si esto puede sorprender a alguien.

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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