Del modo de engendrarse los terrestres

De los que andan en dos pies, sólo el hombre engendra animal. A él sólo le pesa de haver tenido acceso a la hembra, agüero verdaderamente de vida que comienza de origen, a quien se sigue arrepentimiento. Los otros [seres] tienen tiempos, entre año, determinados para este acto, mas el hombre, como está dicho, lo haze siempre y a todas horas del día y de la noche. Los demás se hartan; el hombre casi nunca. Messalina, muger de Cayo César, teniendo ésta por victoria real, escogió para semejante contienda la más lasciva de [las prostitutas] que estavan puestas al que llaman partido, y la venció, por espacio de un día y una noche, en 24 vezes.

En el linage de los hombres, han inventado los varones veredas de luxuria, todo con maldad contraria a Naturaleza, y las hembras el mal parir. ¡Cuánto más dañosos somos en esta parte que las fieras! Hesíodo dize que los varones son más luxuriosos el himbierno y las mugeres en el estío.

Tómanse las hembras de los elephantes, camellos, tigres, lynces, rhinocerontes, leones, dasipodes y conejos, los cuales todos tienen los miembros genitales atrás, bueltas las ancas al macho. Buscan los camellos los desiertos o lugares secretos, y es cosa muy peligrosa acertar a toparlos en el acto; tómanse estos solos entre todos los patienteros. En el género de los de cuatro pies, mueve a los machos el olor a luxuria. Tómanse de la misma manera los perros y lobos y, en el medio del acto, se pegan, sin poder hazer otra cosa. En algunos de los géneros sobredichos saltan primero las hembras y en los otros los machos. Los osos se toman echados en el suelo, los erizos ambos derechos y abrazados, los gatos, enhiesto el macho y echada debaxo la hembra. Las raposas, echadas del lado, y abrazada la hembra con el macho. Las hembras de los toros y ciervos no sufren la fuerza de los machos, y por eso andan cuando se toman; los ciervos pasan a vezes a otras hembras, y tornan a las primeras. Tómanse las lagartixas abrazadas, como los animales que carecen de pies.

Fragmento inicial del Capítulo LXIII del Libro X de la “Historia naturalis” (77 a.c.) de Cayo Plinio Segundo (Plinio el viejo), según la traducción de Hernández y Huerta de 1627.

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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