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Ese mono desnudo… y en ocasiones pálido

Al parecer, las mujeres !kung prefieren hijas de color de piel clara

Hace unas semanas escribí aquí acerca del color de la piel. María92 subió la historia a MNM y elultimomono dejó allí una referencia que versaba sobre otra hipótesis alternativa a la presentada en mi escrito. De forma muy resumida, según esa hipótesis, desarrollada por Judith Rich Harris, la piel de los seres humanos que salieron de África hace unos 50.000 años se aclaró debido a una doble presión selectiva. Por un lado actuó la selección sexual, y por el otro, una selección parental a través de infanticidios selectivos.

Según Harris, en el aclaramiento de la piel no intervino la selección natural, selección que, de haber operado, se habría debido a la ventaja selectiva que proporcionaba una piel con poca melanina en zonas geográficas en las que la luz solar es tan tenue que se corre riesgo de sufrir raquitismo por carencia de vitamina D. Su punto de vista es que tanto el cuerpo desnudo en todos los individuos de la especie, -rasgo bastante anterior-, como el color claro, -rasgo que se adquirió después por quienes salieron de África hace unos 50.000 años-, son características que se deben a la acción de la selección sexual y a la selección parental.

La selección sexual es la que se produce cuando los miembros de un sexo escogen de forma preferente a parejas del otro sexo con determinadas características. Eso hace que esas características se transmitan con mayor frecuencia a las generaciones siguientes, por lo que acaban siendo predominantes. Es un fenómeno teorizado ya por el propio Darwin, aunque hasta las últimas décadas del siglo pasado no ha sido considerado de forma seria por la comunidad científica. La cuestión es que esos rasgos escogidos preferentemente, han de tener valor adaptativo o, al menos, han de tener carácter diagnóstico de otras características con valor adaptativo. El atractivo físico de hombres y mujeres se basa probablemente en ese tipo de fenómenos y es algo a lo que me he referido aquí en otras ocasiones.

La cuestión es si la ausencia de pelaje reporta beneficios evidentes o es indicio de algún rasgo deseable, y lo mismo cabría decir del color claro de la piel. Si no he entendido mal a Harris, la pérdida del pelo corporal nos permitió autoidentificarnos como miembros de nuestra especie, de manera que el resto de primates con los que tuvimos o tenemos alguna relación, quedasen, por poseer pelaje, adscritos automáticamente a la condición no-humana y por lo tanto, al rango de presa potencial. Ella sostiene que esa es, de hecho, la razón por la que desaparecieron los neandertales: nos los comimos. A mí esto no me cuadra, pero me interesa que por aquí pasen todas las opiniones bien expuestas y con alguna base. Pronto traeré al blog lo que piensa la antropóloga Nina Jablonski, especialita en estas cosas.

De la piel clara, Harris sostiene que ha sido seleccionada en las mujeres y la razón para ello es que, como otros rasgos, es indicio de juventud, ya que la piel se suele oscurecer con la edad. Esto tiene sentido; al menos lo tiene en la misma medida que argumentos similares expuestos aquí en relación con otros rasgos femeninos que son seleccionados por indicar juventud [la juventud femenina aporta valor reproductivo residual; por eso son preferidas mujeres jóvenes como parejas]. De hecho, y con la excepción parcial de las últimas décadas, es cierto que en las poblaciones humanas de fuera de África y también en algunas culturas africanas, las mujeres siempre han procurado no exponer su piel al sol para que no se oscureciese. [A este respecto, eran de ver los velos que, cayendo del ala del sombrero de paja, servían para proteger a las mujeres que se afanaban hasta hace poco tiempo, y quizás se afanan aún, en los campos de Castilla en las tareas agrícolas.] Lógicamente, esa forma de selección no ha operado en zonas de alta radiación solar, porque la piel clara es maldaptativa, ya que permitiría la aparición de quemaduras y, quizás, de cancer de piel.

La aportación más original de Harris, no obstante, no se refiere a la selección sexual, sino a la selección parental basada en el infanticidio selectivo. Ella sostiene, y creo que en eso tiene razón, que hasta hace poco tiempo el infanticidio ha sido práctica habitual (y aún hoy lo es en paises como India y China) como un mecanismo para ajustar el tamaño familiar a la disponibilidad de recursos previsible. También es cierto que el infanticidio ha solido aplicarse más a las niñas. El caso es que según Harris, las madres que ya habían decidido matar a su hija, podían echarse atrás más fácilmente si la hija le parecía especialmente hermosa (y por lo tanto de piel muy clara). De un modo similar, pero en sentido contrario y con menos especificidad ligada al sexo, habría operado el infanticidio contra niños y niñas con excesivo vello, y más concretamente en los casos víctimas de una enfermedad de origen genético denominada hypertrichosis universalis; en este caso, la madre no habría tomado la decisión antes del nacimiento, sino que decidiría matar a su hijo o hija a la vista de un rasgo del que pensase que le iba a dificultar seriamente su vida o sus posibilidades de emparejamiento reproductivo. Si bien es cierto que quizás el número o frecuencia de infanticidios no ha sido muy alto, también lo es que si ese comportamiento se ha extendido en el tiempo, ha podido acabar teniendo cierta incidencia, incidencia que se habría sumado a la de la selección sexual.

A mí me convence más la teoría que relaciona el color de la piel con la necesidad de adquirir suficiente vitamina D, así como con la selección sexual ligada a esa necesidad, pero la hipótesis de Judith Rich Harris merece ser evaluada y, a ser posible, puesta a prueba, aunque esto no resultará demasiado sencillo en este caso.

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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