El exceso de confianza es un rasgo universal y una de nuestras características más genuinas. Estoy seguro de que a muchos, en más de una ocasión, nos ha parecido que alguna persona de nuestro entorno pecaba de eso, de tener demasiada confianza en sus posibilidades. Y también es muy posible que nunca hayamos sido conscientes de que nosotros mismos también hemos pecado de lo mismo. Pero así es, porque es una característica de nuestra especie; es, quizás, nuestro sesgo más poderoso y extendido.
La mayoría de nosotros tenemos una confianza exagerada en sus cualidades y capacidades; tenemos también una injustificada ilusión de control sobre los acontecimientos, y en ocasiones, una absurda sensación de invulnerabilidad al riesgo. Experimentamos los efectos de esas tres denominadas “ilusiones positivas”. El exceso de confianza conlleva errores de juicio a la hora de tomar decisiones porque conduce a sobrestimar nuestras capacidades o a subestimar las del oponente; también a subestimar la dificultad de una tarea, o sus posibles riesgos. Y ha sido, por otra parte, responsable de grandes desastres en la historia de la Humanidad, y muy en particular de las guerras.
Si el exceso de confianza está muy extendido y es, a la vez, causa de grandes desgracias, nos enfrentamos a un evidente enigma evolutivo, ya que no se comprende fácilmente que un rasgo que puede causar tanto daño se haya conservado en nuestra especie. Pero el enigma tendría solución si resulta que, aunque costoso en ocasiones, el exceso de confianza ha resultado ventajoso para nuestra especie. Y lo cierto es que puede ser ventajoso, porque además de causar daño, también promueve la ambición, el optimismo, la persistencia o la capacidad resolutoria. Si esos rasgos han ofrecido beneficios netos en situaciones en las que se ha producido competición o conflicto a lo largo de nuestra historia, entonces el exceso de confianza ha podido ser favorecido por la selección natural.
La cuestión es si un sesgo como ese ha podido evolucionar bajo condiciones realistas en competencia con estrategias alternativas. Muchos modelos económicos se basan en el supuesto de que no existen sesgos en las creencias de los seres humanos que toman decisiones económicas. El supuesto subyacente a esa idea básica es que debe de haber habido algún mecanismo de aprendizaje o evolutivo por el que los individuos con creencias correctas han resultado beneficiados de algún modo. Sin embargo, las decisiones insesgadas no tienen por qué ser necesariamente las mejores para maximizar los beneficios frente a los costes, especialmente bajo condiciones de competencia, incertidumbre o costes asimétricos ligados a diferentes tipos de error. Mientras los economistas parten del supuesto de que la mente humana evalúa, caso a caso, costes, beneficios y probabilidades de las diferentes opciones, es posible que la selección natural haya favorecido el desarrollo de sesgos simples en un dominio dado, sencillamente porque resultan más económicos, disponibles o rápidos.
La conclusión del modelo es que el exceso de confianza a menudo prevalece sobre la evaluación correcta. Es ventajoso porque empuja a los individuos a demandar y competir por recursos que no conseguiría en caso de conflicto; eso es algo que puede ocurrir porque competidores potenciales más fuertes pero más precavidos a veces renuncian a demandarlos. Y también es ventajoso porque evita que los individuos renuncien a competir por recursos en ocasiones en las que fácilmente ganarían en una confrontación.
Aunque el modelo es, como antes he dicho, aplicable a cualquier especie animal, tiene implicaciones particulares en el caso de la especie humana. En primer lugar, si a lo largo de la historia evolutiva humana los recursos objeto de disputa han sido suficientemente valiosos en comparación con los costes derivados de competir por ellos, es esperable que resulte seleccionado el exceso de confianza. Y por otro lado, también es perfectamente posible que en la actualidad retengamos ese sesgo en condiciones en las que es claramente maladaptativo (como ocurre con las agresiones interpersonales o las guerras), porque su emergencia y desarrollo se produjo en situaciones en las que sus costes eran inferiores a sus ventajas.
Y en segundo lugar, es posible que el exceso de confianza se haya extendido más rápidamente en la especie humana que en ninguna otra especie. La razón de ello es que en los seres humanos el exceso de confianza no solo se ha podido propagar mediante mecanismos evolutivos, sino que el aprendizaje, la imitación y el mecanismo de prueba y error también han podido contribuir a su extensión, y hacerlo, además, de un modo diferente dependiendo de las condiciones ambientales o culturales. Los procesos de selección cultural pueden afectar, de hecho, al modo en que aparecen, sobreviven y se extienden diferentes formas de exceso de confianza entre entidades que interaccionan, ya sean individuos, grupos, negociadores, abogados, comerciantes, bancos, equipos deportivos, empresas, ejércitos o estados. El exceso de confianza puede ser beneficioso en muchas de estas instancias, incluso aunque solo llamen la atención cuando tales excesos generan costes netos.
Uno de los resultados más sugerentes de la simulación es que el nivel óptimo de sesgo se eleva con la magnitud de la incertidumbre. Los autores del modelo
En conclusión, aunque ha podido tener valor adaptativo en nuestro pasado y puede tenerlo incluso en el momento presente, parece que la tendencia a pecar de exceso de confianza se acentúa, precisamente, en las situaciones más peligrosas. ¡Que no nos pase nada!
Fuente: Dominic D. P. Johnson & James Fowler (2011): The evolution of overconfidence Nature 477: 317-320
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Hay algunos modelos económicos en los que se supone que los agentes conocen "el modelo" y por consiguiente son capaces de prever exactamente la evolución del mismo. Es lo que se conoce como expectativas racionales. En realidad estos modelos no presuponen ningún tipo de aprendizaje o evolución sino que tratan de modelizar matemáticamente que los agentes no cometen errores sistemáticos, o dicho de otra manera, que el gobierno no puede "engañar" permanentemente a los agentes con la política económica.
La racionalidad en los modelos económicos no pretende explicar el comportamiento individual. Para eso está la psicología. El supuesto de racionalidad simplifica la lógica y la modelización en economía. Sin embargo los resultados obtenidos son muy robustos frente a la hipótesis de la racionalidad. Muchos de los principales resultados económicos se sostienen en contextos de racionalidad limitada e incluso ante la ausencia total de racionalidad, como puede verse en este artículo de Gary Becker (http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CB8QFjAA&url=http%3A%2F%2Fmcadams.posc.mu.edu%2Fecon%2FBecker%2C%252520Irrational%252520Behavior.pdf&ei=_03VTo_LIIWj8QP67OWQAg&usg=AFQjCNGyBxuFGDY46l1M57s7MQco2k-zzg)
Un saludo
Gracias por la observación y por la referencia. La mención de los modelos la he tomado directamente del artículo original.