Categories: Sociedad y desarrollo

Constricción vs. libertad: el peso de la historia en las sociedades humanas

Hay sociedades que ejercen un control muy estricto sobre sus integrantes, mientras otras son mucho más permisivas. Seguramente eso no es algo fortuito, y menos aún consecuencia del carácter innato de las gentes. De hecho, lo lógico es pensar que es algo que hunde sus raíces en la historia, en las circunstancias por las que ha atravesado una sociedad en el pasado. Y así parece ser. Una historia de amenazas, ya sea de origen humano o ambiental, ha conducido a la configuración de sociedades más cerradas, con menor libertad y mayor grado de control social.

Existe bastante información y análisis relativo a estas cuestiones en sociedades tradicionales, pero hasta hace poco tiempo no se había realizado ningún estudio acerca de sociedades modernas, y eso es lo que ha hecho un equipo numerosísimo de investigadores sociales (45 para ser exactos). Han analizado 33 sociedades de todo el mundo, mediante cuestionarios realizados a más de 6.800 personas. Cuantificaron de ese modo el grado de constricción o de libertad que experimentan los miembros de cada una de esas 33 sociedades; y para ello midieron el rigor de las normas sociales, así como la tolerancia para con los incumplimientos de esas normas. Además del rigor de las normas en sí, también midieron, por un lado, el grado de constricción (o de libertad) con que se comporta la gente en situaciones sociales cotidianas y, por el otro, evaluaron los procesos psicológicos potencialmente implicados en esos comportamientos.

El grado de libertad o su opuesto, el control social, se reflejan en un conjunto de instituciones y prácticas. Por regla general, y como es lógico, las sociedades más cerradas, con un mayor grado de control, tienden a ser más autocráticas y a reprimir en mayor medida la disidencia, suelen tener más leyes y regulaciones, ejercen una mayor presión política y control sobre los medios de comunicación, y permiten menos la utilización por parte de los ciudadanos de las tecnologías de la comunicación. En coherencia con lo anterior, también tienen menos derechos y libertades políticas. Tienen un mayor número de policías por habitante, infringen castigos más severos (suelen mantener la pena de muerte en su legislación), y experimentan menores tasas de robo y asesinato, y en general, de criminalidad. También son sociedades más religiosas, en las que un mayor número de personas asiste a actos religiosos y creen en mayor medida en la importancia de Dios en sus vidas. Por otro lado, el porcentaje de personas que participan en acciones colectivas (firman peticiones colectivas o asisten a manifestaciones) es menor en las sociedades donde existe un mayor control.

En las situaciones de la vida cotidiana (en el banco, el parque, la biblioteca, el restaurante, el autobús, el puesto de trabajo, la fiesta, el aula, o en cualquier otra) también se pone de manifiesto el mayor o menor control social a que se encuentra sometida la gente. En el terreno psicológico, un mayor nivel de constricción está relacionado con una disposición más preventiva y un mayor grado de autocontrol.

Al analizar la relación de esos rasgos con las circunstancias por las que ha atravesado cada sociedad, se observa que las naciones que han experimentado mayores amenazas, sean de naturaleza ambiental o de origen humano, tienen normas mucho más estrictas y menor tolerancia para con el incumplimiento de las mismas. Esas naciones han tenido en el pasado, -y tienen todavía hoy-, alta densidad de población, y se prevé para ellas altos crecimientos poblacionales en el futuro. Tienen también escasez de recursos naturales, pocas tierras de cultivo y, por comparación con las más libres y tolerantes, menor producción y suministro de alimento y, en consecuencia, mayores privaciones (menor ingestión de proteínas y grasas), menor acceso al agua potable, y menor calidad del aire. Las naciones en las que hay un mayor grado de constricción suelen sufrir más desastres naturales, como inundaciones, ciclones tropicales y sequías, y han experimentado más amenazas territoriales por parte de sus vecinos durante el siglo XX. También en esos países ha sido más alta la prevalencia de patógenos, así como el número de años de vida perdidos por culpa de enfermedades infecciosas, y las tasas de mortalidad infantiles y juveniles.

El mecanismo o la secuencia de causas y efectos que explican esas conexiones remite, en última instancia, al valor o utilidad de unas u otras pautas de organización social para la supervivencia. El que una sociedad sufra amenazas para su supervivencia hace necesaria la adopción de normas estrictas y el castigo del incumplimiento de esas normas, pues esa es la forma mediante la que se trata de asegurar la necesaria coordinación social que la garantice. De ese modo se intenta reducir el caos en los países densamente poblados, de gestionar la escasez de recursos, de coordinar los esfuerzos para hacer frente a los desastres naturales, de defenderse frente a amenazas territoriales, o de contener la expansión de las enfermedades. Las sociedades menos expuestas a situaciones de amenaza a lo largo de su historia, por el contrario, tienen mucha menos necesidad de implantar el orden y la coordinación social, por lo que disponen de normas más laxas y hay en ellas una mayor tolerancia para con su incumplimiento.

Esos condicionantes son los que conducen a la configuración de unas u otras instituciones y prácticas. Las instituciones en las sociedades con un mayor nivel de constricción restringen el rango de comportamientos permisibles. Como hemos visto, también suelen ser más religiosas, lo que refuerza la adhesión a convenciones morales y normas que facilitan la coordinación y el orden social. Y todo ello se refleja en una mayor restricción de lo permisible o considerado adecuado en los comportamientos propios de la vida cotidiana; en consonancia con ello, las personas adoptan comportamientos y actitudes que se reflejan en su grado de autorregulación, lo que, a su vez, refuerza el rigor de las normas sociales. Y eso ocurre porque las características psicológicas de la gente están en sintonía con el grado de control social, esto es, están ajustadas al mismo.

Hace ya unos años Jared Diamond publicó “Guns, germs and steel”, un ensayo en el que defendió la idea de que los condicionantes geográficos y ambientales han ejercido una influencia decisiva en el devenir y en el grado de desarrollo de las naciones. Aquel trabajo fue muy importante porque, al margen de su corrección en los detalles, tuvo la virtud de poner de manifiesto que más o menos bienestar o riqueza no es debido a que los pueblos sean intrínsecamente mejores o peores, sino a que los determinantes de tipo ambiental ejercen efectos muy profundos sobre el devenir de las sociedades. El trabajo cuyas principales conclusiones hemos visto aquí apunta en una dirección similar, al tratar de relacionar un rasgo básico de las sociedades, como es su grado de constricción o de libertad, con determinantes de carácter ambiental que acaban ejerciendo efectos culturales, sociales y políticos muy importantes. Y también explora el modo en que las personas, mediante determinados mecanismos psicológicos, contribuyen a establecer o reforzar esos esquemas. La conclusión principal que cabe extraer es que la constricción o el grado de libertad de las sociedades no es el resultado de un hipotético “carácter” innato los pueblos, sino de las circunstancias por las que ha atravesado y que, por mucho que pueda pesar, han podido resultar funcionales para su supervivencia.

Fuente: Michele J. Gelfand et al (2011): “Differences Between Tight and Loose Cultures: A 33-Nation Study” Science 332: 1100-1104 (DOI: 10.1126/science.1197754)

Juan Ignacio Pérez Iglesias

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