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BHV, el distrito que podría romper Bélgica

Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV) es el distrito electoral y judicial que forman la capital, predominantemente francófona, y las localidades que la circundan, pertenecientes a la región de Flandes – de habla neerlandesa-. Supone una excepción en un país legalmente dividido según fronteras lingüísticas.

Hay que recordar que Bruselas es una isla francófona en medio de Flandes, cuyo crecimiento queda limitado por la frontera. Así, muchos francófonos se han instalado en la periferia de Bruselas, en territorio flamenco. Los flamencos se refieren a este fenómeno despectivamente como “la mancha de aceite”.

La division lingüística en Bélgica. De amarillo, el distrito BHV - de habla neerlandesa -, con Bruselas - bilingüe- destacada en azul. Abajo, en rojo, la zona de habla francesa.

A lo largo de la historia de Bélgica, la presión de la mayoría flamenca ha conducido a dividir el país en zonas lingüísticas, según un censo de los años treinta, revisado en 1947. La division se consumó en 1963: así, en el norte del país, la única lengua oficial es el neerlandés y uno solo puede votar a partidos flamencos. En el sur, solo se puede votar a los partidos francófonos y el francés es la única lengua oficial.

Bruselas queda como único nexo entre las dos comunidades y como único territorio oficialmente bilingüe. Aquí se puede votar a los partidos de ambas comunidades lingüísticas y esta excepción se aplica también a todo el distrito electoral (BHV), que ha permanecido inalterado a través de la historia del país.

Lo que molesta a los flamencos es que, al formar Bruselas un distrito común con territorios de Flandes, los francófonos que residen en los pueblecitos flamencos de la periferia de Bruselas tengan derecho a votar a partidos de lengua francesa. Son unos 150.000 votantes potenciales de los que se benefician los partidos francófonos.

Los francófonos, por su parte, desconfían de esta segregación étnica, un paso con el que los nacionalistas flamencos definirían legalmente la forma oficial de Flandes, para una futura independencia. También temen por los derechos de los francófonos de la periferia de Bruselas, hostigados por no hablar neerlandés, aunque existen excepciones legales que les permiten comunicarse en francés con la administración local.

La Comisión Europea siempre esquiva pronunciarse sobre estos hechos.

Esto – y las urgencias electorales de los liberales flamencos – es lo que ha hecho caer el gobierno y lo que ha impedido gobernar este país desde las elecciones de 2007. Y la disputa no tiene ningún aspecto de solucionarse.

Xabier Collados

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