Es la pregunta con la que desayunan cada día los 10 millones de tunecinos. A las reivindicaciones políticas que exigen la dimisión del gobierno provisional por sus lazos con el antiguo régimen se le suman exigencias sociales y laborales de todo tipo. Desde policías hasta taxistas, pasando por los dueños del pequeño comercio, todos reclaman cambios en la legislación y mejoras en su calidad de vida.
El problema es que los gritos van dirigidos a unas instituciones transitorias, frágiles hasta la pérdida del conocimiento, que confiaban en que los tres días de luto por los mártires de las revueltas les dieran una tregua. No ha sido así. En el nuevo Túnez no hay tregua, no hay tiempo que perder, los ciudadanos ya han perdido 23 años de sus vidas y ahora exprimen cada minuto de vida.
Hoy domingo, las protestas incluso se adelantan. Es jornada festiva en el país, pero las manifestaciones no tienen calendario ni horario. A las siete y media de la mañana la muchedumbre ha tomado la avenida Habib Burghiba con sus gritos, carteles y eslóganes para mantener viva la llama revolucionaria.
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