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MARIA SCHNEIDER. EL ÚLTlMO ADIOS EN PARIS

Maria Schneider

A pesar de que se la vio en una cincuentena de películas, y en algunas series de televisión, el nombre de MARÍA SCHNEIDER pasará a la historia del cine por haber sido la protagonista de EL ÚLTIMO TANGO EN PARIS de BERNARDO BERTOLUCCI, una película con la que ha mantenido una larga relación de amor-odio, porque, dijo, se sintió estafada por el cineasta que le obligó a hacer algunas cosas que no le gustaron, al tiempo que le agradecía que le diera tanta notoriedad.

MARIA se encontró con EL ÚLTIMO TANGO EN PARIS tres años después de debutar en el cine, en VIDAS TRUNCADAS de TERENCE YOUNG, y ninguna de sus siguientes películas ha estado a la altura de popularidad de aquel film.

Tras la película de BERTOLUCCI se embarcó en algunas aventuras de éxito rápido como EL ÚLTIMO ADIOS EN LONDRES, que se tituló aquí así porque ella estaba en el reparto, ya que el título original era QUERIDOS PADRES.

Después le llegaría la ocasión de trabajar con MICHELANGELO ANTONIONI en EL REPORTERO, en una operación similar a la de EL ÚLTIMO TANGO ya que su coprotagonista fue el entonces emergente JACK NICHOLSON. Pero las oportunidades se le estaban acabando.

Apareció en títulos tan disuasorios como MAMA DRÁCULA y en la adaptación de algunos clásicos como JANE EYRE y terminó su carrera hace dos años en LA CLIENTA, una película de JOSIANE BALASKO que cuenta las andanzas de un gigoló, del que MARÍA era usuaria.

En medio, otra película de escándalo, LAS NOCHES SALVAJES de CYRILL COLLARD, cuyo director contaba su vida con el SIDA, y moría poco después, y LOS ACTORES, un film de BERTRAND BLIER donde se interpretaba a sí misma y, de alguna manera recreaba su vida.

No parece haber tenido una vida feliz MARIA. Su padre, el actor DANIEL GELIN, nunca la reconoció y BERNARDO BERTOLUCCI la hizo famosa pero a un precio excesivo: cargar para siempre con un estereotipo que, a la larga, imposibilitó una carrera normal en el cine. Y ahora ha muerto prematuramente. Hay motivos para recordarla con simpatía. Y decidir, de una vez para siempre, si EL ÚLTIMO TANGO EN PARIS es una buena película o  un catálogo de las obsesiones de su director.

Ederne Frontela:
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