Vascos en el mundo

Veinte años de acampada ante la Casa Blanca

A mí, como a todo el mundo, la Casa Blanca me pareció mucho más pequeña de lo que te imaginas. También me pareció que estaba menos protegida que lo esperable, pero con estas cosas nunca se sabe. Cuando me sacaban una foto con la verja a la espalda me fijé en que no lejos de allí, al otro lado del camino, como quien dice, había un montaje con aspecto de acampada improvisada.

Me explicaron que se trataba de una señora que llevaba allí mucho tiempo para reclamar paz. Me explicaron también que no podía tumbarse, porque sería acampada de la prohibida, pero mientras estuviera sentada o de pie…

  

Me dijeron que era española y que tal vez estuviera un poco trastornada. Me acerqué y se lo pregunté. Me dijo que era española –luego aclaré que era en realidad gallega- y me preguntó a mí de dónde era. Le respondí que era vasco. “Yo viví en Bilbao, de joven. Vivía detrás del Ayuntamiento y pasaba la ría en gasolino”. Allá por los años cincuenta.

Supe luego que detrás de ella y su protesta había una mezcla de buenas causas, un matrimonio fracasado con un gringo, un hijo que no se resignaba a perder. También había una red de solidaridad que le permitía sobrevivir, acampada de mala manera ante, o detrás de la Casa Blanca.

Una vez más tuve que aceptar que nuestra lógica “europea” y la de esta superpotencia americana no coincidían. No me podía imaginar algo así ni en Madrid, ni en París, ni en Londres.