Vascos en el mundo

Crónica de un lunes que hasta hace poco era festivo

Hasta hace poco, el Athletic le ganaba al Osasuna, incluso a domicilio, aunque no anduviera bien, aunque el Osasuna estuviera necesitado del triunfo. Ahora, el equipo navarro le gana al de Bilbao a domicilio, aunque haya tenido partidos de competición europea entre semana, aunque deberían estar cansados. Antes, y ahora, el equipo de los “leones” cuenta con una camada importante hecha en Iruña, varios de ellos ausentes, por cierto, el sábado.

Las cosas del fútbol andan mal para guipuzcoanos y vizcainos, y para los alaveses que les precedieron en esto de bajar de categoría, algo que se ve ya inevitable para uno o los dos clubes. No vayan a pensar ustedes, los que siguen estos desahogos desde la distancia, que exagero al decir que éste es hoy, lunes de crudo invierno, cuando nos hacíamos en primavera, cuando frutales y arbustos varios estaban ya en flor, el tema de conversación, lamento o cabreo más generalizado en una buena parte del país.

  

Si tuviera que escribirles una carta este lunes de invierno recuperado que reflejara el clima y el ambiente, debería empezar por ahí, y seguir diciendo que la montaña se cobró la vida el sábado pasado de un veterano, de Pedro Udaondo. Alpinista experimentado, estaba escalando el pico Jou de los Asturianos y se cayó. Sabía todo sobre ellas, pero las montañas se cobran a veces el peaje más caro con los mejores.

En Euskal Herria, donde no debe parecer exagerado decir están los y las mejores escaladoras del mundo, no hay año sin víctima. No parece haber montaña que se precie que no se haya cobrado un vasco. Casi siempre son jóvenes. Esta vez era un veterano, precursor de una afición que no deja de crecer en esta tierra. Quien tantas veces intervino de rescatador, esta vez hubo de ser rescatado. Tenía 73 años. Bien aprovechados.

Hablaba en realidad de crónica de un lunes que debió ser festivo, porque hoy es el día de San José, una festividad que siempre fue muy especial en este país, al margen de creencias e increencias. San José era festivo y solemne y día de comer fuerte y bien. No recuerdo en qué momento dejó de serlo, ni por qué.

Si se trataba de suprimir festivos, me hubiera cargado antes a Santiago, a quien vengo de visitar en su tumba y del que les hablo mañana, a la hora de recrear este norte peninsular que tanto emigrante dio a América, que recibió de vuelta luego a algunos de ellos, a los más afortunados casi siempre. Casi siempre para hacerse notar con hermosas casas y palmeras que enraizaron bien en estas tierras bárbaras.

Este lunes tormentoso no invita al optimismo, pero ahora mismo, aquí, en Iurreta, en frente de esos hermosos montes de Urkiola, se abre paso un abanico de rayos de sol.