Hace unos días viajé a uno de esos lugares, que yo creía, solo podían existir en el mundo de la imaginación. Un escenario que de tan perfecto, parecía extraído de una novela de piratas, de una película de Hollywood o del catálogo de una agencias de viajes…
La primera en la frente: en el aeropuerto….¿quién dijo que el portador del billete de avión tiene que ser la misma persona que vaya a viajar en él? Nadie cotejó el nombre que estaba impreso en el billete (cuando digo impreso, quiero decir: escrito a bolígrafo) con ninguna identificación personal….de hecho, nadie me pidió el pasaporte ni a la ida ni a la vuelta. En cuanto a ese asuntillo de que no se pueden portar líquidos en el equipaje de mano….tampoco es algo que preocupe demasiado por aquí. Yo llevaba mi crema de sol, champú, gel y pasta de dientes en la mochila, y nadie objetó. Sobre la puntualidad…: a la ida, unos veinte minutillos de retraso (al parecer, ningún vuelo nacional sale a su hora), a la vuelta: casi hora y media ….nadie se queja, es así y punto.
Ya en el avión, una vez acomodados y mientras las azafatas hacen su “performance” informativa (yo nunca miro, me pongo nervioso, eso de que en caso de que el avión se estrelle la única vía posible de sobrevivir sea poniéndome un flotador naranja fosforito que se hincha solo, y que en caso de que no se hinche sea yo quien tenga que inflarlo soplando por una pajita….¡pues no me da mucha confianza!)
Tras cuarenta y cinco minutos de vuelo, llegamos a esa isla de película. Parece mentira que a menos de una hora de la contaminada, sucia, ruidosa y caótica Jakarta se encuentre un lugar así. Al bajar del avión nos sorprende una multitud que saluda efusivamente a quienes descienden del avión. “Serán familiares que vienen a recibir a algunos de los pasajeros” pensamos. Pero no, esto es Indonesia, y rara vez las cosas resultan ser lo que uno cree o espera. Y es que el aeropuerto cuenta con una “Waving Galery”, lo que viene a ser un lugar al que los lugareños se acercan a “echar la tarde” saludando a los aviones que aterrizan y despegan. Vaya, que este país ¡No deja de sorprender!
Geroarte!