Vascos en el mundo

¡Más allá del arroz, la pizza y la pasta!

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Luisa Medina González [Pointing to the North]

Si preguntamos a cualquier persona que esté de Erasmus en Aarhus qué es lo que más presupuesto se lleva de su cuenta bancaria al mes –sin tener en cuenta los viajes, cuya única mención pone en jaque el eje de nuestra tarjeta-, responderá, sin lugar a dudas: ¡La comida!

Lo cierto es que el estudiante Erasmus promedio, no varía su menú mucho más allá del arroz, la pizza y la pasta, pero… ¿Y si el estudiante, por el motivo que sea, decide invertir un poco más de dinero en alimentación?  En el caso de éstos, las opciones restantes parecen convertirse en un muro oscuro y casi infranqueable. Voy a ilustraros la situación con mi experiencia, que puede ser de las más “extremas”: por razones de salud no tomo cereales, ni sus harinas, azúcar y/o dulces, productos lácteos, ni fermentados, ni alcohol;  por voluntad propia no tomo nada cuyo origen sea animal.  Bonito cuadro para un año de supervivencia Erasmus, ¿eh? Realmente, no es para tanto… ¡Después de tres meses!

Cuando llegué a Aarhus por primera vez y entré en un supermercado para hacer mi primera compra, deseé que el suelo fuese de espuma porque veía venir un desmayo en toda regla. Mi compra “grande” del mes no bajaba, ni lo hace ahora, de 200 kr. Sin embargo, conseguí que el precio de las compras “menores”, bajase sustancialmente con la ayuda de algunos truquillos cocineros.

Suelo sustituir la leche de vaca por leche de almendras, pero, en esta tierra el brick del producto ecológico era demasiado caro para que solamente me durase 3 días, así que decidí que yo misma haría el brebaje: un paquete de almendras no cuesta más de 30 kr y de él puedes sacar 3 botellas de leche de almendra que se mantienen perfectamente de 3 a 4 días.

Dado que los vegetales de hoja verde suelen ponerse malos en poco tiempo se me ocurrió hace tiempo tirar de salteados de verdura y de frutos del bosque congelados (éstos últimos dan una textura genial a mis smoothies mañaneros): en algunos supermercados he visto cosas tan originales como bolitas de col rizada (como sustituto de las albóndigas de carne). Como no me gusta abusar de los congelados, mi bombilla se encendió y caí en que hay vegetales como el brócoli, la lombarda, el repollo, las coles de Bruselas, la col rizada, la endibia… que tardan mucho en estropearse, así que los convertí en los must have de mi nevera.

Siguiendo la regla de tres de la duración de los alimentos, compré legumbres per tutti, y ahora las lentejas, les fabes y yo compartimos una amistad que se prolonga durante los meses. A menudo compro también semi-cereales como trigo sarraceno y quinoa para completar el pack proteico, y manzanas y zanahorias para picar entre clase y clase o, como ahora, entre sesiones de biblioteca.

Casi todos los alimentos que consumo son ecológicos y, por consiguiente, un pelín más caros que los demás. Sin embargo, reconforta pensar en el bien que te haces a ti mismo y al medioambiente consumiéndolos.

Para terminar, os paso la receta de la leche de “cualquier fruto seco o semillas”:

  1. Dejar remojar un puñado abundante, a manos llenas, de cualquiera de los frutos secos o semillas elegidas, durante 10 – 12 horas: opciones ricas, ricas son las almendras, nueces de Brasil o avellanas.
  2. Escurrir y aclarar.
  3. En un procesador de comida, añadir los frutos secos junto con 4 cuartos de vaso de agua y procesarlos hasta que el agua se vuelva blanca.
  4. Con un colador (bien de metal, bien de tela) verter el líquido en un recipiente, preferiblemente de cristal, y guardar en la nevera durante 3 o 4 días.

Utilízalo con infusiones, con cereales y fruta, en smoothies… y con lo que dicte la vena creativa!

Enjoy!