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Florencia. La Basílica de San Lorenzo II

Además del ingenio de Brunelleschi, en el interior de la Basílica de San Lorenzo pueden contemplarse notables obras de arte de muchos de los protagonistas del Renacimiento florentino. Donatello, el Verrocchio o Miguel Ángel serán probablemente los más conocidos de todos ellos.

El primero, fue el encargado de elaborar los dos púlpitos que se sitúan a ambos lados del tramo previo al crucero de la nave central. Durante los últimos años de su vida, tras regresar de Padua, Donatello trabajó en los relieves de bronce que recubren la totalidad de los púlpitos. El de la izquierda recoge escenas de la Pasión de Cristo, mientras el de la derecha narra los acontecimientos posteriores a su Resurrección, en un orden no estrictamente cronológico.

El descendimiento aparece representado en el estilo propio de los últimos años de Donatello.

En esta obra de madurez de Donatello se deja sentir plenamente la expresividad y el dramatismo que afloró en sus últimas creaciones. Al igual que sucedió con muchos otros proyectos del complejo Mediceo Laurenciano, el progresivo deterioro de la salud del artista provocó que no pudiese terminar su obra y que, cada vez con más frecuencia, fuesen sus discípulos los que se hiciesen cargo.

Además de los púlpitos, parece que fue también Donatello el autor de las conocidas Puertas de bronce de la Sacristía Vieja. En diversos paneles el artista representa a diferentes mártires cristianos en la puerta izquierda y a los Apóstoles, a los Padres de la Iglesia y a San Juan Bautista en la de la derecha.

Donatello fue considerado el padre de la renacida escultura florentina y en honor a su fama y a su estrecha colaboración con la familia Medici fue enterrado en la Basílica de San Lorenzo.

También Andrea di Michele di Francesco di Cione, más conocido como el Verrocchio dejó importantes testimonios de su arte en el interior de la basílica. Probablemente el más notable de todos ellos, por su indiscutible significado político y social para la Florencia de la época, fuese la tumba de Cosme el Viejo de Medici. En el centro del crucero, justo ante el altar mayor, una preciosa combinación de mármoles, marca en el suelo el punto exacto en el que, bajo él, se enterró al Padre de la Patria florentina. Este monumento proclama a la Basílica de San Lorenzo como la Iglesia y mausoleo de la familia Medici, demostrando al mundo la importancia alcanzada por la dinastía florentina.

En un lateral, en el espacio de transición entre la Capilla de las Reliquias y la Sacristía Vieja, Lorenzo el Magnífico y su hermano Giuliano comisionaron al Verrocchio la ejecución de la tumba de Piero y Giovanni de Medici, hijos de Cosme el Viejo. Por sencilla que pueda parecer a primera vista, la tumba proyectada por el Verrocchio es un monumento espléndido en todos los sentidos. No sólo reúne los tres materiales más costosos y elitistas de la antigüedad: el bronce, el mármol y el pórfido, sino que su ejecución es de un detallismo preciosista.

Por último, se suele atribuir al Verrocchio un pequeño lavamanos, ubicado en una estancia lateral de la Sacristía Vieja, aunque hay quien afirma que sólo el águila en relieve que lo decora fue realizada por la mano del artista.

Para terminar, acabaremos este recorrido por el interior de la Basílica de San Lorenzo con una nueva obra de Miguel Ángel. En 1524 Clemente VII encargó al escultor un “baldaquino sobre el altar de San Lorenzo”, que, sobre cuatro columnas, pudiese recoger en su interior todas las reliquias pertenecientes a los Medici, de tal modo que la gente pudiese circular alrededor del mismo.

Miguel Ángel propuso al pontífice tres diseños diferentes. El proyecto, planteado inicialmente para el espacio del altar mayor, sufrió sucesivas modificaciones y cambio de ubicación. Finalmente, terminó adosándose a la pared de los pies de la iglesia, ante lo cual Miguel Ángel trató la superficie arquitectónica como si de una contra fachada se tratase.

Estas y otras muchas y notables obras de arte se comisionaron para enriquecer la Basílica de San Lorenzo, lo cual nos da una idea no sólo de la importancia política, económica y social de la familia Medici en su época, sino también de su trascendente labor de mecenazgo artístico.

Itziar Martija: