El libro del “discípulo traidor” del gran reportero Ryszard Kapuscinski está dando mucho de qué hablar. Artur Domoslawski asegura en la biografía titulada Kapuscinski non fiction que el escritor y periodista polaco “cruzó la frontera entre el periodismo y la ficción” en más de una ocasión. Vamos, que le acusa de inventarse historias, citas y anécdotas.
Domoslawski se defiende de las críticas que le han llovido diciendo que lo único que ha hecho es investigar sobre la veracidad de las historias contadas en sus libros. Por ejemplo, Kapuscinski cuenta que en cuatro ocasiones estuvo a punto de ser fusilado. Domoslawski concluye que el propio narrador era el único testigo, y que exageraba. Y seguramente sea cierto.
Pero eso es lo de menos.
Como dice Neal Ascherson en el blog de libros del Guardian, Kapuscinski siempre llevaba dos blocs de notas en sus coberturas. En uno escribía todo lo que contaba en sus despachos para la Agencia Polaca de Noticias: puro periodismo. En el otro tomaba notas para sus obras literarias. Y ahí está la clave para entender la obra de Kapuscinski. Los teletipos que escribía en los 60 y los 70 desde África o América Latina eran intachables desde el punto de vista periodístico. Sus libros son otra historia, están llenos de referencias, citas y descripciones que muchas veces cruzan la frontera entre el relato periodístico y la ficción. Y eso mismo hace de Kapuscinski uno de los mejores narradores de historias del siglo XX.
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