Algunos periodistas veteranos me aseguran que Bagdad se ha
‘kabulizado’ con el paso de los años. Algunos edificios de la ciudad
presentan un aspecto lamentable a causa de la destrucción sufrida por
las bombas americanas y otros por la superpoblación y la falta de
cuidado. Son casas colmena a las que antes de entrar a grabar hay que
buscar a uno de los inquilinos que esté dispuesto a mostrarnos su
hogar.
Viejas oficinas del antiguo régimen convertidas en hogares. La luz y
limpieza de los pisos contrasta con el desastre en escaleras y portal.
Los niños se asustan al ver a un hombre blanco con cámaras, pero luego
aparece su vecino y todo vuelve a la calma. Sin una persona del bloque
es imposible entrar, resultaría violento y la mirada final sería más
la de un turista que la de un periodista. Merece la pena esperar,
pasar un buen rato hablando con la gente, escuchando sus problemas e
inquietudes, y después empezar a grabar. La amenaza de desalojo y la
tensión provocada por la situación de seguridad hace de cada uno de estos edificios lugares complicados si uno entra sin contactos.
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