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Confirman la pena impuesta por violar a una joven en 2000

El Tribunal Supremo (TS) ha confirmado la pena impuesta por la Audiencia de Gipuzkoa a un hombre que fue condenado a 23 años de cárcel por violar en septiembre de 2000 a una joven, a quien acompañaba un amigo que fue obligado a presenciar la agresión.

Los hechos ocurrieron en septiembre de 2000 y fueron juzgados en julio de 2010, en una vista en la que el fiscal solicitó 21 años de prisión por un delito de agresión sexual, dos de detención ilegal y dos de lesiones, mientras que la acusación particular, ejercida por el letrado Juan Ignacio Manso en nombre de la víctima, pidió 25.

La sentencia del TS, a la que ayer tuvo acceso Efe, rechaza un recurso del violador contra su condena, en el que alega que no se apreció en su favor la eximente incompleta de toxicomanía, y considera el delito de detención ilegal por el que se le condenó debía haber quedado absorbido por el de agresión sexual.

Sin embargo, el Alto Tribunal rechaza en su resolución ambas pretensiones, ya que durante la vista la defensa no solicitó “eximente o atenuante alguna” y además, aunque los informes médico-forenses reconocen la adición a los tóxicos y el trastorno antisocial que padece el procesado, concluyen que cuando ocurrieron los hechos “sabía lo que quería hacer y cómo lo quería hacer“.

Asimismo, el escrito del TS afirma que el delito de detención ilegal no puede ser absorbido en el de agresión sexual, pues “no es preciso detener ilegalmente para agredir sexualmente“.

Los hechos enjuiciados ocurrieron la medianoche del 30 de septiembre de 2010, cuando la joven salió de casa para disfrutar de unas horas de ocio en San Sebastián con unos amigos y, hacia las seis y media de la mañana, se desplazó junto a uno de ellos a un apeadero de tren, donde ambos comenzaron a besarse.

En ese momento, según la sentencia condenatoria, un hombre que cubría su rostro con una media y portaba una navaja se acercó a ambos y, tras amenazarlos, los obligó a desplazarse hacia una zona apartada en la que quedaron ocultos por unos matorrales.

Allí, el agresor, que tenía 29 años cuando ocurrieron los hechos, los conminó a tirarse en el suelo boca abajo y después, sin dejar de proferir amenazas e incluso pinchándoles en alguna ocasión con la navaja, hizo que la chica se colocara sobre su amigo de forma transversal.

En esa posición, con la joven sobre su amigo y de espaldas a su atacante, el violador la penetró y después la obligó a girarse para hacerlo también por la boca.

En ese momento, la chica vio que el hombre tenía levantada la media hasta la comisura de los labios, lo que luego le permitió dar algunas señas físicas a la Policía, aunque no fue suficiente para identificarle.

Se le pudo relacionar con los hechos posteriormente, cuando en enero de 2001 fue detenido por agredir a una persona y a varios ertzainas y se comprobó que los marcadores genéticos de dos manchas de sangre que había en su ropa ese día coincidían con los de otras halladas en las prendas de la víctima de la violación.

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