WOODY ALLEN ha vuelto a PARIS, una ciudad que le encanta, como todas en las que rueda películas, y así lo demuestra incrustando un prólogo turístico antes de los créditos, algo inusual en su filmografía. También podemos pensar que es el peaje que hay que pagar por poder seguir rodando con financiaciones variadas.

Pero WOODY ALLEN está de nuevo en PARIS y además, consciente de que la historia del escritor dubitativo que visita la ciudad en compañía de su novia y suegros no da para mucho mas allá de algunos paisajes, la aparición de CARLA BRUNI y las gracias protagonizadas por MICHAEL SHEEN, lanza a su protagonista a un viaje en el tiempo que le permitirá encontrarse con algunos personajes del pasado, con HEMINGWAY, SCOTT FITZGERALD y PICASSO en primera instancia y, mas tarde con TOULUSSE-LAUTREC, DEGAS y GAUGUIN.

Tienen su gracia las referencias históricas y artísticas, algunas de las cuales se justifican difícilmente (la de EL ANGEL EXTERMINADOR y BUÑUEL por ejemplo) y otras aparecen mejor encajadas, pero siempre dejando la sensación de que se desaprovechan posibilidades, de que la historia tiene demasiados agujeros, de que podría ser mejor, al margen de algunos momentos felices (la aparición de ADRIEN BRODY interpretando a DALI) y una sensación generalizada de gozoso reencuentro.

Cinematográficamente ALLEN parece haberse rendido. Rueda eficazmente pero sin aportar el habitual plus de hallazgos, ausentes en su trabajo desde hace ya bastantes títulos. El cuadro de actores cumple, a excepción de OWEN WILSON, que con su limitados recursos trata de imitar al propio ALLEN y no lo consigue, y los chistes recurrentes sobre la creación y la enfermedad aparecen por las esquinas.

MIDNIGHT IN PARIS es mejor que algunas de sus anteriores películas, pero está lejos de los mejores momentos de WOODY ALLEN. Seguimos esperando.

Félix Linares