La hija de CONSTANTIN COSTA-GAVRAS llega a su tercera película. Les recuerdo que su padre ha sido uno de los máximos representantes del cine político desde finales de los años sesenta. Pero poco hay de su cine en el de su hija a pesar de que esta haya colaborado en los últimos trabajos de su padre y ajustado cuentas con su figura en su trabajo anterior.
En TRES VECES VEINTE AÑOS se cuenta la historia de un matrimonio que llega a la sesentena y entra en crisis que es lo que según el tópico suele suceder. Y se proponen reinventarse. Y flirtean con el adulterio, y se interrogan por el futuro, y se proponen nuevos proyectos, y aguantan a sus hijos, y a la madre de ella, y a los nietos, pero poco. Porque todo en esta película está centrado en ISABELLA ROSSELLINI y WILLIAM HURT que van y vienen, se supone que piensan, se enfadan sin demasiado motivo, se desesperan justo lo necesario, descubren nuevos mundos.
Todo muy leve, muy llevadero, muy civilizado, bastante aburrido. Siguiendo las nuevas costumbres los personajes secundarios apenas existen, están, pero poco sabemos de cada uno y cuando se añaden datos, como en el funeral de la abuela, es para no aclarar nada y añadir algo de confusión. Pero es una secuencia que le viene bien a la directora para enlazar con la siguiente en una de esas transiciones tópicas a las que ya nos vamos acostumbrando.
TRES VECES VEINTE AÑOS es una película para quedar bien con todo el mundo, con los que se puedan sentir afectados en razón de su edad y por todos aquellos que, tras verla, puedan pensar que ya comprenden a los candidatos a pensionistas. Pero como cine es manifiestamente mejorable. Claro que como no ofende nos permitimos recomendársela.
Félix Linares