Los primeros en ser analizados fueron en 2012 varios ejemplares de delfines en los que se descubrió que los genes implicados en los receptores gustativos del azúcar y el umami no eran funcionales. Ahora, el estudio realizado por la universidad china, y publicado en Genome Biology and Evolution, revelan que al menos 15 especies de cetáceos sólo detectan el sabor salado, porque sólo los genes relacionados con este gusto son funcionales.
Las mutaciones responsables de esta incapacidad de saborear ocurrieron hace 53 millones de años, después de que el ancestro común de todos los cetáceos existentes en la actualidad evolucionara para adaptarse a la vida en el océano. El hecho de que los cetáceos traguen a sus piezas enteras, sin masticar, que es el momento en el que saboreamos la comida, puede haber tenido algo que ver en esta evolución. Pero, ¿pueden por esta razón prescindir de los sabores?
En este caso encontramos un ejemplo de cómo la evolución ha llegado a un punto en el que puede originar problemas. Percibir el sabor amargo, ayuda a distinguir cuando hay algún elemento tóxico en el alimento, ya que las toxinas naturales suelen tener este gusto.
Lo cierto es que la incapacidad para percibir tóxicos mediante el gusto es un problema para los cetáceos. Se han dado casos de animales que nadan en manchas de petróleo porque no distinguen su mal sabor o de cetáceos envenenados tras comer peces que se habían elimentado de algas tóxicas.
Este estudio sobre el sentido del gusto me ha hecho recordar la entrevista en La mecánica del caracol a Alfonso Jiménez, autor del blog La ciencia también es cultura que hace un tiempo escribió este post: sobre la forma en la que los genes determinan cómo percibimos los sabores y, en consecuencia, qué alimentos nos gustan más o menos: “Mamáaa no me guztan la’zpinacaaa” o los genes determinan los sabores.
Según cuenta, alimentos como las espinacas, coles, endivias, o bebidas como la tónica, el café o la cerveza, contienen flavonoles, una sustancia que peribimos con sabor amargo. Solo que hay personas que aprecian este sabor y otros que no lo soportan. El gen para el sabor amargo, conocido como TAS2R, aparece en el genoma humano en unas 25 copias que se diferencian unas de otras en una sola de las mil dos letras ATGC que forman su secuencia.
Las variaciones de las 50 copias que tenemos del gen por célula (ya que cada célula contiene dos genomas completos) determinan la enorme variabilidad que podemos tener de estos receptores. Vamos, que el mismo alimento no nos sabe igual a dos personas, aunque contemos con toda la población mundial para hacer la comparación. Estas diferencias parecen ser las causas de la predilección que sentimos por ciertos alimentos, y la manía que tenemos a otros. Está bien poder decir que no me gusta el café, no por no haberlo probado insistentemente, sino por causas genéticas
Tres amigos toman café en una cafetería y el camarero les cobra 7,50 euros. Cada…
Tenemos un palo de 70 cm y otro de 60 cm sin marcas. ¿Cómo podemos…
Si escribes los números que van del 1 al 100 inclusive, ¿Cuántos unos habrás escrito?…
Yendo yo a Gernika, a la feria del primer lunes de octubre, me crucé con…
En cierta ocasión tuve que navegar por el río Amazonas contracorriente para llegar a un…
Una garrafa llena de agua pesa 35 kilos, pero cuando sólo está llena hasta la…