Vivimos en un mundo hipócrita y con una doble moral. Resulta que los gobiernos occidentales dicen que fumar en espacios cerrados es nocivo para la salud y legislan en pro de los buenos hábitos para preservar a aquellos que no inhalan humo. Paralelamente, occidente vende armas por doquier y les da igual si el presidente de turno dirige las almas de su respectivo paÃs con mano férrea o a base da cañonazos.
De modo que seamos honestos con el deporte, porque fuera de las canchas de juego, hace mucho tiempo que dejó de tener esa bucólica imagen que persiguió el Barón Pierre de CoubertÃn, impulsor de los Juegos OlÃmpicos modernos a finales del siglo XIX y quien expresó para la posteridad que “lo importante no es ganar sino competir”. Pobre de él si levantara la cabeza, se revolverÃa en su tumba al ver en lo que se ha convertido el deporte, sobre todo, si viese a su niña mimada olÃmpica y como los Estados han actuado como catalizador de las mismas.
Después de aquellas primeras ediciones de las competiciones internacionales, el altruismo deportivo ha quedado prácticamente secuestrado. En primer lugar por los estados participantes, que no titubean en utilizar la citas deportivas para canalizar sus polÃticas exteriores o económicas, haciendo de las competiciones una poderosa herramienta para sus intereses. Les siguen numerosas empresas privadas, que se valen de la marca y rentabilidad que suponen las mismas para hacer caja o lavar su imagen. Cierra el cÃrculo vicioso el Comité OlÃmpico Internacional (COI) y la mayorÃa de organizaciones deportivas, que lejos de ser entes desinteresadas y fidedignas a las ideas del Barón Coubertin, se dejan querer por Estados y compañÃas para hacer de éstas un evento inigualable y tremendamente rentable a la vez.
De modo que a grandes rasgos podrÃa decirse que el deporte, en si mismo, no es polÃtica pero, es un instrumento polÃtico con un poder inmenso y se ha dejado contagiar por aquellos individuos que rigen los destinos de sus federaciones y en consecuencia de los deportistas, jugando a ‘Juego de Tronos’ pero sin corona de por medio, sólo poder y dinero. En España fruto de la crisis, ha aflorado una nefasta gestión por parte de las cúpulas federativas de las dispares modalidades deportivas.
La RFEF es en ese sentido un ejemplo de cómo un ente público se acaba convirtiendo en un coto privado de caza donde el fútbol es lo de menos. No citaré las supuestas irregularidades que Ãngel MarÃa Villar y su equipo ha cometido porque abarcarÃa todo el artÃculo. Pero lo más triste es que mientras nosotros, ya sea deportistas o espectadores, estábamos cegados por las victorias cosechadas, las personas que gobernaban las federaciones se han dedicado a menesteres de origen poco noble en comparación a las gestas logradas por los deportistas.
El último caso ha tocado de lleno a nuestro deporte, el waterpolo. La semana pasada nos hacÃamos eco de la supuesta nefasta gestión de Fernando Carpena al frente de la RFEN. En un momento en el que el waterpolo se está muriendo y los clubes están haciendo una labor titánica por mantenerlo a flote, muchas veces a base de voluntariado. Pues bien, paralelamente en la Federación acuática, la cúpula actuaba al más puro estilo gángster de Winston Churchill, con una Thompson en mano y saboreando la exquisitez de un buen habano en la otra mientras mandaba al frente a sus deportistas. Sueldos estratosféricos, viajes privados, facturas infladas, cuentas que no cuadran… En definitiva, actuaciones que sólo pueden tener individuos poco escrupulosos y de una doble moral muy propia a los tiempos que corren. Más que representantes del deporte, parecÃan empresarios a sueldo de ‘El Bigotes’ o de Luis ‘El Cabrón’.
Vivimos en un paÃs de pandereta, de tricornio de charol dirÃan otros… Pero lo que está claro es que el deporte fuera de las canchas no se salva del contexto en el que está envuelto España. No hace justicia la actitud de los gobernantes a los sacrificios que hacen los deportistas o las lágrimas que derraman muchos tras lograr los éxitos más laureados o, incluso, tras perder un partido o quedarse eliminados. Esos lloros de alegrÃa o de tristeza, no les pertenecen aunque lo celebren o arropen en los palcos de las Olimpiadas, Mundiales o incluso en las redes sociales. Todo eso pertenecen a los deportistas y a los seguidores, el resto poder y dinero. Por todo ello, el deporte desde las cloacas.
Muy buen articulo espero que las demas personas sepan aprovecharlo fabuloso.
Enhorabuena por la valentÃa de escribir estas lÃneas. Todos tenemos la oportunidad de hacer que esto cambie poco a poco, ocupándonos en lo que suceda a nuestro alrededor y esté a nuestro alcance. Dejarse contagiar por lo negativo es fácil y una vez que se está en esas altas esferas parece que es imposible no caer en la tentación por lo que están demostrando muchos. Sin embargo, dedicirse a contagiar lo positivo del deporte es un reto y también hay mucha gente, altruista en grandes casos, que están comprometidos desde la sombra. Cada uno que coja su responsabilidad por donde quiera.