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Ver, sentir y oír desde el mundo del niño.

Por Rosalia Peña Sarmiento

Hace unos días una madre me contaba su preocupación porque su hijo de tres años era muy tranquilo y en la guardería muchas veces era “ blanco” de los demás niños, entre mordiscos, empujones… Y decía que se sentía impotente ante el hecho, y hasta me confesaba que miraba con no muy buenos ojos a esos niños y a veces hasta sus familiares.

No cabe dudas de que el cordón umbilical que nos une a nuestros hijos es tan fuerte que a veces obnubila nuestra percepción y no nos deja apreciar los hechos en varias dimensiones. Cuando se trata de niños tan pequeños que aún no tienen conciencia de sus actos ( su cerebro siquiera está desarrollado plenamente), la mayoría de sus reacciones y conductas externas son una manera de explorar el mundo que les rodea de conocer los límites de las cosas, de adaptarse al entorno.

Por otra parte, estas situaciones son oportunidades para conocer mejor a nuestros hijos, explorar sus recursos que todos lo poseen, ayudarlos a conocerse a sí mismos, y sobre todo a través del juego ofrecerle estrategias para afrontar la vida con sus semejantes.

  

Comparto, pues, este “Decálogo de la niñez” del psicomotricista y escritor Daniel Calmels, que puede ayudar a comprender mejor a los niños, menos filtrado por la experiencia adulta y más centrado en su mundo emocional. 

                     DECÁLOGO DE LA NIÑEZ

Cuando un niño pega, no quiere decir que se pelee.
Cuando un niño se tira, no quiere decir que se caiga.
Cuando un niño choca, no quiere decir que empuje.
Cuando un niño golpea, no quiere decir que lastime.
Cuando un niño se mueve, no quiere decir que sea activo.
Cuando un niño está en silencio, no quiere decir que se calle.
Cuando un niño sueña, no está distraído.
Cuando un niño se para, no quiere decir que esté quieto.
Cuando un niño está solo, no quiere decir que esté aislado.
Cuando un niño se esconde, pide una mirada suave.
Cuando un niño consiente, no quiere decir que está de acuerdo.
Cuando un niño llora, no quiere decir que esté triste.
Cuando un niño ríe, no quiere decir que está contento.
Cuando un niño se asombra, no quiere decir que esté asustado.
Cuando un niño pregunta, no quiere decir que no sepa.
Cuando un niño transgrede, no quiere decir que se equivoque.
Cuando un niño se equivoca, no es un acto de ignorancia.
Cuando el tiempo concluye, no quiere decir que el niño termina.
Cuando el niño dice que no, quiere decir que dice no.

¿ Mi invitación? Conoce a tu hijo, y practica un simple ejercicio: imagina que tienes la altura de tu hijo y mira desde su mundo de colores. Luego sitúate en una posición de espectador de la situación. Compara lo que sientes, oyes y ves en cada caso.

¿ Te animas a practicarlo? No te olvides de contarnos tus experiencias por este espacio.

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